Iñaki Lekuona Periodista
Una selección a medias
Un orgasmo nacionalista ha recorrido como un escalofrío la columna vertebral de ese país que llaman España, un nombre que no se han cansado de bordar en rojo y gualdo en cada retransmisión de este Europeo que acaba de finalizar. La victoria fue celebrada con un apabullante orgullo patrio que desbordó el domingo todas las cadenas españolas de radio y televisión, y que se repitió como un eco a todo color en los periódicos de ayer. Y en los de hoy. Y en los de mañana y pasado...
Hasta ahora me importaba un pito lo que hiciera «la roja». Pero esta indiferencia desapareció el domingo. Vi la luz, y me alegro. Que sí, que me alegro por la victoria contra Alemania, y no a medias, sino enteramente, por completo, desde las uñas de los pies hasta los cuatro pelos de la coronilla. Porque ya está, porque por fin en los españoles ha aflorado su nacionalismo, ese sentimiento tan humano que negaban poseer y que criminalizaban en otros. El nacionalismo es malo, nos decían, y hete aquí que de repente les estalla su furia nacionalista en la capital del cruasán. A España y a la no España les hacía falta una victoria así. Sólo tras esa catarsis nacionalista española, vascos, catalanes y demás podremos situarnos al mismo nivel sentimental. Quizá ahora, esos españoles que se han emocionado tanto con los éxitos de su selección podrán comprender que los que no participamos de su sentimiento nacional queramos disfrutar también del nuestro propio y competir con nuestras selecciones. Y no a medias como hasta ahora, sino completamente, en eventos oficiales, como los escoceses o los galeses o los ingleses, que no juegan bajo la Union Jack británica sino bajo su propia bandera sentimental.
Hace algún tiempo, una pequeña polémica se deslizó en algunos medios de comunicación cuando se supo que algunos jugadores de la selección española le dan la vuelta a la parte superior de las medias para que desaparezcan las franjas de la bandera española. Es hora de que los españoles comprendan que lo que quieren vascos y catalanes es una selección propia, una en la que sus jugadores, aunque nunca puedan llegar a ganar una Eurocopa, al menos no le den la vuelta al extremo de sus medias.