CRíTICA | Rock
Tres horas de hechizo por el rock and roll de Bruce Springsteen
ÓSCAR PARDO
Una cálida noche donde también quisieron salir las estrellas sirvió de gran escenario para los cuarenta mil aficionados que, a su vez, esperaban la salida a escena de su rey natural, Bruce Springsteen.
Bruce retornaba a Euskal Herria con la segunda parte de su gira Magic Tour. Incansable y generoso con el rock y el tiempo para sus aficionados, el héroe de la noche ofreció un concierto de tres horas, evocando las giras de los años ochenta por grandes estadios.
Su anterior visita al BEC (Barakaldo), en un recinto menor, pero más próximo al seguidor, fue rabiosa y electrizante, simple anticipo de lo que el futuro mantenía en suspensión. Y llegó Donostia para dejarnos, una vez más, el concierto de un Boss entregado, enérgico, sudando rock desde las primeras canciones y recogiendo los carteles y camisetas de las primeras filas, ya sugiriendo los temas a tocar. «Tunel of love», el inicio, «Hungry heart», «Growin up», «Sandy», «Tougher then the rest», se fueron sucediendo para colmo de las primeras filas, las más activas, pero lo cierto es que Bruce complace las peticiones si se encuentran dentro del amplio repertorio que los músicos manejan. Puro truco cargado de inocencia.
Un Bruce entusiasmado ante el griterío de manos y los miles y miles de aficionados, se crecía en intensidad, animado, además, por las numerosas miradas cómplices que intercambió con su compañera Patti Scialfa, su musa pelirroja incorporada a esta gira por primera vez.
El repertorio de esta gira está siendo muy variado cada noche. Springsteen anota los temas que él sabe que son clave para sus seguidores, pero siempre deja un amplio cielo para las sorpresas. No extraña, por tanto, que toque un clásico como «Because the night» (escrita a dúo con Patti Smith), donde el menudo guitarrista Nils Lofgren, en otro tiempo músico de Neil Young, se enzarzaba en un infernal torbellino de notas hasta la extenuación.
Una gospelizada «Mary's place» quiso desgarrarnos el alma y dejarnos desnudos, pero había que regresar al punto de origen, así que desmadre emocional y control. Al poco, «The rising» quedaba machacada por la batería de Max Weinberg, poderoso parchero que nos dejó sin resuello durante todo el concierto.
Un día después no olvidamos la excepcional «Atlantic city», con un excitante duelo de guitarras entre Bruce y Little Steven. El corte todavía se aloja en nuestra retina, llegando hasta lo más profundo de mi memoria. «Born to run» está muy sobada, pero su poder permanece inalterable. Ni las tormentas ni el viento ni la arenisca puede con ella. Camino del final libera «Bobby Jean», «Dancing in the dark» sale a la pista de baile. Pero la verdadera fiesta comienza con «American land». La he disfrutado con las Seeger Sessions en 2006, en Santander, con la etílica versión del BEC en 2007, pero ver bailar y corear a 40.000 personas a la vez, es indescriptible. Con todo, me quedo con las dos primeras veces que la escuché.
El concierto se cerró bailando «Twist and shout», de Eddie Cochran, combinado por momentos con «La Bamba» coreada al unísono por todo el estadio. Está claro que el background del rock corre fresco y caliente las venas de Springsteen, por lo que no extraña el regreso que se percibe a sus raíces rockanroleras de las décadas cincuenta y sesenta. ¿Y ahora, Barcelona?
Lugar: Estadio de Anoeta (Donostia).
Fecha: Martes 15 de julio.
Aforo: Lleno, 40.000 aficionados.
Banda: Roy Bittan, teclados; Clarence Clemons, saxophone y percusión; Nils Lofgren, guitarra; Patti Scialfa, voz y guitarra; Garry Tallent, bajo; Steven Van Zandt, guitarra, Max Weinberg, batería, Charles Giordano, teclas y Soozie Tyrell, violín y guitarra.