La reanudación de las hostilidades en varias regiones de Burundi, que atizó el fantasma de la guerra entre la población, ha puesto en evidencia las diferencias irreconciliables entre el Gobierno de Bujumbura y las Fuerzas Nacionales de Liberación (FNL) y aleja cada vez más las perspectivas de una paz duradera.

«El Gobierno quiere reducir a las FNL a un movimiento residual y las FNL quieren obligar al Ejecutivo a negociar la división del poder», señaló a France Presse un diplomático, quien consideró que «es necesario ejercer fuertes presiones sobre ambos actores beligerantes».

La ofensiva ha causado, desde el 17 de abril, al menos la muerte de 38 personas, dos de ellas civiles.

En setiembre de 2006. ambas partes habían firmado un alto el fuego.