Peio M. Aierbe SOS Arrazakeria
Haciendo la ola
Cuando hablamos de menores tutelados y, además, magrebíes, parece que la complejidad de las causas desaparecen: se trata de ejercer un mayor control sobre el conjunto de menores que responde a esas características Jalear posiciones populistas puede dar votos, como vemos en algunos países europeos, pero seguro que enquista y agrava problemas
Con desazón veo que vuelve la dinámica de otros veranos. Ante varios delitos cometidos, al parecer, por menores extranjeros tutelados, nos olvidamos del principio básico de que cada persona responde de sus actos, pasando a responsabilizar en la práctica a dicho colectivo y se inicia una carrera de declaraciones que muestran un cúmulo de despropósitos cuyo resultado está cantado: aumentar el rechazo existente en la población.
Es evidente que ambas agresiones, que tienen un componente sexual, son de una gravedad máxima para las víctimas que las han padecido que no cabe minimizar. Y que han de recibir el apoyo necesario para superarlo. Y que sus agresores han de recibir el tratamiento contemplado para estos casos, tanto de tipo punitivo como educativo.
Por desgracia, acciones como las referidas no son tan excepcionales en el contexto de la fiesta, la noche, el alcohol, la juventud... Este último mes hemos conocido situaciones incluso mucho más dramáticas en las fiestas de Baiona, en sanfermines... poniendo de manifiesto que son muchas las intervenciones necesarias para avanzar en la erradicación de ese tipo de agresiones.
Pero cuando hablamos de menores tutelados y, además, magrebíes, parece que la complejidad de las causas desaparecen y tenemos las soluciones claras: se trata de ejercer un mayor control sobre el conjunto de menores que responde a esas características y de expulsar a quienes sean responsables de la comisión de delitos.
Algunos medios se encargan de alentar la alarma social. Despreciando todas las recomendaciones que se hacen desde el ámbito profesional, institucional, asociativo... se sigue remarcando el origen de las personas implicadas, que es, sin duda alguna, lo que acaba creando la alarma social que luego, decimos, hay que combatir.
El reflejo de lo sucedido la semana pasada con las detenciones en la Parte Vieja donostiarra ilustra lo que decimos. Todos los medios reprodujeron, casi textualmente, la nota de prensa de la Ertzaintza que daba cuenta del suceso y de las detenciones, y que, en un ejercicio de buena práctica informativa, obviaba la procedencia geográfica o el color de la piel de las personas detenidas. Pero hubo un diario que buscó y consiguió dicho dato, y fue casi el único añadido que puso a la nota policial. ¿Por qué? Porque el diario sabe que eso vende.
Me parece evidente que, sin ese dato, la lectura de dicha noticia produce más o menos preocupación, pero no alarma social. Y otro tanto vale para lo sucedido en Villabona.
A la responsabilidad por el tratamiento mediático se suma la irresponsabilidad de no pocas declaraciones partidistas que tratan de «conectar» con el sentir de la opinión pública y, en vez de contextualizar, como es su obligación, se refieren al déficit de los valores propios de otras «culturas», o a la necesidad de modificar la ley y proceder a la expulsión de los menores implicados.
La interpretación «cultural» resulta particularmente llamativa en unas semanas en las que, desgraciadamente, las noticias de mujeres asesinadas por sus parejas nos golpean con una frecuencia que pone en cuestión esa imagen de superioridad cultural.
La demanda de expulsión, que no contempla la legislación vigente, sigue también la senda de ese tratamiento de excepción que se quiere aplicar a estos menores. A los menores con conductas antisociales hay que aplicarles, tal y como contempla nuestro ordenamiento jurídico, medidas correctivas y punitivas, y medidas educativas con la finalidad de modificar sus pautas de comportamiento de cara a conseguir su posterior incorporación a la sociedad.
Pues bien, al parecer, esos principios, esos valores y esas normas legales no sirven para los menores si es que vienen de fuera. Esas declaraciones se publican el mismo día en que titulamos, con orgullo, que el PIB del País Vasco está muy por encima de la media de la UE. ¿Y aun así vamos a confesarnos incapaces de abordar dicha tarea?
Por favor, no hagamos la ola a sentimientos de rechazo bien conocidos y aportemos cada cual a la sociedad aquello en lo que podemos ser útiles. Jalear posiciones populistas puede dar votos, como vemos en algunos países europeos, pero seguro que enquista y agrava problemas a los que esta sociedad, como todas, ha de hacer frente a partir de valores y principios claros.