La muerte en atentado de ETA del militante del PSOE en Arrasate Isaías Carrasco ha sido el punto de partida de una estrategia de derribo de gobiernos municipales de la izquierda abertzale. La moción registrada la pasada semana en el Ayuntamiento de Arrasate da paso ahora a las réplicas en otros consistorios como Elorrio, aunque los planes futuros de PNV y PSE también apuntan hacia Pasaia o Soraluze.

Mediante esa estrategia de generalización de las mociones se ponen de manifiesto al menos un par de cuestiones. Por un lado, que la actuación de esos partidos, si bien toma como punto de partida la muerte violenta de una persona, no obedece en ningún caso a un compromiso real de plantear soluciones para que en este país no se sigan produciendo situaciones de conculcación de derechos elementales.

A partir de esa primera constatación, que se ve ratificada en parte por el espectáculo entre poco serio y bochornoso protagonizado por distintas fuerzas políticas sobre las mociones «éticas», se puede llegar a una segunda conclusión. En este caso, conviene escudriñar en los «intereses partidistas» que desde Eusko Alkartasuna se atribuían ayer mismo a la iniciativa de derrocamiento de otras alcaldías que no sean la de Arrasate.

En las próximas semanas habrá ocasión de poner el termómetro en las localidades a las que los firmantes de la moción dirigen codiciosamente la mirada. Y ello permitirá comprobar circunstancias muy particulares y descubrir no pocas ambiciones espurias. En Elorrio, la izquierda abertzale cosechó el año pasado unos resultados históricos, a los que se sumó un voto de castigo a la gestión especulativa desarrollada por el PNV en la legislatura precedente; hoy, el gobierno entre ANV y una candidatura independiente es un estorbo para, por ejemplo, sacar adelante los trámites para la construcción del Tren de Alta Velocidad. Otro tanto podría decirse de Pasaia y el puerto exterior, proyecto mimado por PNV y PSOE. Inevitablemente, el discurso ético no da para explicar tantos y tantos intereses egoístas.