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Algo huele a podrido en Dinamarca

Josu MONTERO | Periodista y escritor

La multitud de espontáneas y populares hogueras que alumbraban la Noche de San Juan hace no demasiados años han ido apagándose -al menos en las ciudades sin playa- en aras de no sé qué seguridad y dado que la asfaltización tremebun- da que sufrimos está acabando con los descampados y demás solares más o menos asilvestrados. El caso es que en Bilbo -por ejemplo- la municipalidad monta su teatro: macro hoguera solsticial, akelarre de cartón-piedra y parafernalia seudomágica. Lo que quiero decir es que el poder parece poseer el monopolio del espacio público y que los ciudadanos sólo podemos tomar la calle acudiendo a su llamada y como meros y boquiabiertos espectadores o usuarios obedientes de sus farsas y sus fastos.

«Ópera urbana celestial» -¡toma ya!- fue el título del macro-montaje teatral o flipante espectáculo callejero dirigido por el ex del Cirque du Soleil, Franco Dragone -¡toma ya!-, con el que hace unas semanas el Ayuntamiento de Azkuna celebró el 708 aniversario de la villa para asombro y pleitesía de sus agradecidos súbditos: «Cincuenta actores, astronautas que bailan danzas cósmicas, hinchables que anhelan tocar las nubes, órganos de fuego que estallan y muchos más personajes e inventos de ensueño». También tenemos aún frescas en nuestras televisivas retinas el espectáculo de inauguración de la Expo de Zaragoza, con ingenios teatrales que ya habíamos disfrutado por aquí.

Es obvio el papel -papelón- que el teatro -y la arquitectura y el arte y...- está desempeñando dentro de los procesos contemporáneos de transformación de la ciudad. Su tan cacareada fuerza crítica ha degenerado en conformidad con el orden establecido -que es quien tiene la pasta- y en complicidad más o menos manifiesta. De igual manera que las catedrales góticas anonadaban a los hombres y las mujeres del siglo XIII, la función de cierto teatro en esta sociedad del espectáculo consiste en pasmar al personal, el impacto inmediato y superficial. Franquicias teatrales como El Circo del Sol o La Fura dels Baus cuentan con la admiración popular hacia su trabajo, e incluso en algunos casos son auténticos maestros en vendernos una imagen crítica y contestataria.

El recién estrenado verano es el espacio ideal para que con cualquier disculpa festiva nos muestren sus poderes artísticos en ese otrora espacio público que son las calles. Cada vez en mayor medida los auténticos espacios públicos en esta sociedad de consumidores se sitúan en esos grandes centros comerciales que tanto proliferan, en esos no espacios poblados de grandes tiendas que se multiplican clónicos por casi toda la faz del orbe. Hace unos días la productora de arte bilbaína Consonni organizó una abierta, participativa y festiva marcha zombi desde el centro de Barakaldo al «periférico» Megapark. Pasacalles, teatro de calle, deriva situacionista, performance, tapada mani reivindicativo-terrorífica al corazón de la bestia, envenenada parodia, metáfora pura. El zombi: el muerto en vida, sin conciencia ni identidad ni voluntad: ¡el ciudadano ideal! Como escribió Shakespeare -cuyo «Rey Lear» a cargo del CDN podemos ver en el Arriaga este fin de semana-: «Algo huele a podrido en Dinamarca».

Ficha

Título: «Rey Lear».

Versión: Juan Mayorga.

Lugar: Teatro Arriaga.

Hora: Hoy y mañana a las 20,00 y el domingo a las 19.00.

Entradas: De 5,6 a 21 euros.

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