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«Sientes miedo porque no sabes ni cuándo ni por dónde te van a venir»

Otra mañana gris de abril. No llueve, pero amenaza, y por las calles de Bermeo la mayoría habla del tiempo, que aquí no es hablar por hablar. Del tiempo y del «Playa de Bakio», un asunto que, como la lluvia y salvando las distancias, todos esperan que al final se quede sólo en amenaza.

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Anjel ORDÓÑEZ

Los conocimientos geográficos del bermeano de a pie son superiores a los del vizcaino medio. Qué remedio. Todos saben perfectamente dónde está el cuerno de África y, lo que es más, a nadie ha pillado por sorpresa lo que está ocurriendo en la costa de Somalia. Sin restarle ni un ápice de importancia ni crudeza a lo que están pasando los tripulantes del «Playa de Bakio», no entienden demasiado el enorme revuelo mediático creado a su alrededor. Será porque ellos hace mucho tiempo que saben que en el mar hay piratas. Y que no tienen pata de palo, ni tampoco loro, pero sí muy malas intenciones.

«Todavía me acuerdo de una noche que pasamos hace años, con los ... en la garganta. Teníamos ya el pescado, era la hora de volver a casa y navegábamos por el límite de las 200 millas, con todas las luces encendidas y pendientes del menor pitido en el radar para echar a correr». Juan Manuel Akarregi ya está retirado, pero durante un tiempo le tocó navegar por aguas poco tranquilas.

Hoy sólo paseamos tranquilamente por Lamera, pero él sabe perfectamente que en la costa africana del Índico, ante la menor sospecha de peligro, la única opción posible es huir lo más rápidamente posible. «No sé cómo les habrán sorprendido -dice en referencia a los tripulantes del «Playa de Bakio»-, por- que manejan unos prismáticos que alcanzan seis millas y unos radares que cubren hasta 140».

Tampoco se lo explica José Antonio Barragán. Este lekeitiarra es patrón de pesca y permaneció en la zona hasta el pasado mes de diciembre, siempre con el temor pegado al cuerpo. «El miedo existe. No sabes cuándo ni por dónde te van a venir. Pero ese miedo te hace estar más atento; se hacen guardias entre los barcos que estamos en la zona y cualquier anomalía se transmite enseguida por radio. Se toman todas las precauciones, pero no siempre valen, como se ha demostrado en este caso. Y yo sé positivamente que han estado haciendo las guardias debidas, pero cuando te localizan es difícil escapar».

No es prudente ofrecer resistencia. «Hay que tratar de evitar encontrarse con ellos, porque una vez que están cerca es arriesgado tratar de impedirles que suban a bordo, cuando sabes que al final te van a alcanzar; es una tontería porque si les pones las cosas difíciles luego ellos, cuando suban, se van a comportar peor contigo. Lo importante es salvar las vidas, porque los héroes a menudo terminan bajo tierra».

Así que, con esta gente, pocas bromas. «Cuando trabajaba en la zona, me pilló dos veces en situación de golpe de estado. Allí era: `Tú, contra la pared', un par de tiros, tapar con un plástico y listo», recuerda el cocinero Akarregi mientras seguimos hacia el puerto viejo, hoy convertido en deportivo y repleto de barcos. Su descripción la completa más tarde Barragán, de forma descarnada: «En esa zona, una vida vale menos que un transistor».

Los piratas han mejorado

Por un momento compartimos camino con el armador Eugenio Lauzirika, que también sabe bastante de piratas. «Han mejorado mucho. Antes venían con una lancha pequeña y un rifle; pero con el paso de los años han evolucionado y ahora utilizan lanchas más modernas y potentes, y armamento más peligroso, como los lanzagranadas».

Mucho más aún. Barragán analiza paso a paso el modus operandi de estos temibles filibusteros: «Actúan de la siguiente forma: tienen unos barcos de unos 30 ó 40 metros de eslora, que utilizan de camuflaje; cuando lo ves, parece un pesquero que está faenando por allí, pero dentro esconden las lanchas neumáticas; las botan al agua y, como tienen una velocidad de hasta cuarenta millas, alcanzan a cualquier barco».

Queda claro que no son los piratas chapuceros de Astérix y Obélix. «Ni mucho menos -confirma este patrón-, tienen entrenamiento militar. Hay mercenarios de origen inglés, alba- nokosovar, ruso... gente de altos conocimientos militares que entrenan a los piratas. Los otros, los chapuceros -añade - simplemente entran en el barco, se llevan lo que pueden y se van».

El reciente anuncio del Gobierno somalí de que afrontará la crisis por la fuerza, utilizando el Ejército, no ha sido bien recibida entre quienes saben lo que está en juego. «Es una mala noticia, porque además de anunciar que los van a reducir por la fuerza han dicho que los piratas están condenados a muerte, por lo que van a estar dispuestos a todo», opina Eugenio Lauzirika.

Y también en esto le acompañan Akarregi -«si fuera el francés, seguro que los piratas ni se enteraban, pero éstos... Primero hay que entregar la pasta y luego detenerles si se puede, pero no arriesgar la vida de nadie»- y Barragán -«liberarlos por la fuerza es muy mala idea. Si entran a trapo va a haber muertos, porque un pirata de ésos, cuando se ve en su fin, muere matando. Lo interesante es negociar, pagar lo que haya que pagar y las medidas que haya que tomar que vengan después. Primero salvar las vidas»-.

Ahora es tiempo de incertidumbre, especialmente para la tripulación del «Playa de Bakio». De eso no cabe duda. «Los piratas no les dejan hablar. Realizan las comunicaciones justas para negociar y les permiten hablar para que las compañías sepan que están bien y que sigan negociando. Se pone de vez en cuando un tripulante y entonces se sigue negociando. Pero se han escuchado casos en los que incluso han matado a personas en las negociaciones». Esto último Barragán no lo puede confirmar de primera mano, «pero sí lo he oído frecuentemente».

Una suma no muy elevada

El hecho de que la motivación de los raptores sea económica es una buena señal, en opinión de Lauzirika. «Da la impresión de que el rescate que se va a pedir no es una suma muy grande, y por lo tanto hay que ser optimistas». Incluso se atreve a aventurar una cifra: «No creo que sea superior a los 100.000 euros, espero que con eso se conformen».

Barragán sigue explicando los métodos, que ha aprendido -por la cuenta que le trae- en sus dos años de estancia en la zona. «Éstos trabajan a través de bancos suizos. Cuando vean que el dinero que han acordado está en la cuenta que han indicado, liberarán a los rehenes».

Se prolonga nuestro paseo. Con la iglesia de Santa Eufemia enfrente, profundizamos en el tema de la seguridad. «Esto se viene advirtiendo desde hace muchos años y no se han preocupado; claro, ellos ya tienen sus escoltas, los demás que se busquen la vida», afirma con amargura Akarregi. Pero no parece ser tan fácil. Lo explica gráficamente Eugenio Lauzirika: «Es muy complicado garantizar la seguridad porque la costa es muy larga, son cientos de kilómetros; es como si tú estás en Barcelona y ocurre algo en Cádiz. Se necesitarían muchos barcos y eso significa mucho dinero».

Los señores de la guerra

El patrón lekeitiarra tiene una opinion intermedia: «La presencia militar sería efectiva, pero sólo hasta cierto punto. Somalia es un país que no tiene un gobierno estable, hay cuatro señores de la guerra, cada uno con su ejército, y es difícil controlar la situación». Añade que «la única solución es que se patrullen las costas de forma continuada, con suficientes barcos de guerra venidos de países de la Unión Europea. Poniendo un par de fragatas todos los países a turnos, el problema podría llegar a desaparecer. Pero eso cuesta un dinero, demasiado dinero, y por eso no sé si sería viable».

Ahora, de momento, se prevé una temporada de calma. «Los piratas tienen una organización muy compleja que va más allá de la zona de África. Manejan información internacional, y saben en qué momentos actuar y en cuáles no. Ahora, con la polvareda que se ha levantado y con la intervención de los es- tados, estarán una temporada sin operar».

Pero, tras la calma, pronto puede volver la tormenta. Y sin embargo, Barragán no ve alternativa. «Ahora estoy destinado en el Océano Atlántico, pero si me destinan otra vez a esa zona de África, volvería a ir». No en vano estamos hablando de la zona del Índico con mejores recursos pesqueros. «Si evitas esas zonas se bajaría tanto el rendimiento que no interesaría ir hasta allí. Los barcos van a seguir yendo, de eso no hay duda».

El paseo va terminando y el día ha mejorado mucho. Como si fuese un presagio, en Sollube ya no hay niebla y el sol gobierna ya sobre el cielo de Bermeo. Una vez más, Euskalmet y Ana Urrutia la han clavado. Antes de abandonar el pueblo, pasando junto al ballenero «Aita Guria», nos acordamos de un mensaje del armador Lauzirika: «Hay temor e incertidumbre, pero también mucha esperanza».

 

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