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En vísperas de los juegos olímpicos

Beijing, otro ejemplo más de las estrictas medidas de vigilancia

Desde los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972, cuando el asalto de un comando palestino a la delegación israelí para llamar la atención sobre la situación en Palestina acabó en una tragedia y, en especial, tras los ataques del 11-S en EEUU, las medidas de seguridad en esta cita deportiva y las restricciones de movimientos han ido en aumento. Beijing, convertida estos días en un «gran hermano», no es más que otro ejemplo.

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GARA | BEIJING

A sólo dos días del inicio de los Juegos Olímpicos, las autoridades chinas han aumentado la seguridad en Beijing y Xinjiang, donde el lunes murieron 16 policías en un atentado. La Administración de Seguridad Pública de Xinjiang, citada por la agencia Xinhua, informó ayer de la detención de dos personas de 28 y 33 años, vecinas de Kashgar, lugar del ataque. El más joven es taxista mientras que el otro trabajaba como vendedor ambulante de verduras. Según la versión oficial, en su poder tenían una pistola de fabricación casera y nueve explosivos.

El portavoz del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos, Sun Weide, restó importancia a lo sucedido y garantizó a los atletas y visitantes unos Juegos «seguros y pacíficos».

Entretanto, la página web oficial del Gobierno autónomo de Xinjiang señaló que policías armados custodiarán los autobuses públicos, al menos, uno por vehículo. Los agentes, provistos de gases lacrimógenos, podrán registrar a los viajeros si lo consideran necesario.

En Beijing, los periodistas que quieran realizar entrevistas en Tiananmen deberán ir escoltados y sólo podrán acceder a esta céntrica plaza por el lado este. En Quianmen, a cinco minutos andando de Tiananmen, se han instalado cámaras de vigilancia cada 20 metros. Se puede decir que la ciudad entera se ha convertido en un «gran hermano».

No obstante, el tema de la seguridad no es exclusivo de China, ni tampoco lo son las restricciones o vetos.

En 2004, por ejemplo, Grecia instaló 120 misiles Patriot en cinco emplazamientos diferentes, tres de ellos en Atenas. Además, ostenta el récord de presupuesto en materia policial: 1,3 billones de dólares. Los organizadores de los Juegos tuvieron que pedir disculpas y abrir una investigación por la paliza a dos periodistas mexicanos por parte de unos guardias griegos cuando intentaban filmar afuera del puerto del Pireo.

Dos años antes, durante el Mundial de Corea y Japón de fútbol celebrado en Seúl, se colocaron dos lanzaderas justo en el exterior del principal estadio.

En Sidney 2000, hubo cuatro policías por cada atleta y 35.000 guardas de seguridad, además de una fuerza de élite.

Junto a las extremas medidas de seguridad, el contexto político del momento ha marcado esta cita deportiva mundial.

En los Juegos de Montreal de 1976, el equipo de Taiwán se retiró después de que el Gobierno canadiense le prohibiese llevar su bandera y tocar el himno nacional. Asimismo, la mayoría de los países africanos solicitaron la exclusión de Nueva Zelanda por violar las sanciones internacionales contra Sudáfrica, por su política de apartheid, al permitir que uno de sus equipos de rugby jugara en Sudáfrica. 31 países se retiraron en apoyo a los estados africanos.

En 1980, EEUU boicotéo la cita de Moscú por la invasión soviética a Afganistán. Cuatro años después, la entonces Unión Soviética hizo otro tanto en los Juegos de Los Angeles. Otros quince países le siguieron.

Aunque en Barcelona no hubo boicot de ningún país, los Juegos se caracterizaron por la amplia redada policial contra el movimiento independentista.

Entre el 29 de junio y el 9 de diciembre de 1992, hubo más de treinta detenciones en Cataunya. La mayoría de los arrestados, vinculados a diferentes organismos como el Moviment de Defensa de la Terra, Catalunya Lliure, ERC, Partit dels Comunistes de Catalunya o Comités de Solidaritat amb les Patriotes Catalans, denunciaron torturas por parte de la Guardia Civil.

La colocación de una bolsa de plástico en la cabeza, la «bañera», golpes con listines de teléfono o barras de hierro, la aplicación de electrodos... fueron algunas de las prácticas denunciadas. Incluso, algunos de los arrestados intentaron suicidarse. Informes médicos avalaron la existencia de maltratos. El entonces director general de la Guardia Civil, Luís Roldán, amenazó con interponer una querella criminal contra aquellos que dijeran que el instituto armado tortura a independentistas.

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