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Raimundo Fitero

El padre de Mari Luz

La multitudinaria rueda de prensa que dio Juan José Cortés, el padre de Mari Luz, la niña onubense que estuvo cincuenta y dos días desaparecida hasta que su cadáver fue encontrado en el mar, es una gran llamada a la sensatez más recomendable. Su discurso solicitando la actuación de la justicia sin dilaciones y sin atenuantes para juzgar al supuesto agresor de su hija, que a la sazón era su vecino, es un modelo de intervención pública, que tiene connotaciones por forma y fondo del que debe hacer un gran líder social. Sus declaraciones deberían formar parte de cualquier manifiesto en pro de la ciudadanía activa y consciente.

Los medios de comunicación, voluntaria e/o involuntariamente, contribuyen a convertir el dolor de las familias afectadas por estos sucesos, en un espectáculo lamentable. La madre de la misma niña la hemos visto absolutamente desencajada, fuera de sí, en el momento de su desaparición y en la semanas siguientes. Pero el padre siempre se había mostrado muy entero, articulando unos mensajes de cordura y de gran poder de convencimiento. Estamos tan acostumbrados a los dislates, a las desmesuras, que encontrar a un afectado directo, con esta capacidad de control de sus sentimientos, con este entrenamiento mental para hacer de su dolor y rabia, un discurso de cordura y de llamamiento a no tomarse la justicia por su mano, sino a confiar en la actuación de la justicia, que debemos elevar a los altares de la comunicación a este hombre.

Y es que a la misma hora que estaba dando esta rueda de prensa, en Cuenca, docenas de ciudadanos y ciudadanas estaban mostrando su ira ante la comisaría donde prestaban declaración los supuestos implicados. Y aquí se abre otro debate bastante más profundo. De ser cierto lo que se nos cuenta, los ahora detenidos, habían sido ya condenados por abusar de su propia hija de cinco años, y de otros casos deplorables de abusos a menores. La indignación ciudadana tiene una leve justificación, por lo que la actuación de Juan José merece un aplauso y un reconocimiento. Y si lo ha hecho siguiendo una voz cristiana, es un grandísimo ejemplo para todos sus correligionarios, y el resto de televidentes.

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