Maite SOROA
Ya empezó la función
El cantado recurso del Gobierno español contra la Ley de Consulta del parlamento de la CAV ha provocado las reacciones más previsibles. Nadie se ha movido un milímetro de su guión y era por ello esperado el editorial, de «El País», allí donde se intuye el pensamiento profundo del presidente español.
Según el editorialista, «el `lehendakari' ha respondido con la amenaza de no se sabe qué iniciativas legales, sociales y políticas (...) Juan José Ibarretxe insiste en una vía que sirve a sus intereses electorales a corto plazo, pero a costa de tensionar irresponsablemente la vida política española. Ha hecho oídos sordos a la advertencia de Zapatero de que no cuente con su Gobierno para `aventuras' y ha desoído incluso el prudente consejo de su compañero de partido Iñaki Azkuna, alcalde de Bilbao, de que no siga por un camino que le lleva una vez más a darse contra la pared». Azkuna, otra vez...
El editorialista, ufano, desvela el truco del almendruco y proclama que «con la consulta sobre el llamado `derecho a decidir' -un referéndum consultivo en toda regla, aunque elude llamarse así-, Ibarretxe busca una legitimidad propia y diferenciada de la que sustenta su función de lehendakari, que no es otra que el Estatuto de Gernika y, en último término, la Constitución de 1978». Ahí está, digo yo, la madre del cordero.
Quiere denunciar el escriba de Prisa que Ibarretxe pretende «sustituir por su cuenta y riesgo el principio constitucional autonómico por el soberanista. Y lo hace, además, con ese halo de aparente candor con que suele adornar sus iniciativas -`¿qué hay de malo en ello?', es su coletilla-, aunque reservándose en esta ocasión toda una serie de medidas en defensa y apelación a este supuesto derecho de los vascos a decidir así sobre su futuro». Será a una parte de las vascas y vascos, digo yo.
No quiere poner paños calientes el de «El País» y sentencia que «se disfrace como se disfrace, el referéndum vergonzante que propone reúne las características del que la Constitución reserva en exclusiva al Estado». Pues eso, que nos impusieron un cinturón de hierro y algunos no quisieron darse cuenta.