Crónica | Teocracia israelí
Los ultraortodoxos inician la guerra del pan con motivo de la Pascua judía
La insistencia de la comunidad religiosa de hacer extensiva a toda la población la prohibición de comer productos con levadura durante la Pascua judía o «Pesaj» ha llegado a la Knesset (Parlamento) y ha abierto en Israel la «guerra del pan».
Ana CÁRDENES Jerusalén
La Knesset, que no está en período de sesiones, ha celebrado una reunión de urgencia para decidir sobre la venta de estos productos desde mañana hasta siete días después, semana durante la que los judíos observantes no deben comer, tocar o ver la levadura.
El precepto es tan rígido que en los hogares y restaurantes religiosos ha de llevarse a cabo una limpieza exhaustiva para que no quede ni una miga de productos que hayan sido elaborados con levadura.
«Mi hermana me ha dicho que no puedo estudiar esta semana por si hubieran restos de galletas o pan en algún libro, y no quiere que los toque», pese a que los ha limpiado todos «página por página», explicó Ben, un joven israelí laico pero de familia religiosa.
En los supermercados, los pasillos con productos con levadura han sido sellados y los estantes que estarán abiertos durante las fiestas sometidos a una limpieza escrupulosa.
«Los restaurantes kosher (aquellos que cumplen las estrictas leyes judías sobre la alimentación) tenemos que cerrar un día para hervir todos los platos, vasos, cubiertos e incluso los saleros, y meter las cazuelas y sartenes al horno llenos de agua hasta que el metal se ponga rojo», explica Nir Pereg, dueño de un restaurante de este tipo en Jerusalén.
Los judíos de origen centroeuropeo, los ashkenazis, extienden la prohibición de comer a otros alimentos leudantes, como el arroz o las legumbres.
Huída de Egipto
La tradición de comer sin levadura durante la semana pascual recuerda que antes de huir de la esclavitud en el Egipto faraónico, hace más de 3.000 años, el pueblo judío no tuvo tiempo para dejar fermentar el pan y comió pan ázimo.
«Siete días comeréis panes sin levadura; y así el primer día haréis que no haya levadura en vuestras casas: porque cualquiera que comiere leudado desde el primer día hasta el séptimo, aquella alma será cortada de Israel», se ordena en el Libro del Éxodo (12:15).
La legislación israelí prohíbe que se exhiban en lugares públicos productos con levadura, a excepción de los barrios con mayoría musulmana, pero la comunidad religiosa judía exige que se vaya más allá y se impida su venta en todo el país.
La reciente sentencia de un tribunal, que declaraba inocente a una pizzería que el año pasado abrió en estas fechas y había sido multada por el Ayuntamiento de Jerusalén, ha desatado las críticas y puesto sobre la mesa el debate sobre el derecho de la población laica a comer esos días pan y otros alimentos básicos de su dieta.
Los jueces consideraron que el local de Chillis Pizza, en el centro de Jerusalén, no es un «espacio público», en una decisión duramente contestada por rabinos, grupos religiosos y también por diputados y altos cargos públicos.
Varios miembros del partido religioso sefardí y mizrahim Shas amenazaron tras conocer la sentencia con abandonar la coalición de Gobierno y dejar en minoría al Ejecutivo de Ehud Olmert, mientras que el rabino jefe de Israel, Yona Metzger, declaró que la sentencia «desafía la ley de la Torah».
La Fiscalía de Jerusalén argumentó que «la decencia común y el respeto mutuo exige que se haga cumplir la prohibición de vender pan», y señaló que la población no observante puede comprar esos productos en los barrios musulmanes de la ciudad.
Dispuestos a ir a La Haya
Más dura fue la reacción del ministro de Asuntos Religiosos, Itzjak Cohen, que aseguró que la sentencia es «como una pistola puesta sobre la sien de los judíos», y pidió que se lleve el caso ante el Tribunal Internacional de La Haya.
Mientras, los beneficiarios de la sentencia la consideraron un avance hacia el respeto a todas las creencias.
«Lo único que queremos es trabajar y responder a la enorme demanda de pizza que hay en esa semana», dijo Allison Lahav, propietaria de la pizzería en cuestión, que asegura que durante la Pascua se vende el triple de lo normal.
Cada año, durante esta fiesta sufre insultos y amenazas de grupos de ultraortodoxos que se manifiestan a gritos frente a su local, pero este año temen que las cosas lleguen a más y han decidido contratar personal de seguridad.
«Yo tengo veinte empleados. En la semana de Pesaj tengo que seguir pagando sus salarios, los impuestos al Gobierno y el alquiler del local. Nadie paga mis facturas ni pone comida en mi mesa y sin embargo me dicen que tengo que cerrar», dice Lahav.