Javier Retegui presidente de Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos
Eusko Ikaskuntza, en los umbrales de una nueva era
Desde el convencimiento de que se aproxima un cambio en el mundo, que nos llevará a una convivencia más justa, Javier Retegui apuesta por la innovación como actitud ante la vida, entendida como preparación para el cambio con el fin de mejorar. Ésa es, así mismo, la actitud de Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos, que cumple 90 años de existencia dando comienzo a una nueva etapa.
Por una ley no escrita, cuando en la Historia se inicia un movimiento de transformación profunda de los modos de vida y de cultura, cuando está germinando una nueva era, no son sus contemporáneos los primeros en apercibirse. Al contrario, es preciso que el tiempo sedimente para, con esa perspectiva, determinar el momento y las causas que han desembocado en un período de grandes mutaciones.
Sin embargo, el actual proceso de aceleramiento histórico nos sitúa en una perspectiva distinta. Pocas veces, excepto al final de largos y devastadores conflictos bélicos, ha habido una conciencia tan clara y extendida de que el mundo se encuentra abocado a un cambio de paradigma, a una metamorfosis social que inexorablemente conducirá a otros modos, más justos y equilibrados, de vivir y de convivir. Esta conciencia, hoy casi universal, obliga a reflexionar sobre nuestro tiempo a la par que a situarnos ante los desafíos del futuro de manera proactiva y creativa, como seres racionales, libres y decididos a encarar el mañana no como una fatalidad, no como un tsunami ante el cual sólo nos preocupe mantenernos individualmente a flote, sino como un momento de esperanza preñado de posibilidades de vida mejor para todos.
Ignoramos cómo será ese nuevo orden cuyos perfiles sólo vagamente empiezan a dibujarse en el horizonte, pero no dudo de que el proceso conllevará la redefinición de nuestra especie como ser natural y como ser social. Podemos hablar, en este sentido, de un giro copernicano para la Humanidad en una doble dirección: por una parte, en nuestra relación con la Naturaleza, en la que nos inscribiremos como miembros responsables y no, contra lo que ahora ocurre, como beneficiarios irresponsables. Por otra parte, en su realidad social todo apunta a que la persona recuperará una centralidad en tanto que origen y destino de la actividad humana, como fin y no como medio para otros intereses (lucro, poder, patria, religión), tomando las riendas en la construcción del porvenir colectivo bajo nuevos criterios de liderazgo; junto con esto, la caducidad del estado-nación acarreará la disolución de los conceptos territoriales cerrados y la configuración de nuevos espacios de relación acordes con formas identitarias más abiertas y mestizas.
Caminamos hacia un cambio de era. En tanto que individuos, ciudadanos y miembros de una comunidad cultural, en nuestro caso la vasca, lo peor que podríamos hacer es quedarnos de brazos cruzados preguntándonos «¿qué va a pasar?», en vez de plantearnos «¿qué puedo hacer yo?». Cada uno desde nuestra posición tenemos un papel por desempeñar siempre que seamos capaces de sacudirnos las inercias y nos preparemos para cambiar para mejorar. Esto es lo que se define por innovación.
La innovación no es, contra lo que a veces parece, algo que atañe a la tecnología y a los mercados expansivos. La innovación es una actitud ante la vida: la que predispone para enfrentarse a retos cada vez más exigentes; una actitud crítica que obliga a revisar nuestro lugar y nuestro quehacer; la posición de quien está en permanente estado de volver a empezar. Se innova en la empresa, en la universidad, en los sindicatos, en el deporte, en la cocina... en todos los aspectos, siempre que haya personas con energía innovadora. Este es el estado que mejor nos habilita para afrontar el futuro y para gestionar los cambios que nos exigirá. «El porvenir pertenece a los innovadores», decía el Nobel de Literatura André Gide.
Alas instituciones, las empresas y las entidades que emergen de la sociedad civil vasca les corresponde una responsabilidad tractora en este movimiento. Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos (EI-SEV), a la que me honro en presidir, no es excepción. En vísperas de cumplir 90 años de existencia, esta organización, comprometida con la tarea de aunar voluntades orientadas hacia la superación y el progreso general de las comunidades vascas, está llamada a la cita con la innovación para seguir cumpliendo, fiel y eficazmente, con esa misión fundacional. Implantada en la totalidad de los territorios culturalmente vascos y con participación de todas las administraciones públicas que en ellos concurren, sustentada por sus más de tres mil socios y socias, y con un importante dinamismo en los ámbitos cultural y científico, EI-SEV es, en muchos sentidos, irreemplazable en cuanto que ocupa una posición excepcional para llevar a cabo determinados programas de reflexión y de acción.
Para eso, a mi juicio, EI-SEV ha de afrontar un importante salto cualitativo anticipándose y adaptándose a las necesidades emergentes. Una puesta al día continua de sus estructuras, rompiendo con la rutina y avanzando sobre los nuevos signos y parámetros sociales; y una reformulación constante de su estrategia para contribuir más activamente a los retos que tienen ante sí las comunidades vascas: he aquí dos tareas de futuro ilusionantes.
Innovar institucionalmente en EI-SEV significa, hoy, implicarse en la investigación de los cambios sociales en curso y sus posibles repercusiones con rigor analítico y prospectivo; trabajar por la socialización de la cultura y el conocimiento, aprovechando las tecnologías de comunicación; apostar por el ocio cultural activo y por la formación continua; seguir ahondando en la tarea emprendida hace más de un decenio en pro de la globalización de lo vasco, en paralelo a la interiorización de un nuevo orden global más justo y solidario. Innovar, desde nuestra posición, es hacer una EI-SEV integradora de las diversas identidades que conviven en Vasconia, una entidad participativa, abierta y compatible con esfuerzos sociales concordantes. Y todo esto en la conciencia de que sus 90 años de brillante trayectoria le sitúan como referencia y puente entre la herencia del pasado y los desafíos del porvenir.
De la reflexión a la acción, no limitándose a contemplar la imparable sucesión de transformaciones sociales, sino participando plenamente en el devenir de los acontecimientos, EI-SEV apuesta por innovar y por innovarse. Es la mejor contribución que puede hacer a Vasconia en puertas de una nueva era.