Estanis Etxaburu Solabarrieta Ex preso político
Más que un juicio contra la Audiencia Nacional
Etxaburu realiza una defensa profunda y sentida del movimiento pro-amnistía. No en vano él ha sido una de las personas que, tanto desde dentro de la cárcel como desde fuera, ha conocido de primera mano el valor de la solidaridad y del trabajo político desarrollado por los 27 encausados y por miles de personas en las últimas décadas.
Pintan bastos. Pintan bastos en Madrid, en París, y muy especialmente aquí, en Euskal Herria. Aun y todo, la claridad de las ideas, el brindis de la labor compartida (las copas) y un afilada coherencia (las espadas) son seculares alforjas de viaje hacia un decidido futuro.
Los hay quienes roban en Hacienda o en el Guggenheim y viven tranquilos; los hay quienes después de asesinar y enterrar en cal vida a exiliados políticos vascos, hoy pasean por las calles; los hay quienes en nombre del Estado crearon sus sangrientas cloacas y hoy no tienen esa necesidad, pues aquella represión la han convertido en ley.
Mientras tanto, hay 27 mujeres y hombres de este país que mantienen un encomiable ejercicio de dignidad, coherencia y orgullo ante una instituida, y bien instituida, injusta y cruel casa judicial por donde han pasado ya miles y miles de vascas y de vascos. Gente amenazada a diez años de aplicación de una asesina política penitenciaria, y todo ello por el hecho de realizar una labor pública, social, de denuncia ante un letal atropello represivo que emana de una imposición política y militar de dos Estados, francés y español, contra Euskal Herria. En su componente militarizante, de control social y violencia policial; de persecución política, de criminalización e ilegalización; de tortura y macabra política carcelaria.
Los hay quienes hoy nos hablan de ciertas consultas sobre el derecho a decidir y al día siguiente nos dicen que desean pactar con los invasores que pretenden hacer desaparecer la disidente opción política independentista; los hay quienes, pretendiendo adueñarse de la ética y de la moralidad, por medio del uso y abuso del uniforme armado autonomista y del asalto a las alcaldías, dan paso a un cinismo del negocio político y fascista que conlleva todo un sufrimiento para el opositor; los hay inquisidores políticos y alcaldes que sobre unos actos violentos imponen acciones de condena a la oposición y a su vez se escapan de los plenos para no exigir la adopción de medidas contra la habitual tortura.
Mientras tanto, hay 27 vascas y vascos que entienden que en este impuesto marco jurídico-político aquella única defensa posible es el relato directo de una realidad que pretende un genocidio (¡todos a la cárcel!): dando la voz al que padece y a su vez lucha, dándole imagen y grito a la eternamente solapada tortura, dando la palabra a una militancia política golpeada también en las calles y en prisión. Una denuncia en vivo con todas sus consecuencias, tanto sociales como políticas. Tal actitud deja bien a las claras el carácter altruista, comprometido y solidario del que hace gala la trayectoria de décadas y décadas del movimiento pro-amnistía, algo que para sí quisieran negociantes trajeados alcaldes, diputados, parlamentarios y demás corte bajo palio invasor y fascista.
Los hay quienes pretenden seducir a españoles y franceses ofreciendo pactos bajo el único e indivisible marco de la respectiva constitución. Pactos que nada tienen que ver con el derecho a decidir de las vascas y los vascos, sino más bien con el sentirse cómodos en un extranjero estado y mantener la gestión del marco actual. Para ello está la «fontanería vascongada del país»: todos los puestos y contratos a dedo; una Euskal Telebista que más que informar opina y opina (anti-ezker abertzale, por supuesto) para dar saltos hacia los puestos de Sabin Etxea; una ETB calificada como pública y vasca que, ante la sagrada reliquia del cuerpo de nuestro comandante Kandido Saseta, mantiene la mezquina y cobarde actitud de silenciar toda historia y todo homenaje; una Policía vasca bajo el mandato de Ibarretxe que de policía tiene demasiado, nada de euskaldun y mucho de servilismo político-social bajo ley española, mediando una persecución y una brutalidad para finalmente provocar el aislamiento político y el encarcelamiento de abertzales. Un hacer sufrir, pretender hacer desaparecer todo clamor independentista y facilitar el camino a un PNV que sólo conoce de gestión, euros y despachos. Digámoslo claro: un partido político violento y, sobre todo, cobarde.
Ymientras esto sucede, 27 vascas y vascos se sientan delante de un tribunal que, a su vez, es calificado por los mismos encausados como un instrumento de verdadera presión contra todo lo que supone un mundo antirrepresivo y denunciante; un tribunal político-judicial que sí juzga ideologías, que sí utiliza como únicas pruebas aquellas que son de actuación política, que aplica regímenes de incomunicación que facilitan la aplicación de la tortura, que ni persigue ni toma medidas contra la misma, que sí es parte de una justicia injusta que condenará a los imputados a años de cárcel, alejamiento y aislamiento. Una Audiencia Nacional que también controla las condiciones de vida de las presas y presos políticos vascos, su día a día, así como la «efectividad» del cumplimiento total de las condenas impuestas; siendo así que hay presos que padecen graves e incurables enfermedades a los que no ponen en libertad, o aquellos otros a los que aun habiendo cumplido las condenas tampoco ponen en libertad en aplicación de relecturas de cariz altamente político y provocadas por la misma Audiencia Nacional. 27 mujeres y hombres que se convertirán en parte del Colectivo de Presas y Presos Políticos Vascos, aportando al proceso de liberación su lucha intramuros contra unas crudas condiciones de vida, contra enfermedades y largas condenas bajo secuestro político, reivindicando la amnistía y la autodeterminación para Euskal Herria.
Ante toda esta injusticia violenta, el movimiento pro-amnistía es un activo imprescindible para este país tan fuertemente golpeado como es el nuestro. Un mundo solidario y comprometido ante el torturado; ante el preso indefenso; ante el señalado, criminalizado e ilegalizado; ante el familiar al que se le imponen mil obstáculos e incluso arriesga su vida; ante un pueblo militarizado e invadido y una interminable actitud compartida por miles y miles de personas y que avanza en defensa de unas libertades democráticas. Es decir, por los derechos civiles y políticos de las vascas y los vascos, así como en defensa de los derechos de Euskal Herria como nación que es. Una constante labor social y política, en denuncia de una represión que no hace más que alimentar un conflicto de raíz netamente político-militar contra nuestro pueblo.
Quizás algún día alguien levante el arco detector que tiene la Audiencia Nacional a su entrada e instalen otra máquina capaz de medir el sufrimiento producido y la capacidad de amar un pueblo que pretende ser libre. Bien seguro que los resultados obtenidos serían abrumadores, marcando una clara diferenciación entre los que allí han sido colocados para ejercer una concreta labor y a los que allí llaman una vez pasados por la humillación, el golpe, el horror de la bolsa, la bañera, el electrodo... signos de la amenaza, del miedo, del pánico, del odio y de la pretendida desesperanza.
Pintan bastos. Aun y todo, sabemos lo que queremos, pues lo necesitamos realmente. Y mirando al tan ansiado día, hay momentos en que levantamos nuestras copas en señal de solidaridad, compromiso y convicción. Es así que los 27 mantienen afilada la espada de la coherencia y de la dignidad, características intrínsecas de una gente que lucha, que ama y que se hace amar. Gora zuek! Los demás, deberíamos de pretender ser el número 28.