GARA > Idatzia > Eguneko gaiak

Luto en el Himalaya

«Yo quiero que el himalayismo sea parte de mi historia, y no al revés»

 

p002_f03_111x111.jpg

Perfil

Andoni ARABAOLAZA

Esta última expedición de Iñaki Otxoa de Olza fue un compendio de recuerdos. Comenzaba el trekking en Pokhara y lo terminaba justo al lado de donde se suele montar el campo base para la sur del Annapurna (8.091 m): el Santuario de los Annapurnas. Justo allí, enfrente del majestuoso murallón, se levanta el recordatorio de uno de los grandes amigos himalayistas de Iñaki: Anatoly Bukreev. Un alto en el camino para charlar con el kazajo que desapareció bajo una avalancha en la misma montaña hace 11 años. El iruindarra siempre lo tenía en el recuerdo: «Como escalador fue siempre por delante de la manada, y, como persona, fue mucho mejor que las serpientes que intentaron morderle por oscuras razones».

Allí, en el Santuario de los Annapurnas, Anatoly ya le ha preparado a Iñaki su sitio; un lugar en el que, seguro, pasarán horas y horas charlando sobre esa actividad que les pilló de forma fanática: la evolución del ochomilismo, los estilos que se practican, las polémicas encendidas que se dan... A partir de ahora será cosa de los dos.

Iñaki no quiso emular a nadie, menos al gran Anatoly; todo lo contrario, quiso participar en esa historia de los ochomiles del Karakórum e Himalaya sin ser uno de los protagonistas principales. Muy joven, con tan sólo 22 años ya intentaba su primer ochomil. No fue deportivamente la mejor de las experiencias, pero desde aquel momento el ochomilismo iba a ser parte principal de su vida: «Todavía hay algo que me quema dentro; no se cura. Si no fuera así, con ilusión, no iría; entre otras cosas, porque es mucho esfuerzo. Tu vida social es una ruina, tu físico se degrada. Me cuesta salir, pero el ochomilismo me aporta mucho. Practico la escalada en roca, en hielo, el esquí de travesía, el ochomilismo... Si me pides que deje una sería el ochomilismo, pero esto último es lo que me da de vivir».

Ya en 1995 se llevaba su primer ochomil; eso sí, no principal o secundario: el Shisha Pangma Central. Su primer ochomil de «verdad» lo conseguiría al año siguiente, esta vez por partida doble con el GI y el GII. Como las primeras, sus expediciones seguían el patrón de corte clásico. En 1999 tacha el Lhotse de su lista de los 14 más altos. Y dos años después, llegan otros dos: el Everest y el Cho Oyu. En el Everest , por ejemplo, fue la única ocasión en que utilizó oxígeno artificial.

Como cualquiera puede esperar, con 30 expediciones y 12 ochomiles, la carrera de Iñaki tuvo de todo. Pero con la entrada al nuevo siglo, y ya con un Iñaki más experimentado, las escaladas del iruindarra a los ochomiles del Karakórum e Himalaya toman otro cariz. En el 2003 son el Nanga Parbat y el Broad Peak los ochomiles que tiene que apuntar en la tarjeta de los 14. Unos de los boom de Otxoa de Olza llega con el 2004. Un año espectacular con un triplete: Makalu, Cho Oyu (campo base-cima en 11 horas y 16 minutos) y K2. Es decir, tres de los seis grandes sin oxígeno en un año. En cambio, el año siguiente su tarjeta se quedó en cero. Cada vez tenía más experiencia acumulada y cada vez quería pisar el acelerador un poco más. Así, en 2005 intentó 3 ochomiles en 4 meses (con invernal y solitaria en medio), pero el resultado fue cero. Una temporada bastante desgraciada para Otxoa de Olza.

Ya llevaba algunos años intentado y logrando algunas cimas en estilo exprés, es decir, subiendo lo más rápido posible. Tenía muy claro que lo mejor era pasar en altura el menos tiempo posible: «Es un estilo, como lo viví en el Makalu, que te permite ir con el arnés y sin cuerda, porque puedo subir y bajar sin utilizar la cuerda. Prefiero un alpinismo hipersencillo. Por ejemplo, de segundo grado en el que te llevas uno o dos piolets, pero si te caes te matas. Prefiero todo eso más que tener la seguridad de la cuerda fija».

Portento físico

Tras la sequía cimera del 2005, el año siguiente, en cierta medida, en la carrera ochomilística del alpinista iruindarra hay un punto de inflexión. Se marca dos objetivos: Manaslu y Shisha Pangma. Y esta vez, sí, se lleva las dos cimas, pero, además, con un toque de prestigio. Iñaki ya había demostrado su calidad física, sobre todo, por sus ascensiones exprés a varios colosos. Y esta vez, en el Manaslu se presenta con Jorge Egocheaga; otro fiera con un físico espectacular. Según Otxoa de Olza: «Jorge es en la actualidad uno de los ochomilistas más fuertes». Pues bien, el tamden Egocheaga-Otxoa de Olza casi se come el ochomil.

Después, durante el postmonzón, llegaría el undécimo: el Shisha Pangma. En esta ocasión, Iñaki prescindió de compañeros. Afrontó esta montaña en solitario, otro de los estilos que más le tiraba al iruindarra: «Siempre he dicho que he querido escalar un ochomil en solo real, como los de Messner. En ese objetivo busco más la soledad. El estado mental en ascensiones en solitario es especial. Aquí, en Euskal Herria, nadie apuesta por este tipo de ascensiones a las montañas más altas de la Tierra».

Era el otoño de 2006 cuando se hizo con la cima principal (ya había estado en la central); de los casi cien montañeros con lo intentaron en esa temporada del post-monzón, menos de diez llegaron a la cumbre, y uno de ellos fue Iñaki. Además de encarar solo la montaña, abrió una variante de 800 metros (III, 60º) para «burlar» las embestidas de los fuertes vientos. Un dato más: unió el campo 2 con la cima en tan sólo 12 horas. En esta expedición, Iñaki conjugó la rapidez con la escalada en solitario, y además, se les unía un componente nuevo en su faceta himayística; la apertura de una variante.

Sin ningún lugar a dudas, el montañero navarro se encontraba realmente en su salsa: «Quizás lo que me moleste es que la gente piense que voy al monte correr. Siempre he tenido la curiosidad de ver en cuánto tiempo puedo subir a una cima. Es una reventada de cuidado, pero me gusta darme caña. No tiene más valor que el físico; es como si fuera una maratón. Si voy rápido es porque entreno mucho y porque me cuido. Eso he aprendido más de, entre otros, Messner y Loretan que de otra gente lenta. Y casualidad o no, los citados son montañeros que han sobrevivido. Un himalayista tiene que tener en la cabeza que se está jugando la vida; en la carrera por los 14 ochomiles muchos se han quedado en el camino».

Llega 2007, y con él su última cima a un ochomil: el Dhaulagiri. Esta vez el navarro apostó fuerte (de nuevo con el asturiano Egochega), y, aunque logró cima, el resultado final tomó tintes dramáticos. Ya en plena bajada, a los dos alpinistas les sorprendió una dura tormenta; finalmente salieron por los pelos: «Ahora sí que he comprendido eso de morir tieso como un pájaro. Si te paras, te mueres. Peleamos por no morir».

Como cabe esperar para un ochomilista con 29 expediciones y 12 ochomiles, no fue la única ocasión en la que Iñaki pasó verdaderos apuros. Se vio envuelto en avalanchas de las que salió por los pelos, sufrió descensos al límite... Por decirlo de alguna forma, como en el caso de Juanito Oiarzabal con un montón de expediciones y 22 ochomiles, Iñaki también era un auténtico superviviente, y sentía que morirse como lo ha hecho en el Annapurna es un fracaso: «Yo no tengo ninguna intención de pasar a la historia del alpinismo. Yo quiero que el alpinismo forme parte de mi historia. Justo lo contrario de lo que la gente piensa. Creo que es vanidoso y soberbio que porque se abra una nueva ruta haces algo. Yo dentro de esa historia quiero sobrevivir. Quien triunfa en la carrera de los 14 ochomiles es que ha sobrevivido; quedarse en el camino es un fracaso. Prefiero que se me recuerde como persona y no como alpinista; yo no soy vanidoso».

Cámara y guía

Su experiencia y sus habilidades en los ochomiles tuvieron en un tiempo un importante eco fuera de lo que es el factor deportivo. Trabajó como cámara de altura para el programa «Al filo de lo imposible»; fueron siete años dedicados a la filmación de imágenes. Trabajó en las alturas como cámara y también como guía: «Se acabó lo de ser cámara, y salió el trabajo de guía; aprendí un montón. Es un trabajo delicado; la cámara también es una labor dura, y es que es como un tótem que atrae el mal tiempo. Pero también tuve muchos momentos gratificantes como la expedición al Cho Oyu de 2004. Fue una historia de amigos. Resultó una maravilla, porque todo salió bien y por la experiencia vivida con gente que iba por primera vez a un ochomil».

Con tantas expediciones y cimas a ochomiles, Otxoa de Olza, como muchos alpinistas que perseguían o persiguen la lista de los 14, también estuvo envuelto en la polémica. Xabier Eguskitza Kartajanari -uno de los que lleva la cuenta de las montañas ascendidas-, no le reconoció uno de los Cho Oyu que Iñaki marca con una X: «Sobre la historia de las cimas del Cho Oyu se puede escribir un libro».

También, en algún caso, se le echó en cara que vendía sus ascensiones rápidas sin informar que por delante otros montañeros habían equipado la vía de turno (como es en el caso del K2 del 2004) con cuerdas fijas. Iñaki siempre respondía: «Será el tiempo el que ponga a cada uno en su sitio».

Al montañero navarro, como es de esperar, se le han quedado muchos asuntos pendientes. Alguno como el de las chicas -siempre bromeaba con el tema- quizás no corría tanta prisa como algún proyecto que tenía pendiente en los diferentes pueblos de las dos cordilleras que visitaba regularmente. Y es que Iñaki no podía separar su afición deportiva con aquellas montañas y la relación con sus gentes: «Me gustaría devolver al Himalaya lo que me está dando con proyectos como el de la Fundación Felix Iñurrategi. Una de mis ideas es ir en bicicleta hasta Katmandú, y luego subir el Kangchenjunga. Montar una movida para que la gente dé dinero para los montañeses; yo quiero devolverles lo que me han dado y me han enseñado. Yo quiero que el Himalaya sea parte de mi historia y no al revés».

A pesar de su dilatada trayectoria, todavía se sorprendía con la exagerada utilización del oxígeno artificial en montaña como el Cho Oyu y Everest. «En esas montañas, el 95% lo ha utilizado. En más de una ocasión me he quedado perplejo. El tema de las cuerdas fijas no me extraña, ya que si quieres volver a casa tienes que utilizarlas. Tampoco me sorprende la gran apuesta de las rutas normales. Muchos ochomiles están saturados».

Y con el comienzo del pre-monzón de este año, Iñaki se dirigió al Annapurna, a por el ochomil número trece. Se fue a una cara nada saturada, a la sur, con la compañía del rumano Horia Colibasanu y del canadiense Don Bowie; quien se cayó del proyecto por discrepancias. En el ataque final se les unió el ruso Alexei Bolotov. Tras superar la pared sur, el trío se metió de lleno en la expuesta arista este; recorrida en su totalidad por un solo montañero vasco, Alberto Iñurrategi. Este último pudo contar su experiencia; Iñaki, en cambio, no. Un poco más abajo se ha apagado la trayectoria deportiva de Iñaki. Aunque él decía que no era una cuestión de tachar, se ha quedado a falta de dos y de ser el primer navarro con los 14 ochomiles.

 

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo