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Francisco Larrauri Psicólogo

La casa de la patada

En lugar de incrustar un notable contraste, aunque fuera con representaciones rituales y simbólicas, los gobiernos del PNV se han ido pegando, unas veces por el miedo político y otras por el miedo judicial, a políticas superpuestas de un proceso unificador español de fondo

Las últimas actuaciones políticas y judiciales que afectan a pueblos y gentes de Euskal Herria recuerdan la casa de aquel amigo que por la intranquilidad política que le acosaba, se decía a sí mismo, que vivía en la casa de la patada. Le tocó sufrir las patadas de muchos ministros socialistas formados en el franquismo, y también la de muchos consejeros vascos formados por los ministros socialistas. Y es que la dependencia política que se ha visto en los últimos años del primer partido vasco, es decir, del PNV, respecto a las líneas generales del Estado español, no solo tiene una consecuencia puntual en el apoyo que se trate, sino en el devenir y futuro socio-político global de Euskal Herria.

En lugar de incrustar un notable contraste, aunque fuera con representaciones rituales y simbólicas, los gobiernos del PNV se han ido pegando, unas veces por el miedo político y otras por el miedo judicial, a políticas superpuestas de un proceso unificador español de fondo. Son estas patadas políticas las que permiten re-conocer una antiquísima continuidad que justifica, por citar algunos ejemplos, la dispersión de presos vascos, la tortura moderna y antigua, la amnesia histórica con imposición de medallas, el seguidismo técnico del TAV y el reinado Borbón.

Sin embargo el momento histórico que algunos quieren presentarnos no es ni más ni menos que la expresión materializada de la intensa lucha de la gente de la calle, con las razones por las que han soportado la tortura miles de vascos en prisión y miles de refugiados que no han querido rendirse.

Por tanto es curiosa la contradicción capital del momento del aparato del PNV que ha luchado para que desaparecieran o al menos no se consolidaran las organizaciones políticas que han tenido y tienen Euskal Herria como eje de su actuación, y también es flagrante la contradicción, con las políticas que atentan contra los derechos humanos y la vida. No es difícil, por tanto, encontrar una continuidad política muy directa con el culto a todo lo palaciego y que evidentemente es re-conocida por cualquier ciudadano simplemente curioso con la historia reciente, y si no, observemos atentamente las fuentes históricas que muestran las relaciones mantenidas con el Gobierno español. Estamos hablando de unas relaciones directas, perfectamente estructuradas y ligadas con reuniones secretas, para la defenestración no sólo de ETA sino de ciudadanos de organizaciones sindicales, sociales y culturales.

En el interesante momento histórico posterior a las conversaciones entre ETA y el Gobierno español, los psicoterapeutas sabemos muy bien que a veces una recaída es síntoma de un buen proceso, la hoja de ruta de Ibarretxe, donde no ha intervenido hasta el momento ninguna comunidad, parece responder ahora a una decisión individual, pues no se descubre el puente entre el poder tradicional y el propio de la sociedad nacional vasca, a pesar de los encuentros sin pelota que a posteriori se dan en el frontón.

Estas políticas iniciadas sin la participación popular y que ahora buscan la aprobación del sector al que más se ha reprimido, no tendrían que ser el eje de la vida de la comunidad, al menos de esta forma, ya que en el aspecto formal recuerdan el conejo, el mago y su chistera. Incluso los sindicatos obreros que han mantenido una peregrinación tras otra por el reconocimiento de los derechos de Euskal Herria han sido ninguneados, como si encarnaran un lastre para el desarrollo de una consulta que pretende curiosamente la recuperación de los derechos nacionales.

Como desde diferentes ámbitos se están dando patadas a todas las puertas, hay que ir a lo individual, como único medio para entender el material -de realización personal- que aflora para integrarse psicológicamente en la comunidad y apiñarla (o no, por ahora lo desconocemos) en una sola sensibilidad, tal vez recordando a Bretch, respecto no hacer nada o no decir nada, pero con tantas contradicciones, que está obligado a solicitar un aglutinante que es precisamente la fuerza de la voluntad con impulso popular que tanto ha despreciado.

En definitiva estamos frente a un clarísimo caso de formas simples. Estas expresiones que se desprenden de la famosa hoja de ruta, no se concretan de la forma o del carácter que se merece un análisis político riguroso.

Creo y coincido con muchos, que primero hay que trabajar el espacio interior, seguidamente buscar la forma exterior y por último concretar la decisión para superar el concepto unificador español. Sólo así el proceso que el lehendakari conjetura como solucionador, se transformará en un espacio dinámico de verdad.

Además, esta dinámica política tendría como ventaja un doble pivote, pues a la vez que se manifiesta en el espacio interior como un «continuum» fuerza unas potentes dinámicas exteriores. Por tanto, es precisamente la falta del deseo de exteriorizar, es decir quedarse sólo en el interior, en lo domestico, lo que permite dar largas y erigir una ornamentación que tal vez sólo recoja el deseo de continuar viviendo y actuando de acuerdo a los espacios exteriores. La hoja de ruta parece estar concebida de manera muy contrastante.

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