Silvio Berlusconi aspira a recuperar el poder, que disputa a Walter Veltroni
Los italianos acuden mañana y el lunes a votar en unas elecciones generales anticipadas en las que el conservador Silvio Berlusconi aspira a recuperar la presidencia del Gobierno, que disputa al progresista Walter Veltroni, líder del nuevo Partido Demócrata ideado por Romano Prodi. Pero una vez más, la sombra del empate amenaza a los principales candidatos y sea cual sea el Ejecutivo que salga de las urnas, deberá enfrentarse al difícil cometido de reformar la ley electoral.
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Tres años antes de lo previsto debido a la caída del Gobierno de Romano Prodi, casi 50 millones de italianos vuelven mañana y el lunes a las urnas para elegir entre 32 listas, una de ellas liderada por el ex primer ministro Silvio Berlusconi, magnate de la televisión y tercer hombre más rico de Italia, de 71 años, que confía en lograr la victoria con la que sacarse la «espinita» de 2006, cuando fue derrotado por Prodi por menos de 25.000 votos tras cinco años al frente del Ejecutivo. Ahora se enfrenta al ex alcalde de Roma Walter Veltroni, antiguo periodista de 52 años, como principal rival.
Sin embargo, ambos podrían encontrarse la semana que viene frente a un resultado poco agradable, ya que, según los últimos sondeos -publicados hace dos semanas- el Pueblo de la Libertad (PdL) de Berlusconi sacaría una ventaja de entre 6 y 9 puntos a su principal adversario, el Partido Democrático (PD) de Veltroni. Aunque éste es el resultado que podría darse en la Cámara de los Diputados, lo que no está tan claro es que también lo sea en el Senado, dada la complejidad del sistema electoral italiano, y a diferencia de otros países, donde la primera de las cámaras tiene mayor fuerza que la segunda, en Italia ambas están al mismo nivel.
Si ninguno supera el 55% de los votos en la Cámara de los Diputados, el que consiga más votos recibirá un «premio de mayoría» que se asegura 340 escaños de los 630 disponibles -incluidos los dedicados al voto en el extranjero-. Si alguno consigue más del 55%, se aplicaría el cálculo porcentual a partir de los 340 escaños. En el Senado, en cambio, existe también un «premio de mayoría», pero no se aplica a escala estatal sino regional, lo que podría provocar situaciones anómalas como la posibilidad de que un partido o coalición gane en la Cámara pero pierda en el Senado.
La culpa de esta situación es de la actual ley electoral, aprobada al final del último Gobierno de Berlusconi y calificada por todos los grupos políticos como una «porquería», que es la principal causante de la inestabilidad que ha caracterizado al Ejecutivo de Romano Prodi, que no sobrevivió ni dos años y cuya acción de gobierno estuvo prácticamente paralizada por las divisiones internas y su escasa ventaja -dos escaños- en el Senado.
Esta polémica ley, que su propio autor, el ex ministro conservador Roberto Calderoli calificó de «cerdada», construyó un sistema de mayorías, premios y repartos que vuelve a amenazar con la inestabilidad .
Los sondeos auguran que gane quien gane será fuerte en la Cámara de Diputados, pero débil en el Senado y, por eso, los expertos señalan que el difícil cometido de reformar la ley electoral será uno de los retos a los que deberá enfrentarse el Ejecutivo que salga de las urnas.
La ley electoral, con la que Berlusconi buscaba seguir en el poder cinco años más, aunque le salió el tiro por la culata, es tan polémica que tras las elecciones de 2006 los partidos empezaron a negociar una nueva e, incluso, se había fijado el 18 de mayo de este año como fecha para un referéndum sobre su reforma.
Pero la caída del Gobierno de Prodi en febrero transformó el proceso. Entonces, el presidente de la República, Giorgio Napolitano, encargó al presidente del Senado que explorase la posibilidad de formar un Ejecutivo con el único objetivo de reformar esta ley antes de convocar nuevas elecciones. Berlusconi se opuso, se convocaron los comicios y la consulta se postergó.
Simplificación
La situación actual no ha variado mucho respecto a 2006, ya que sigue habiendo dos candidatos principales, Berlusconi y Veltroni, a pesar de que en esta ocasión se presentan en listas bajo el símbolo de un solo partido y no de grandes y heterogéneas coaliciones, como sucedió entonces. El punto de arranque fue la creación del Partido Democrático tras la unificación de las dos principales fuerzas de centro-izquierda, los Demócratas de Izquierda y la Margarita.
La decisión de Veltroni, que prefirió presentarse en solitario desencadenó un efecto dominó de reacciones en el resto de partidos, principalmente de centro-derecha, cuyo líder, Berlusconi, consiguió el apoyo de la Alianza Nacional de Gianfranco Fini para formar un partido conjunto, el Pueblo de la Libertad.
En cuanto al resto de formaciones políticas que concurren a estas elecciones, y que suman un total de 32 listas -quince de ellas con candidatos a presidente, sólo dos parecen tener posibilidades de atraer a un número consistente, aunque bajo, de electores. La Unión de Demócratas Cristianos y de Centro (UDC), liderada por Pierferdinando Casini y al que Berlusconi no logró convencer para integrarse en su nueva formación, y la Izquierda del Arco Iris, de Fausto Bertinotti, antiguo aliado del Gobierno, en la que convergen comunistas y ecologistas-.
A pesar del concurso de más candidaturas, los italianos deberán elegir entre los dos con más posibilidades, el rico hombre de negocios Silvio Berlusconi y el profesional de la política Walter Veltroni, quienes a priori parecen polos opuestos aunque los expertos aseguran que «sus programas son similares y no hay debate de ideas».
Uno de los asuntos que más espacio ocupa en sus programas es la recuperación de la maltrecha economía, caracterizada por un bajo crecimiento, problemas de competitividad y una inflación al alza.
En este sentido, el PdL plantea «siete misiones» para salvar al país de una situación difícil, según Berlusconi, creada por los veinte meses de Gobierno de Prodi. Asegura que relanzará el desarrollo, sostendrá a la familia, dará mayor seguridad y justicia a los ciudadanos, mejorará los servicios públicos, se ocupará del sur, introducirá el federalismo y redactará un plan económico extraordinario. Un aspecto destacado en su discurso es el de la reducción de los impuestos y, además, plantea la vuelta a la energía nuclear, rechazada en 1987 en referéndum.
El PD, por su parte, incide en la necesidad de bajar los impuestos, pero propone hacerlo mediante desgravaciones fiscales a los trabajadores por cuenta ajena e incentivos para los alquileres de vivienda. También prevé la introducción del salario mínimo de 1.000 ó 1.100 euros para los contratos precarios, y cuestiones como el testamento biológico o la regulación de las parejas de hecho completan sus compromisos electorales.
El recurso al voto útil
La campaña para estas elecciones ha sido inusualmente tranquila, a decir de quienes la han seguido día a día. Sin embargo, en su recta final, Berlusconi y Veltroni elevaron su tono. El primero utilizó, además, el manido recurso al voto útil al asegurar a los electores que su voto sólo contará si se lo entregan al PdL, mientras que no servirá de nada si deciden decantarse por los partidos pequeños.
El ex primer ministro pidió a su rival, al que llamó «señor mentiras», por las promesas no cumplidas, que prometa que no habrá «fraude», ya que insiste en que ésa fue la razón de su derrota en 2006.
Veltroni, por su parte, aseguró que desde las filas conservadoras se había realizado una campaña «de odio» y le exigió a Berlusconi que se comprometiera a una renuncia expresa de la violencia. Esta solicitud la hizo después de que Umberto Bossi, líder de la Liga Norte, que se presenta federada a la lista de Berlusconi, se mostrase dispuesto a «tomar los fusiles» si no se cambiaban las papeletas electorales. Tanto Bossi como Berlusconi consideran que las papeletas son confusas e inducen al error al presentar los símbolos de los partidos que se presentan en coalición.
El PdL y el PD se disputan los votos de los cerca de 400.000 italianos que viven en Argentina, la segunda comunidad italiana más importante del mundo. América Latina, con nueve listas, tiene tres diputados y dos senadores, sobre un total de 18 asientos, en el Parlamento italiano.
Cansados de esperar la llegada de ayuda a una Campania saturada de residuos y al borde de una «catástrofe sanitaria», dos médicos de la región consideran un gesto cívico el boicot que van a hacer a las elecciones, pese a que el voto es obligatorio, para denunciar el «silencio persistente» de las autoridades.
Milly D'Abbraccio, conocida actriz porno y candidata al Ayuntamiento de Roma por el Partido Socialista, ha tapizado la ciudad con 7.000 carteles en los que muestra su trasero y anima a los electores a votar por nuevas caras y a decir «basta con esas caras de culo».
Coincidiendo con las elecciones generales, algunos italianos votarán también para renovar 462 ayuntamientos, ocho diputaciones y los presidentes de las regiones de Sicilia y Friuli-Venezia-Giulia. Roma es uno de los municipios que elegirá un nuevo ayuntamiento. Allí, el Partido Demócrata (PD), con el ministro de Cultura, Francesco Rutelli, es favorito, aunque la extrema derecha podría dar la sorpresa.
Según la última encuesta, Rutelli triunfaría con entre el 48,5% y el 50,5% de los votos frente a su principal adversario Gianni Alemanno, del PdL y ministro de Agricultura con Berlusconi, que alcanzaría entre el 32% y el 34,5% del escrutinio. El resultado que logre Francesco Storace, cabeza de lista del partido de la extrema derecha Destra, nacido en noviembre de una escisión de la Alianza Nacional , será seguido con atención, ya que se espera que logre entre un 9,2% y un 12% de los sufragios. En el ámbito estatal tiene un respaldo en torno al 4-5%.
El discurso de Destra en Roma se centró en la falta de seguridad ciudadana y la inmigración y tuvo un gran eco tras la muerte el pasado otoño de una mujer de 47 años, de la que se responsabiliza a un joven rumano.
Al discurso de Storace, que se comprometió a «limpiar» la ciudad, se sumaron también Alemanno, que prometió expulsar 20.000 inmigrantes irregulares con antecedentes penales, y Rutelli, que declaró que «no se puede ser agradable con los rumanos malévolos».
En un encuentro con constructoras del país durante la campaña, Berlusconi justificó, como ya lo hiciera en febrero de 2004, la evasión de impuestos si éstos son muy elevados, afirmando que es «una ley natural».
Al margen de las grandes cuestiones programáticas, la mafia y el problema de los residuos en Nápoles han sido dos de las dianas de los candidatos «favoritos» durante la campaña, sobre todo en sus visitas a la Campania.
«Nuestro objetivo es destruir la camorra», señaló Walter Veltroni, quien dijo que «somos una fuerza de Gobierno que quiere aniquilar los poderes criminales que absorben energías a esta tierra. Tenemos que erradicar de este país a la Camorra, la Cosa Nostra y la Ndrangheta» y subrayó que «la política debe levantar un muro con medidas que permitan una lucha sin cuartel contra la mafia, porque se sigue derramando demasiada sangre». Se comprometió a sacar adelante un proyecto de ley que contemple la tutela de los empresarios que han caído bajo la red de extorsión mafiosa y lo denuncien, la prohibición de ayudas estatales a condenados por delitos de la mafia y la confiscación de bienes.
Por su parte, Silvio Berlusconi prometió enviar al «Ejército del bien» contra el «Ejército del mal», la Camorra. «No cederemos ante esta organización criminal», dijo en Nápoles, al tiempo que anunció un «plan extraordinario» cuyo contenido no reveló. Sí dedicó más tiempo a la problemática de la acumulación de residuos en la región al indicar que trabajará desde Nápoles para dar una solución a la crisis de las basuras, un conflicto que comenzó hace veinte años y que no atajó cuando ya estuvo al frente del Gobierno.
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