Enemigos íntimos
«Feliz navidad Mr. Lawrence»
El japonés Nagisa Oshima se acercó al cine occidental con «Feliz Navidad Mr. Lawrence», pero no por acabar en Hollywood, como quisieron ver algunos malpensados, sino porque la adaptación de la novela «La semilla y el sembrador», de Laurens Van Der Post, así lo requería. Se trataba de ilustrar las relaciones entre los aliados y los japoneses en un campo de concentración de Java durante la II Guerra Mundial, donde habían tenido oportunidad de conocerse más de cerca que en el combate. El resultado es curioso, hasta el punto de que la película podría se contemplada como una versión moderna de «El puente sobre el río Kwai», en la que los temas del honor y del masoquismo o resistencia al dolor son analizados desde una perspectiva provocadora. Oshima no se corta a la hora de explicitar la atracción homosexual dentro de un mundo cerrado de hombres uniformados. Aunque la película es recordada sobretodo por la bella banda sonora que compuso Ryuichi Sakamato, no es menos destacada su intervención delante de la cámara, al plasmar el dilema del oficial que oculta su inclinación sexual frente a sus soldados, bajo una capa de aparente hombría disciplinaria. Refleja muy bien la tensión interna que le supone su amor imposible hacia el soldado inglés encarnado por David Bowie, junto con lo que tiene de catarsis personal el comprender que los sentimientos no entienden de bandos enemigos.
Lo mismo le sucede en sentido contrario al Mister Lawrence del título, papel que recae en el siempre injustamente infravalorado Tom Conti, que es un enamorado de la cultura nipona y de su idioma. Intenta ayudar a sus compañeros para que entiendan las costumbres y comportamientos de sus guardianes, lo que le convierte en un traidor a los ojos del resto de prisioneros. El irrepetible plantel estelar se completa con Takeshi Kitano, bajo su sudónimo actoral de Beat Takeshi, y que impresiona como el duro sargento Hara.