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EEUU presiona para el retraso «sine die» del referéndum sobre Kirkuk

La ONU anunció recientemente el retraso hasta julio del referéndum sobre Kirkuk que reclama la mayoría kurda de esta rica región petrolífera. Ha prometido además que presentará «nuevas propuestas» alternativas. Los kurdos están maniatados. Hostigados por Turquía, sufren crecientes presiones para olvidar la consulta y aceptar una «solución política» con las comunidades minoritarias, los turcomanos y los árabes llegados en su día con los tanques de Saddam.

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«En diciembre, la cuestión de Kirkuk era una bomba de relojería. La ONU la ha desactivado», alardea el enviado especial de Naciones Unidas en Irak, Staffan de Mistura.

Pese a su optimismo, el enclave petrolífero de Kurdistán Sur (norte de Irak) amenaza, cinco años después de la caída de Saddam Hussein, con transformarse en un campo de batalla.

La ONU ha logrado retrasar al menos hasta julio el referéndum previsto por la Constitución sobre este enclave reivindicado por los kurdos. Pero las minorías árabe y turcomana siguen oponiéndose a que las urnas hablen.

«Por derecho, Kirkuk nos pertenece», declara tajante el responsable de Exteriores del Gobierno autónomo kurdo, Falah Mustafah Bakir. «Si es importante para los otros es por el petróleo. Para los kurdos es una cuestión de justicia», recuerda. «Kirkuk es el símbolo de la opresión contra los kurdos».

Habitada mayoritariamente por kurdos, fue escenario de la limpieza étnica protagonizada por Saddam. Desde la invasión de Irak muchos kurdos han vuelto a su hogar, donde vive a su vez una minoría turcomana y otra de árabes llegados al calor de la política de arabización forzosa del régimen del Baath.

«No bastan tres meses para solucionar la crisis de Kirkuk. Hacen falta años», asegura Ahmed Amid al-Obeidi, dirigente del Frente Iraquí de Kirkuk, una formación árabe.

Oposición árabe y turcomana

Obeidi asegura que el artículo 140 de la Constitución, que prevé la celebración del referéndum, es inaplicable. «Los árabes no abandonarán Kirkuk ni aceptarán una partición de Irak».

Kanan Shakir Uzeyragal, representante de los turcomanos, señala que, «de todos modos, ninguna de las condiciones necesarias para la organización de una consulta se han cumplido, ni el reglamento de los conflictos de propiedad ni el censo».

Retrasos y bloqueos que le sirven para sentenciar que «en la situación actual, el referéndum es imposible y la única solución es un acuerdo político sobre el reparto equitativo del poder entre las comunidades en el seno de las instituciones locales». añade Uzeyragal.

Tras haber sorteado durante años la cuestión, EEUU da muestras de haber abandonado a sus aliados circunstanciales kurdos y en su reciente visita a Erbil, el vicepresidente, Dick Cheney, presionó con fuerza para privilegiar un arreglo político frente al referéndum.

No poco que ver tiene en ello la posición de Turquía, defensora de los turcomanos y opuesta a la independencia de Kurdistán Sur y que ha llevado a cabo recientemente una incursión contra este territorio con la excusa de que alberga campamentos de la guerrilla del PKK.

El propio Gobierno autónomo, en palabras de Bakir, da muestras de que estaría dispuesto a aceptar «una solución política equitativa».

La ONU ha prometido «nuevas propuestas». Adiós a Kirkuk.

Los nuevos «barones» árabes de la ruta del petróleo

Es uno de los nuevos ricos en el país del oro negro. El jeque Abu Saif al-Jubburi reina sobre un eje estratégico en el corazón del Eldorado petrolero iraquí, entre las localidades de Hawija y Kirkuk. Traje negro y pulseras y collares de oro, el jefe de la potente tribu local de los Al-Gath Al-Jubburi parece un padrino del Chicago de los años treinta. No en vano se enorgullece de haber sido «el primero que colaboró con los americanos cuando llegaron en 2003».

Él controla 80 posiciones, cruces y check-points sobre uno de los ejes Hawija-Kirkuk, carretera estratégica que siguen los oleoductos que llevan el petróleo de Kirkuk a Turquía.

Sus 850 hombres armados aseguran decenas de kilómetros. Cada 500 metros, los milicianos, a los que nada distingue del Ejército regular iraquí, paran a los vehículos.

La antigua bandera iraquí ondea sobre cada una de sus posiciones en este bastión sadamista del que son originarios muchos dirigentes del destronado régimen.

El jeque nos recibe en su impresionante mansión en mitad de la planicie petrolera del suroeste de Kirkuk. Al lado de su inmensa piscina, narra sus comienzos. «Los americanos no nos hacían caso pero en julio de 2007 firmamos el primer contrato».

Abu Saif se ve como el precursor de los grupos sunitas alineados con EEUU en la lucha contra Al Qaeda. Vendedor de patatas antes de la invasión, dice que gana 10.000 dólares al día. Y es que sus hombres se llevan 6.000 dinares por cada camión cisterna que atraviesa su territorio. ¿Por qué cambió las patatas por los ocupantes? «Para servir a mi país». Hervé BAR

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