El recurso del viagra emocional en la vejez
«Elegy»
Penélope Cruz lleva seis años luchando por el papel más importante de su carrera en Hollywood, sacado de la novela de Philip Roth «El animal moribundo». Para ella es un lujo formar pareja estelar con Ben Kingsley bajo la dirección de Isabel Coixet, quien ha sabido entender las posibilidades de su personaje como la alumna enamorada del viejo profesor.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
La mayoría de los espectadores habituales de cine mantenemos una relación de amor-odio con Isabel Coixet, que va muy bien para situarnos ante su nueva película, que es una plasmación contemporánea del mito clásico de Eros y Tanatos. En efecto, se trata de la lucha entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal, entre lo que amamos o deseamos y lo que odiamos o tememos. Hay muchas otras razones que hacen que «Elegy» reúna un interés especial, al responder a un planteamiento de producción diferente al de las anteriores propuestas internacionales de la realizadora catalana. No se trata ya de un título tan indie como «Cosas que nunca te dije» o «Mi vida sin mí», ni tampoco tiene un formato «proderechos humanos» en la línea de «La vida secreta de las palabras». Se acerca más a lo que es un encargo de Hollywood, ya que dispone de un cotizado reparto para la adaptación de una novela de uno de los autores norteamericanos más premiados de los últimos años. La ventaja para Coixet es que sigue siendo una película pequeña, con un presupuesto de trece millones de dólares y rodada en Canadá. El productor es Tom Rosenberg, dueño de la compañía Lakeshore, con la que consiguió llegar a los Óscar gracias a Clint Eastwood y «Million Dollar Baby».
«Elegy» es un encargo, porque Isabel Coixet no ha tenido posibilidad de intervenir en la escritura del guión, concentrándose en el trabajo de dirección interpretativa y de puesta en escena. El guionista contratado por el estudio ha sido el experimentado Nicholas Meyer, quien en la década de los 70 destacó por sus argumentos imaginativos basados en textos de Arthur Conan Doyle («Elemental, Dr. Freud») o H.G. Wells («Los pasajeros del tiempo»). Evidentemente, no le han escogido para este trabajo por su primigenia vena fantástica, sino por ser el adaptador de «La mancha humana», película igualmente basada en una novela de Philip Roth. En aquella ocasión se pensó que un director veterano como Robert Benton venía bien para entender a un escritor que, en su etapa más reciente, habla ya sobre el envejecimiento.
Si bien es cierto que Philip Roth se expresa a través de personajes, que suelen ser viejos profesores universitarios de literatura enfrentados a su declive vital, no lo es menos que éstos mantienen contactos sexuales con jóvenes alumnas, por lo que se establece un constante diálogo intergeneracional en torno a las relaciones entre hombres y mujeres. Isabel Coixet puede aportar a esta nueva adaptación el punto de vista de la parte femenina del relato, muy importante a la hora de constatar que ellas maduran antes que ellos, quienes en el fondo nunca dejan de ser niños o comportarse como tales. Además, aparecía como la que mejor podía dirigir a Penélope Cruz, quien había formado parte del proyecto desde el principio. La novela de Philip Roth «El animal moribundo» se publicó hace siete años, siendo los derechos cinematográficos inmediatamente adquiridos. Al principio, la actriz iba a tener como pareja a Al Pacino, pero con el paso del tiempo fue sustituido por Ben Kingsley, quien se encarga de dejar claro en la pantalla que, con el cambio, la película ha salido ganando.
La cuestión es que ha tenido que ir Isabel Coixet a Hollywood para que Penélope Cruz pueda tener su oportunidad allí, en vista de que hasta la fecha no han sabido dirigirla, pese a que el cine europeo descubrió hace tiempo cual es el tipo de papel que le va, sobre todo después de que el italiano Sergio Castellitto diera con la fórmula adecuada en «No te muevas». Ahora juntas, la realizadora y la actriz van a mostrar a los norteamericanos el camino a seguir, indicación que se extiende asimismo a un actor de la categoría de Ben Kingsley, al que en la meca del cine colocan en caracterizaciones de una pieza, sin darle la posibilidad de lucir cada uno de los matices de su variado registro interpretativo. Por una vez, se mueve en el terreno de la ambigüedad, donde es un auténtico fuera de serie, capaz de arrastrar consigo a una Penélope Cruz muy necesitada de que sus compañeros de reparto masculinos la miren de otra forma. A esa mirada distinta contribuyen las distancias cortas marcadas por la cámara de Coixet, con lo que las expresiones de los rostros dominan el lenguaje de los cuerpos. El deseo aflora a través de los ojos con una intensidad que supera al potencial erótico físico, y a ese nivel es al que se compenetran actor y actriz.
El profesor Kepesh es un hombre liberal que nunca ha sentido un compromiso moral o sentimental en las relaciones sexuales con sus alumnas, pero al entrar en la vejez empieza a notar que el pasado le pasa factura y que adquiere una conciencia del daño que ha podido causar. El sexo le ha servido para vivir sin implicarse, algo que ya no le resulta posible, puesto que finalmente le ha conducido a lo inevitable: el enamoramiento. La culpable de dicha transformación es una estudiante cubana llamada Consuela, quien ha venido a demostrarle que los sentimientos realmente no tienen edad, porque el aprendizaje no acaba nunca. En consecuencia, la conclusión que se puede extraer del trascendental encuentro es la de que, en lugar de irse muriendo lentamente, hay que crecer.
«Me parece que Ben Kingsley tiene los ojos más increíbles que he visto -dice Isabel Coixet.... Recuerdo un día... una escena muy simple. Ben había servido coñac y caminaba hacia Penélope con dos copas. Yo estaba detrás de la cámara pensando: `Dios, esos ojos tienen realmente hambre... es como si la devorara con los ojos'». Después, Coixet le preguntó a Kingsley qué es lo que estaba pensando mientras rodaban la escena. Le dijo: «Estaba contemplando mi muerte».
Dirección: Isabel Coixet.
Guión: Nicholas Meyer, sobre la novela de Philip Roth «El animal moribundo».
Producción: Tom Rosenberg, Andre Lamal y Gary Lucchesi.
Fotografía: Jean-Claude Larrieu.
Intérpretes: Ben Kingsley, Penélope Cruz, Patricia Clarkson, Dennis Hopper, Deborah Harry, Peter Sarsgaard, Antonio Cupo, Sonja Bennett, Kris Pope, Chelah Horsdal.
País: EE.UU., 2008.
Duración: 108 minutos.
Género: Drama existencial.
De nuevo las relaciones entre literatura y cine se ven complicadas, esta vez por culpa de la mala sintonía entre el mundo editorial y el de la producción de películas. El estudio que compró los derechos de la novela de Philip Roth «El animal moribundo», al trasladarla a la pantalla, ha considerado que ese título era demasiado fuerte o deprimente para el espectador, por lo que ha elegido otro más poético en contra de la opinión de Isabel Coixet. Sin embargo, el hecho de que la película de la realizadora catalana se titule «Elegy» provoca no poca confusión, debido a que Mondadori ha editado en el Estado español el último libro de Philip Roth, originalmente titulado «Everyman», rebautizándolo como «Elegía». Habrá que ver como se acaba llamando en caso de una posible adaptación cinematográfica. M.I.