La eliminatoria de Champions entre Liverpool y Arsenal de la semana pasada mostró a los espectadores las razones por las que la Premier League se ha convertido en los últimos años en el mejor campeonato del mundo.

El alto ritmo de juego y el espectáculo que ofrecieron los dos conjuntos enseñó las diferencias existentes con el resto de ligas europeas. El fútbol inglés ha sabido mantener sus rasgos característicos como la velocidad, la garra, el empuje y corazón de sus jugadores y ha conseguido que los mejores futbolistas aporten un plus de calidad.

No dar un balón por perdido y luchar en todo momento son fundamentales, además, de muy bien valorados por los aficionados. Los equipos salen a ganar y buscan la portería contraria, no como en la Liga o en el Calcio, dónde el espectáculo es cada vez más triste al estar los entrenadores más preocupados en no encajar goles que en marcarlos.

Pero el juego no es el único factor que hace a la Premier distinta y superior al resto de competiciones, porque es el respeto que demuestran por el fútbol su principal virtud. Para empezar, está que el engañar al árbitro o al contrario simulando faltas nunca ha gustado y, a pesar de la llegada masiva de jugadores con otro estilo, se cumple.

El ambiente que se forma en las gradas con los cánticos de las aficiones es también inimitable. El apoyo incondicional a los colores se complementa con el respeto a los jugadores y no se producen imágenes lamentables insultándoles cuando llegan malos resultados.

Los entrenadores gozan también de mayor tranquilidad y las estancias en los banquillos se prolongan hasta desarrollar sus proyecto. El único lunar es el bajo nivel de los porteros, aunque quizá sea ésa una de las razones por las que se disfruta tanto viendo la Premier desde el sillón de casa.