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Cortos viajes espaciotemporales

«Los cronocrímenes»

Después de triunfar con varios cortos, Nacho Vigalondo se lanza al mundo de los largometrajes. En este salto, sin emnargo, arrastra varias características de sus conocidas producciones en pequeño formato. «Los cronocrímenes» ha despertado tanto interés en el extranjero, más que nada por tratarse de una película de ciencia-ficción con una producción muy modesta, que la United Artists de Tom Cruise yaha comprado los derechos para hacer un «remake» en inglés.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

Nacho Vigalondo es un cineasta de nueva generación, que ha hecho de sí mismo un fenómeno mediático. Interviene como showman televisivo, se apunta a la canción del verano, crea blogs en internet, hace publicidad, desarrolla programas de humor, y un sinfín de actividades con las que consigue llamar la atención. Se podría decir que le gusta jugar al despiste, pero en lo tocante a su competencia cinematográfica no cabe duda de que lo suyo es el corto. Ha creado una serie de piezas breves, todas ellas muy difundidas en la red, que le han granjeado una fama de autor insólito. Es muy de ocurrencias sueltas, que se reflejan en esos premiados cortometrajes en los que le gusta parodiar el género de ciencia-ficción con un muy peculiar estilo, entre dicharachero y gamberro. Por lo que se puede observar en su primer corto «Una lección de cine», realizado hace diez años, está caracterizado por un humor infantil que no parece dispuesto a abandonar. A mí, particularmente, el corto que más me gusta es «Choque», que se aparta un tanto del resto por su tono más costumbrista y la presencia de una divertida Barbara Goenaga. Sin embargo, el éxito internacional le viene del musical en formato reducido «7:35 de la mañana», con el que fue nominada al Óscar.

De sus cortos, los que más relación directa tienen con «Los cronocrímenes» son «Código 7», «Cambiar el mundo» y «Domingo». El primero está dividido en tres partes, debido a que utiliza las mismas imágenes cambiando el texto, con lo que consigue tres por el precio de uno. Es una especie de homenaje a Philip K. Dick, una excusa perfecta para llevar el tema de los mundos paralelos a la alienante realidad de todos los días. El protagonista es su compinche Alejandro Tejería, con el que colabora en el programa televisivo «Vaya semanita», además de en la canción petarda para YouTube titulada «Me huele el pito a canela». El segundo diríase un borrador de «Los cronocrímenes», por cuanto el protagónico Carlos Areces, del genial equipo de «Muchachada Nui», se multiplica en cuatro clones de sí mismo, al igual que le ocurre a Karra Elejalde en el primer largometraje de Súpernacho. El tercero y último es una ingeniosa vuelta de rosca a la figura del videoaficionado, con su propensión dominguera a acumular horas de grabación, más aún si se trata del avistamiento de un ovni.

Conociendo tales precedentes no sorprende que «Los cronocrímenes» sea una velada continuación de sus cortos, en forma de largometraje trucado compuesto de tres partes que se superponen, tal como sucedía en «Código 7». Una misma acción se va repitiendo con ligeras alteraciones, relacionadas con los pequeños desplazamientos espaciotemporales del protagonista, a consecuencia de un experimento científico bastante chapucero asumido por el propio Nacho Vigalondo en su faceta de actor, entendiendo por tal persona que se pone delante de una cámara, sin más. La misión de Karra Elejalde es seguir las directrices de su guionista, director y compañero de reparto a uno y otro lado de la cámara, a fin de ir encajando los hechos del pasado con el futuro del que procede, y que en el punto de partida fue presente.

«Los cronocrímenes» ha gustado en el extranjero porque les sorprende que se pueda hacer una película de ciencia-ficción, con viajes en el tiempo, dentro de unos límites de producción tan descaradamente modestos. La United Artists de Tom Cruise ha comprado los derechos para hacer un remake en inglés, consistente en poner medios al servicio de la puesta en escena de una historia que, como ha quedado bien demostrado, no los necesita. Nacho Vigalondo ha hecho muy bien en desvincularse de «Time Crimes», sabedor de que él juega en otra liga. No obstante, se ha creado una situación tan o más paradójica que la de los dilemas espaciotemporales, al ser la película deseada por el mercado norteamericano y, por el contrario, ignorada en el mercado interior. El verano pasado «Los cronocrímenes» empezó su periplo por los festivales especializados en cine fantástico de todo el mundo, sin encontrar distribución para el Estado español. Empezó siendo premiada en Austin (Texas), pasando luego por Sitges, Donostia, Trieste, Ámsterdam, Filadelfia y una larga lista de lugares donde no se fue de vacío. Aún así, el definitivo y esperado estreno le ha pillado en la temporada veraniega, con un retraso que debería hacer sonrojar a una industria que no cree en el cine de género hecho por jóvenes realizadores que miran hacia fuera con asumida ironía.

VIAJE AL PASADO

La historia parte de un viaje al pasado en el que el protagonista se encuentra a sí mismo. Junto a él, una chica desnuda y un individuo con el rostro cubierto. Piezas imprevisibles forman este puzzle de ciencia-ficción.

Estreno

Dirección: Nacho Vigalondo.

Guión: Nacho Vigalondo.

Producción: Esteban Ibarretxe, Javier Ibarretxe y Eduardo Carneros.

Fotografía: Flavio Martínez Labiano.

Música: Eugenio Mira.

Montaje: José Luis Romeu.

Intérpretes: Karra Elejalde, Barbara Goenaga, Nacho Vigalondo, Candela Fernández. País: Estado español, 2007.

Duración: 88 minutos.

Género: Ciencia ficción.

El juego virtual interactivo crono-criminal

El juego asociado a la película es más que una estrategia promocional, al formar parte de ese entramado virtual que pretende ser un producto con vocación de «comecocos». Se accede al mismo entrando en la web y la primera sorpresa es que cambia de personajes, con una chica que ha sido despedida de la empresa que realiza los experimentos en la película y su jefe. Los jugadores se convierten en hackers, dentro de la página de la compañía en cuestión, llamada Crystalia. Allí, habrán de dar con códigos e informaciones secretas. M. I.

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