La trilogía de Denys Arcand sobre la sociedad occidental queda completada con «La edad de la ignorancia», después de haberla iniciado en 1986 con «El declive del Imperio Americano», para volver sobre ella hace cinco años con «Las invasiones bárbaras». Son tres películas que le han servido para emitir un diagnóstico de una situación cultural que, como bien indicaba ya el título de apertura, está en clara decadencia. Por lo menos en las dos primeras no perdía el gusto por la conversación, por desentrañar los males que nos aquejan sin dejarse casi nada en el tintero. El problema es que todo va muy rápido y hay que volver a tomarle la temperatura al paciente, porque ya está empezando a delirar.

En «La edad de la ignorancia», el veterano cineasta de Québec presenta a un triunfador virtual, de esos que generan los programas informáticos sobre mundos paralelos. En la vida real no es más que un mediocre y gris funcionario, una persona dominada por los demás que fuma a escondidas. Pero en sus sueños se cree el hombre de moda, un personaje mediático al que las mujeres admiran por su actividad renacentista y multidisciplinar que abarca la actuación, la escritura, la música... Al despertarse vuelve a ser un don nadie y el éxito mediático desaparece, tal como había venido.

Para tan iluso papel el escogido ha sido un conocido actor de la televisión quebequois llamado Marc Labrèche, quien en la dimensión fantasiosa exhibe una perfecta sonrisa dentrífica, que pretende sacar de quicio al espectador de esta comedia de actualidad. También está la chica ideal, que para el protagonista toma la forma onírica de Diane Kruger, así como el maravilloso cantante, que no es otro que Rufus Wainwright.