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Tasio Erkizia militante de la izquierda abertzale

Justificando

El histórico militante independentista Tasio Erkizia valora la situación política partiendo de las recientes declaraciones de diferentes políticos como Rubalcaba, Eguiguren o Urkullu. De esas declaraciones se infiere la nula voluntad del PNV y del PSOE de asumir su responsabilidad política en el conflicto que padece nuestro pueblo. Erkizia enumera las consecuencias lamentables de un pacto en términos puramente competenciales.

El gerundio de justificar, «justificando», es la forma verbal que mejor define las actuaciones del PNV y PSOE de estos últimos días. Rápidamente han pasado página olvidando sus promesas electorales y ahora tratan de justificar, además con inusitadas prisas, el pacto ya anteriormente esbozado entre ambas formaciones políticas.

Un pacto que cierra el camino al diálogo entre partidos para superar las expresiones violentas; un pacto que abre un nuevo ciclo de conculcación de los derechos democráticos que nos asisten como nación, Euskal Herria. Y también un consenso para quitar de en medio a los que molestan, especialmente a la izquierda abertzale.

Llevan muchos días envolviendo en celofán las dos decisiones políticas adoptadas entre ambas formaciones antes incluso de romper las conversaciones de Loiola: la firma de un pacto a la medida de la estrategia española y el acuerdo para machacar política y humanamente a la izquierda abertzale.

El Sr. Rubalcaba -responsable directo del fracaso del incipiente proceso de diálogo y que desde el Ministerio de Interior ha anunciado varias veces la derrota de ETA- nos viene ahora justificando su fracaso con la «noticia» de que, probablemente, nos encontramos ante un ciclo largo de violencia. Cierran el camino de la paz apostando abiertamente por la represión y la confrontación y tratan ahora de justificar su estrategia de guerra. Rubalcaba simplemente trata de ocultar las graves responsabilidades que ha adquirido al diseñar una estrategia de guerra contra los legítimos derechos democráticos de nuestro pueblo.

La propia existencia de ETA es consecuencia del fracaso de los políticos. Por lo tanto, más nos vale a todos reconocer cuáles son las causas que hacen posible su existencia y poner las bases para su superación, en lugar de volver a entrar en la espiral repetitiva de las condenas que en nada ayudan a evitar el sufrimiento de todas las partes, y que además alimentan la consiguiente crispación social y política. Ese camino es ya muy viejo, ha sido ensayado por distintos ministerios y por todos los gobiernos desde la muerte de Franco. La práctica ha demostrado que sólo nos lleva a un laberinto sin salida.

Por otro lado, Jesús Eguiguren ha roto su largo silencio para echar toda la culpa del fracaso a ETA porque, según su expresión, «sintió vértigo ante la oportunidad de abandonar las armas». O manifestar que «Otegi hizo lo que pudo pero le faltó dar un golpe en la mesa». En un fracaso de esas características nunca resulta muy creíble la versión de echar toda la culpa a la otra parte, porque siempre hay distintas responsabilidades de los diversos agentes. Pero en éste caso, precisamente, mejor haría Eguiguren en mirar a su propio partido y reconocer las graves responsabilidades en las que ha incurrido. Especialmente por no aprovechar una oportunidad de oro para poner las bases en el camino de la superación de las expresiones violentas de éste conflicto, que tan innecesariamente se está alargando.

Dentro de las diferentes responsabilidades mencionadas, Eguiguren sabe bien que el proceso de diálogo ha sido boicoteado y dinamitado, en primer lugar, por los sectores más reaccionarios de su propio partido. En segundo lugar, la falta de valentía de Zapatero para romper amarras para con el PP también ha sido decisiva -evidentemente en el mal sentido de la palabra-. Y, en tercer lugar, la estrategia errónea de plantear un proceso basado en dobles mensajes, con el objetivo de «envolver» a la izquierda abertzale pero sin voluntad real de plantear un diálogo serio y constructivo entre partes diferentes y contrarias, ha sido determinante en el fracaso del incipiente proceso de diálogo.

El PNV, por su lado, ha borrado de su discurso cualquier atisbo soberanista y se ha olvidado de la «hoja de ruta» de Ibarretxe desde la misma noche electoral. Con total descaro, lo que días antes en plena campaña electoral era un compromiso «serio» de todo el partido, sin sonrojo alguno se ha convertido en algo propio del Gobierno de Lakua, con el que nada tienen que ver el EBB. ¿Es posible actuar con más frivolidad y ligereza? ¿Se pueden enviar a la sociedad mensajes tan contradictorios sin avergonzarse del circo en que convierten la política? ¿La ciudadanía no tiene derecho a exigir de los responsables políticos un poco más de seriedad y coherencia con la estrategia que dicen defender?

Tales han sido las prisas y el descaro de los dirigentes del PNV en su entreguismo al PSOE que no han tenido ningún recato en mostrar su disposición a favorecer la investidura del Rodríguez Zapatero. Todo a cambio de unos beneficios económicos partidistas en la Caja Vital, algún puesto en el Congreso o el Senado y una defensa genérica del Concierto Económico. Evidencia que indica a las claras las prioridades y preocupaciones de la dirección del PNV.

Y para seguir «justificando», Iñigo Urkullu saca pecho en el Aberri Eguna para advertir a sus «enemigos» de la izquierda abertzale, EA o ELA de que nadie les detendrá en su propósito de alcanzar más cotas de autogobierno. Tratan de justificar su entreguismo con actitud de firmeza contra todos los «boicoteadores» de ese objetivo tan clave para el futuro de nuestras nuevas generaciones como es el aumentar la dependencia para con Madrid a cambio de un puñado de competencias de simple gestión.

El propio Urkullu y el resto de los burukides que apuestan abiertamente por un pacto con el PSOE en términos de simple autogobierno -como claramente han confesado en un día tan señalado como el Aberri Eguna- saben perfectamente lo que esa apuesta supone. Mencionaré tan sólo tres consecuencias directas de esa apuesta por parte del PNV.

En primer lugar, conlleva perder una oportunidad inmejorable para lograr un escenario democrático para Euskal Herria. Una vez más los burukides del PNV prefieren su comodidad personal al esfuerzo de labrar un futuro en democracia y libertad para las futuras generaciones. Lamentable y de graves consecuencias.

En segundo lugar, supone renunciar al derecho que nos asiste a decidir nuestro futuro con total libertad, tantas veces pregonado por burukides como Juan José Ibarretxe. Renunciar a constituirnos como nación diferenciada, reduciendo dicho objetivo a una reivindicación teórica -cuando no folklórica- utilizada periódicamente para contentar a un sector de su base social.

Por último, lleva a enfrentarse con amplios sectores de nuestro pueblo que apuestan decididamente por un nuevo marco jurídico y político que reconozca que somos una nación. Porque es necesario recordar que elegir la defensa de los intereses del Estado español conlleva colaborar directamente con la vía represiva. Implica enfrentarse precisamente a quienes nos resistimos a ser considerados españoles por la fuerza claramente expresada en esa Constitución que Euskal Herria nunca aceptó.

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