CRÓNICA «Diálogos con la literatura»
Cantautores en busca del porqué de las cosas y del poder curativo de la música
El encuentro protagonizado ayer por Ruper Ordorika y Luis Eduardo Aute fue el más concurrido de todos los celebrados hasta ahora en el ciclo «Diálogos con la literatura». La gran sala de la Biblioteca de Bidebarrieta se quedó pequeña.
Karolina ALMAGIA
Había que conversar sobre «literatura y música», pero el coloquió derivó por muchos otros derroteros. Luis Eduardo Aute (Manila, Filipinas, 1943) habló mucho; Ruper Ordorika (Oñati, 1956), mucho menos. El primero desveló que comprendió que él también podía ser cantautor cuando vio a Dylan cantar con esa «voz desagradable» unos textos tan «surrealistas»; el segundo achacó al poder «balsámico» de la música el haber cedido un día al impulso «incomprensible» de subirse a un escenario.
Aute, artista multidisciplinar y autor de canciones emblemáticas como «Las cuatro y diez» o «Al alba», explicó que siempre tiene todo tipo de proyectos entre manos, porque, si no, se «aburre». Y que, si escribe, pinta o compone, es por conocer nuevos lenguajes. «La base de mi trabajo es el ser humano, como ser vivo que cae en el Planeta Tierra sin saber para qué y después descubre que su paso por la vida es finito», indicó. El ser humano y, añadió después, «su espejo», la persona amada. «Esa necesidad de conocerse, ese fenómeno que se llama pasión amorosa, me interesa mucho, como también me intriga la relación del ser humano con sus congéneres, una relación que casi siempre es errónea e injusta». Con sus canciones y poemas, prosiguió, intenta «encontrar el porqué de las cosas», algo que nunca consigue. «Si encontrara las respuestas, la vida ya no tendría sentido. Pero, si uno no se hace esas preguntas, está muerto en vida». En cambio, Ruper a veces piensa que utiliza la música precisamente para evitar preguntarse constantemente de dónde venimos y a dónde vamos. «Siempre he creído que la música tiene algo curativo, balsámico. Pienso que el impulso de subir a un escenario tiene que ver con eso. Yo trabajo de modo muy artesanal y en muchas menos direcciones que Aute. En lo mío hay mucha constancia y pocas sorpresas». «Escribir una canción o un poema es una terapia personal muy barata y muy eficaz -corroboró Aute-. Estamos muy solos y cada vez más incomunicados. Nos han robado hasta la posibilidad de descubrir la pasión amorosa. Debemos intentar recuperar éticas perdidas».
La relación entre la música y la poesía fue otro de los temas que se abordó ayer en Bidebarrieta. Para los dos compositores, musicar poemas, propios o ajenos, es una muy complicada tarea, aunque, como recordó Ruper, su primer disco fue enteramente de poemas de Atxaga. «En la nueva canción en euskara esto era muy común, quizás debido a la inseguridad que había con respecto al uso de la lengua». Y, sin embargo, Ordorika piensa que la canción tiene sus fórmulas propias. «A veces, la canción se resiente en el papel, no le gusta ser leída. Hay cosas que sufren en el papel, pero luego cantadas consiguen un eco». Para Aute, «el poema que no tiene música no es poesía. Es como el amor, que tiene que tener música. Lo de carne con carne sin música está bien, pero es otra cosa, es aerobic genital», dijo el cantautor filipino, quien confesó que le da «terror» musicar a poetas muertos.
El futuro
En otro momento salieron a relucir las nuevas tecnologías. «Me asustan, porque no las controlo, creo que soy analógico», bromeó Aute. Pero ambos se mostraron expectantes. «Hemos santificado el mundo del papel, tenemos al libro por elemento sagrado y parece que lo demás no es cultura, pero creo que estamos a las puertas de un gran cambio de posibilidades infinitas», dijo Ruper.
En el turno de preguntas, Aute hubo de contestar a cuestiones como la de qué le lleva a uno a crear. «Necesito un estado de ánimo especial. Cuando tengo ganas de contar algo, establezco comunicación con una interlocutora imaginaria, porque siempre es mujer, una mujer bella dispuesta a escuchar mis bobadas». Y finalmente, la la eterna cuestión de si la música sirve para cambiar el mundo. «Yo no sé si sirve para algo, pero a mí me sirve para vivir», contestó el autor de «Pasaba por aquí».