Hace no tantos años, el ex presidente rojillo Javier Miranda apareció en prensa y televisión ataviado con un bañador y dándose un chapuzón en la donostiarra playa de La Concha. Fue el postre a un agónico partido de fútbol jugado en Anoeta entre un equipo que no se jugaba nada (Real) y otro que trataba de huir del descenso (Osasuna). La historia es harto conocida. La afición blanquiazul se vistió de rojilla -en muchos casos literalmente, lo sé porque estuve allí- y animó sin descanso a los de Iruñea. Anotó Iván Rosado y todo el pescado parecía vendido. Demetradze pareció no enterarse de la fiesta y fue abroncado por su parroquia cuando casi empata el partido. Al final se salvó Osasuna y bajó, si mal no recuerdo, el Oviedo de un tal Oli que ya se olía algo cuando declaraba que «entre vascos siempre se echan una mano».

Más reciente está lo sucedido el año pasado en El Sadar. En Donostia todavía escuece. No el 2-0, sino algunas actitudes. A lo que iba, que el rival y la afición no son las mismas en Donostia y en Santander, y además el Racing se juega el pase para la Uefa. Razón de más para hacer la solemne promesa de bañarse en la playa del Sardinero si se salva la categoría. Anímate Izco y muéstranos ese cuerpo serrano.