Da Silva culpa a los países ricos de la carestía de los alimentos
«No me digan que la comida es cara por culpa del biodiésel. Es cara porque el mundo no estaba preparado para que comieran millones de chinos, indios, africanos y latinoamericanos», subrayó Luiz Inácio Lula da Silva en defensa del etanol. Afirmó que la subida del petróleo, la especulación y el cambio climático son los responsables de la carestía de los productos.
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Tal y como estaba previsto, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, hizo una ardorosa defensa de los biocombustibles y, en respuesta al ex relator de la ONU Jean Ziegler, denunció que «el verdadero crimen contra la humanidad es relegar a los países pobres a la miseria» y cerrarles la puerta del desarrollo. En declaraciones a un periódico francés, Ziegler sostuvo que la producción y uso de los biocombustibles se han convertido en un «crimen contra la humanidad» debido a la subida de los precios de los alimentos.
«Es un muy fácil estar sentado en un sillón en Suiza y opinar sobre lo que pasa en Brasil o en África», resaltó Da Silva, para quien productos como el etanol «pueden ser una salida a la miseria». En ese sentido, negó que la bioenergía sea «el villano de esta historia». Tras Estados Unidos, Brasil es el segundo productor mundial de etanol.
Da Silva puso la experiencia de Brasil como ejemplo de las bondades de esta energía que supone el equilibrio entre «lo social, lo económico y lo ambiental». «Me espanto cuando intentan crear una relación entre el aumento del precio de los alimentos y los biocombustibles. Me espanto cuando no hablan del impacto de la subida del petróleo en el precio de los alimentos. Me espanto cuando no hablan del impacto de los subsidios agrícolas en los países desarrollados», manifestó.
En su opinión, gran parte de la responsabilidad de la actual crisis es de los países desarrollados y del «proteccionismo» que regula sus mercados agrícolas. Ello, resaltó, «causa distorsiones que crean dependencia» e impiden el desarrollo de las naciones más pobres, que «no pueden seguir asumiendo las culpas de los más ricos». Éstos, añadió, «aprueban instrumentos como el Protocolo de Kyoto y dejan la responsabilidad de cuidar el ambiente en los más pobres, a los que por evitar la deforestación, les ofrecen créditos de carbono que luego no pagan».
Críticas al comercio actual
Asimismo, responsabilizó de la crisis a los «carísimos precios» del petróleo, que impactan en el transporte y en toda la cadena productiva, a las cosechas afectadas por el cambio climático, a la especulación en los mercados de materias primas y a que «hoy hay más bocas para alimentar, porque los pobres comenzaron a comer».
Calificó de «lamentable» que los países ricos «sólo reaccionen ante la emergencia» y alerten ahora sobre el hambre, cuando desde hace décadas «miles de millones de personas van a dormir sin comer».
«Europa y Estados Unidos tienen que ceder y quienes tienen que ganar son los pobres», declaró. En ese marco, instó a «acabar con el proteccionismo» agrícola y a adoptar la seguridad alimentaria «como política de Estado global», porque «las estructuras actuales» del comercio no están hechas para incluir, sino para «relegar a los más pobres a la miseria».
Sobres las recientes protestas en una treintena de países, entre ellos, Haití, resaltó que «era necesario ver estas escenas dramáticas para despertar con urgencia y encontrar una solución definitiva al reto de la pobreza».
Lamentó que el mundo esté «pobremente equipado para enfrentar y solucionar el peor mal de nuestros tiempos», en alusión al hambre.
Antes de finalizar su intervención en la apertura de la Conferencia Regional de la FAO, emplazó a este organismo de la ONU a promover un debate «serio, responsable e informado» sobre la bioenergía.
Por su parte, el director general de la FAO, el senegalés Jacques Diouf, consideró que la crisis alimentaria «no tiene un único factor» y que el posible impacto de los biocombustibles debe ser tratado «seriamente».
Recordó que con ese fin, la FAO ha organizado para junio una conferencia especial en Roma, a la que «todos los líderes mundiales están obligados a asistir», pues es necesaria una «respuesta política» para atajar «la propagación de los motines por causa del hambre».
El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, anunció que ha encargado un estudio «sin tabúes» sobre el impacto de la producción de biocarburantes en la agricultura, la alimentación y el medio ambiente. El comité científico de la Agencia Europea de Medio Ambiente ha recomendado a la UE que realice «un nuevo y completo estudio sobre los riesgos ambientales y los beneficios» de esta energía. Según Barroso, el objetivo de las políticas de la UE es evitar «el descontrol» en la producción e implantar una política «aceptable y sostenible. Estamos contra los biocarburantes no sostenibles, como los que se producen en partes de América», subrayó.
El director general de la FAO, Jacques Diouf, advirtió de que la actual crisis alimentaria no es más que «una señal» y que si no se aumenta la ayuda a la agricultura, habrá «catástrofes en los países afectados», y que éstas impactarán en la estabilidad mundial».
El comisario europeo de Comercio, Peter Mandelson, alertó de las tendencias proteccionistas que algunos países están adoptando para hacer frente a la escasez alimentaria. En su opinión, las medidas proteccionistas -limitar la exportación de arroz o trigo, por ejemplo-, es «una vuelta a políticas mercantilistas del pasado, con las que sólo se logra una ilusión de seguridad alimentaria».
Para evitar la subida de los precios de los alimentos y los riesgos de escasez, países como Haití, Indonesia y Kazajistán han impuesto restricciones en las exportaciones de arroz para que los comerciantes locales no favorezcan a los clientes extranjeros. Mandelson, por el contrario, abogó por la apertura de los mercados mundiales.
Por su parte, la secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice, prometió medidas suplementarias para atajar esta crisis.GARA