Josu Imanol Unanue Astoreka Activista social
«Trampas»
Mi amigo Trampas está curtido en la materia de la desconfianza. Tan listo como pequeño y feo, no acaba de asumir la infinidad de cambios que se han dado en nuestra sociedad en los últimos años. De crío fue hábil abriendo cabezas con las piedras seleccionadas con un criterio único de dureza y ligereza; torpe sin embargo en estudios, fue el que más palos rompió de un «hermano menesiano» que, lejos domarlo, sólo logró rebeldía eterna, hasta en su voz en aquel coro de «triples» que desentonaba misa de diez los domingos.
Creció con el rechazo a un sistema educativo que lo calificó como «muy deficiente» y, pese a que sus padres gastaron todos sus ahorros en particulares y regalos a profesores hábiles en comer besugo ajeno al horno, apenas se logró nada efectivo más que un txo de barco que vio mucho mar, anchoas y atunes que casi se regalaban a los mayoristas ladrones, según él.
Pero a Trampas le creció pelo en pecho. Lo llevaron obligado a la mili y no la hizo achacándose enfermedades inexistentes y un montón de defectos que a los militares españoles les parecieron difíciles de corregir. Lo rechazaron con un escueto y claro «inútil total» en la libreta.
Trampas apenas cambió pese a todos los esfuerzos de su entorno conservador, sobrevivió a la época del «caballo», la moda yeyé y el sida con la suerte del principiante. Se hizo más rebelde aún y, mientras que en su entorno se transformaron en ertzainas, políticos de la derecha extrema radical o empresarios, optó por seguir en las manifas con los supuestos perdedores, y es que Trampas dice que así se es más libre y feliz; eso sí, mejoró el «Eusko gudariak» con el puño estilo ANV y además aprendió «La Internacional» en ruso, que es lo que le gusta más.
Y los años no han hecho mella en él más por la calvicie y el pelo blanco pero, un poco más gordo si cabe, insiste en cantar en la cuadrilla, que ya le da por imposible y malo como antaño. Ahora se acaba de hacer ecologista y de declararse indígena europeo, reclamando, para asombro de sus familiares y cuadrilla tradicionales, una isla en el Caribe con un sin fin de playas idílicas, cocoteros, música autóctona y montones de fiestas que harían felices a millones de gaupaseros del mundo que aún no han logrado el karma.
Trampas lejos de ser un fracaso, es un triunfo de resistencia. Ha huido del uso de la ropa occidental tan cambiante y viste como un sioux de las praderas, dice que es mas lucido y coqueto; eso sí, ha declarado la guerra a todo occidental y político que se acerque a su isla, amenazando con flecharlo y reducirle el tamaño de la cabeza con un método que sólo los jíbaros y él conocen.
Seguramente no logrará mas que un ataque nuclear por parte de sus enemigos del mundo explotado, pero muchos lo estimamos pese a sus notas de antaño y los disgustos que dio a su entorno, representando nuestro sueño mas básico y repetido de rebeldía. Hace poco se permitió el lujo de hacer otra declaración de derechos humanos básicos que ha sorprendido hasta a los propios legisladores de la ONU. Sólo tiene un punto y lo aceptó por mayoría absoluta él mismo: «Todas las personas tenemos derecho a ser animales libres y vivir en libertad decidiendo cómo ha de ser nuestro futuro». Dice que es acto democrático único en el mundo libre inexistente.
Lejos de lograr otro cachetón y otro calificativo antaño escolar e inútil, Trampas representa los valores que muchos aún no hemos logrado. Mientras escribo esto, me acaba de enviar una invitación para visitarlo. Me advierte de que me declararán sospechoso y terrorista por hacerlo, pero aparte de ponerme moreno, podré ver que los «no listos» también pueden triunfar, lejos de la opresión imperante.