Cambios en la comunidad latinoamericana de EEUU
Nace una nueva visión sobre Cuba en Miami
En Miami el cambio demográfico y generacional, junto con una coyuntura política que ya no favorece al Partido Republicano, abre una oportunidad sin precedente para que los candidatos demócratas derroten la hegemonía política del ala conservadora cubano-estadunidense, encabezada por los hermanos Lincoln y Mario Díaz Balart, así como por Ileana Ros Lehtinen.
David BROOKS
«La Jornada»
Las encuestas más recientes realizadas por Sergio Bendixen, de Bendixen y Asociados, reflejan ya casi un empate técnico. Además, durante los dos trimestres recientes los candidatos demócratas han recaudado más donativos que los representantes federales republicanos. Aunque se dice que en los últimos diez años hubo una transformación generacional y demográfica en Miami, «esos cambios no se han manifestado políticamente». Fuera del estado muchas personas señalan que continúan en el poder los mismos tres representantes cubano-estadunidenses de Miami en Washington. En entrevista con «La Jornada», Bendixen, uno de los analistas más destacados de la comunidad latina, advierte: «Ahora viene ese cambio».
Los rivales de los Díaz Balart tienen peso político; ambos son figuras con largas trayectorias en las instituciones que representan a la comunidad cubano-estadunidense de esta entidad.
Raúl Martínez, quien busca derrocar a Lincoln Díaz Balart -que está en su octavo periodo como diputado federal- fue alcalde de Hialeah (una ciudad de la zona metropolitana de Miami) durante 22 años; Joe García, el contrincante de Mario Díaz Balart, fue la mano derecha de Jorge Mas Canosa y heredó la dirección de la poderosa Fundación Nacional Cubano Americana.
Esta disputa electoral es tan significativa en Estados Unidos que el Comité Congresional Nacional Demócrata ubicó a la contienda como una de las prioridades estratégicas nacionales, y ofreció su apoyo a Martínez y García, por considerar que es real la posibilidad de que derroten a los republicanos.
En entrevistas por separado, ambos candidatos demócratas subrayaron dos factores clave para su posible triunfo: el cambio generacional de la comunidad cubana, en el cual existen dos visiones muy diferentes sobre la relación con Cuba, y el cambio demográfico, en el que los cubanos ya no son mayoría entre los latinos del estado.
En suma, afirman que los Díaz Balart y sus bases se han quedado estancados en la visión del pasado, mientras que Martínez y García son reflejo de una visión de futuro que refleja los cambios sociales y políticos en la ciudad de Miami, y con ello, un cambio en la política nacional e internacional.
Martínez, viejo joven
En sus oficinas de campaña, Martínez cuenta que procede una transición política en el sur de la Florida. «Siempre se destaca, cuando se habla de latinos, qué separan al cubano, y dicen el latino vota demócrata... pero al cubano lo tienen identificado como otro tipo de hispano, republicano, recalcitrante, conservador... y eso se había cimentado con la posición contra Fidel Castro, antirrelación con Cuba. ¿Qué está pasando? Se han quedado con la historia pasada». Uno de los factores fundamentales del presente es el hecho de que el cubano que llegó aquí hace 15 años y que tiene nexos con su familiares en Cuba y los quiere visitar, que quiere enviar dinero a Cuba, hoy en día ya se hizo ciudadano estadunidense». O sea, justo los que rechazan las políticas que les impiden mantener una relación con la isla ahora empiezan a votar.
Martínez explica que para los cubanos que llegaron más recientemente o nacieron aquí, el enfoque es sobre el precio de la gasolina, la economía, la guerra de Irak como fracaso, un seguro de salud, la vivienda pública, la educación, o sea su situación aquí. «Dicen, esperen un momentico. Me han estado engañando con la política republicana recalcitrante sobre Cuba, no ha pasado nada en Cuba, y mira la situación económica que tenemos aquí. Entonces, Lincoln Díaz Balart y su hermano no se han dado cuenta de ese cambio. Y ahí es donde vienen gente como yo, como Joe García, y vamos a llevarle el mensaje a todos los votantes de los problemas aquí y no vamos a separar a los cubanos de los demás, porque a la larga todos sufrimos. Si llueve todos nos mojamos».
A la vez, dice, los Díaz Balart «han perdido poder en Washington dentro de su propio partido, porque no son respetados. Les dicen sus propios colegas que son unos payasos». Martínez afirma que Díaz Balart ahora es el que tiene miedo después de años de intimidar a cualquier opositor no haya aceptado debatir con él y que el legislador ahora lo acusa de ser parte de «una conspiración de la extrema izquierda para quitarlo del puesto». Agrega poco después que «en el debate en Miami siempre ha sido que cuando a uno no le va bien, se levantan y dicen: `yo no debato más contigo porque tú eres comunista´, y se acaba el debate. A mí no me pueden decir eso. Yo vine aquí en 1960».
Pero subraya que el enfoque tiene que ser sobre las prioridades de las comunidades de aquí, y que eso, a la vez, ayuda a los demás. «Tengo que ser fuerte en mi país para poder ayudar a otros. No puedes ser bueno con México si estás pasando hambre aquí. Si un mexicano está aquí y tiene trabajo y gana buen dinero, manda más dinero a su familia, igual pasa aquí con los cubanos».
Subraya que los cubanoestadunidenses se tienen que integrar a la comunidad latina nacional. «Nosotros, como hispanos, tenemos la responsabilidad de este país... pero también la responsabilidad emocional de donde venimos, de donde nacimos».
Expone que «quisiera ayudar a la reconstrucción, a la democratización de Cuba, pero la forma en que lo han llevado durante los últimos 50 años no ha funcionado, entonces vamos hacer otra cosa. Vamos a crear una relación de familia a familia, de amigo a amigo, y vamos a fomentar esa comunicación para que ellos conozcan que es la libertad. Primero tenemos que tener contacto, y eso de `nada de contacto´ y decir que quien vaya allá es comunista no lleva a nada».
Lo significativo de esto, de un triunfo mío, es que Lincoln tiene 53 años; yo tengo 59. Vamos a ir con alguien poco mayor para abrirle camino luego a los jóvenes. Tienes alguien más joven que yo pero que tiene una mentalidad totalmente cavernícola». Concluye que ahora, en Miami como a escala nacional, «viene un cambio significativo y yo quiero estar en la mesa».
García, pragmático
Entrevistado mientras cenaba en un restaurante cubano en Miami, García se centra en el cambio generacional en la comunidad cubana, entre la visión de los que se han quedado en el pasado y los que entienden que es hora de una perspectiva «pragmática».
«La política hoy en día está diseñada por una generación que fue víctima de unos crímenes atroces de ese régimen al empezar la revolución... con lo que el nexo es emocional, no pragmático. Pero desde 1980 hay una diferencia enorme, ya que los que han llegado después del 80 fueron victimas de vivir la revolución. Entonces a esos no les hacen cuentos, sufrieron la falta de alimentos... y toda cosa que ese régimen hace padecer, pero su relación con Cuba es pragmática, directa y real», y señala que hoy día ese grupo es la mayoría de los cubanos en el exilio.
García dice que eso explica las reacciones en contra de las medidas promovidas en 2004 por el presidente George W. Bush y el ala derecha de la comunidad cubanoestadunidense al limitar las visitas a Cuba a una cada tres años y el envío de remesas por una amplia parte de la comunidad cubanoestadunidense. «Desafortunadamente, la política hacia Cuba es trabada, estática completamente. Es como un juego de dominó, donde el juego se trancó pero alguno cree que su socio tiene el doble 9, entonces todos siguen pasando, pero el juego ya se terminó».
Pero eso va a cambiar, advierte, ya que las nuevas generaciones están entrando al proceso político electoral «al mismo momento que Bush ha cometido uno de sus errores torpes en política exterior, guiada totalmente por la comunidad cubana local: por primera vez hizo lo que ningún otro presidente había logrado: dividir la comunidad cubana, y dividirla contra la posición histórica».
Añade que «ningún político estadounidense ha dicho más cosas negativas de Fidel Castro que Bush. A la vez, ningún gobierno estadunidense ha hecho más negocio con Castro que el de Bush. Cuando el papel en el que se imprime «Granma» se manda desde Estados Unidos, te das cuenta que esto ya sólo es más un rito que una realidad».
Y abunda: «El embargo tiene un aspecto cuasi religioso. Uno cree en el embargo. Uno no puede probar que funciona porque después de 50 años está bastante difícil. Es más religión que política porque la política es algo que uno cambia para tener efecto. ¿Cómo puedes anunciar que tenemos un embargo sobre Cuba y ser el socio número uno de Cuba en productos agrícolas?», pregunta. «Parte del problema de algo estático tanto tiempo es que la ceremonia empieza a tomar mas importancia que los hechos».
Habla de una sociedad civil muy diversa en Cuba y señala que «desafortunadamente, lo que ha sucedido es que nosotros queremos que la gente en Cuba suene como mi abuela aquí, y mi abuela no tiene vigencia en Cuba».
Critica que iniciativas estadunidenses para apoyar a la sociedad civil cubana -entre cuyos promotores iniciales se cuenta a sí mismo- sólo acabaron beneficiado al exilio en Miami: «Esos millones de dólares se han convertido en prebendas políticas en el exilio. Si los fondos eran para formar sociedades civiles en Miami, han sido muy eficaces». Y por lo tanto concluye que «la política hacia Cuba es política local simplemente, con poco efecto en Cuba».
Retórica absurda
«Yo dirigía la organización cubana más grande fuera de Cuba. Nunca he estado en Cuba. Imagínate que la política de Estados Unidos hacia México fuera programada por una persona que se fue de México en los años 50 y ese fuera el experto sobre la realidad de tu país, y que no ha regresado a México y que no tiene familia ahí. Eso es lo que ha pasado con la política hacia Cuba. La retórica asusta a la gente, por ser tan agresiva, pero es la retórica de unos fanáticos de un equipo de fútbol, y griten lo que griten, son impotentes ante el juego que en verdad está ocurriendo. Y cuanto más impotente estás ante la realidad, más agresiva y absurda la retórica».
García no minimiza el poder de los Díaz Balart y el aparato político que controlan. «Tienen aún un poder enorme, pero también hay una comunidad que está cambiando a velocidad enorme», afirma antes de compartir un café cubano.
Las solicitudes de «La Jornada» para que Lincoln Díaz Balart nos concediera una entrevista en sus oficinas fueron desatendidas.
Una voz irrumpe cada noche aquí denunciando la «ultraderecha», criticando con voz indignada los intentos para violar la soberanía de Cuba, una voz que consigue el público más grande de radioescuchas en su hora de trasmisión.
«Soy una expresión de rebeldía ante la arrogancia de la ultra-derecha», comenta Edmundo García, conductor del programa «La Noche se Mueve». «Ellos suponen que al llegar aquí -llegué hace ocho años- nos debemos someter a su discurso. Bueno, yo me salí del redil», afirma a «La Jornada». Y añade que los promotores de una invasión a Cuba, la derecha de Luis Posada Carriles «el Bin Laden de América Latina» y Orlando Bosch, «el Dr. Mengele de Cuba», son «unos salvajes» que habían intentado convertir Miami «en una república bananera».
El cambio demográfico, en donde «el resto de Latinoamérica está llegando a Miami», está creando una ciudad que «es cada vez más latinoamericana pero menos cubana». Esta región, asegura Edmundo García, ya no se mueve al ritmo del exilio cubano.
Aidil Oscariz, una abogada joven que nació y creció aquí, dedicada a proyectos de promoción del voto latino y voluntaria en la campaña de Barack Obama, comenta que «Miami permanece como algo parecido a una dictadura, no hay democracia real, pareciera que nosotros los cubanos no entendemos bien eso de la democracia. Pero lo nuevo es que mi generación está empezando a cuestionar todo, tanto lo de aquí como lo que nos dicen nuestras familias sobre lo que ocurre allá». No es un cuestionamiento «revolucionario», dice Aidil Oscariz, pero ya no funciona la vieja retórica con las nuevas generaciones.
D. B.
En la tienda «Sentir a Cuba», en la calle Ocho de La Pequeña Habana, llena de productos que recuerdan a la isla aunque nada procede de ella (por eso del embargo), lo más vendido son réplicas del directorio telefónico de La Habana de 1959, para que los viejos muestren sus antiguos números de teléfono y sus direcciones.
Pero casi 50 años después, a pesar de que ahí sigue el parque donde los viejos exiliados juegan dominó y en la calle Ocho prosperan los negocios cubanos y lugares en que sirven ese intenso y exquisito café cubano, donde está siempre atascado el famoso restaurante Versailles, La Pequeña Habana ya muestra físicamente el cambio que transforma esta ciudad. Interrumpiendo el panorama antes completamente cubano, ahora hay restaurantes colombianos, antros centroamericanos, taquerías mexicanas, tiendas peruanas y hasta una gasolinera Citgo, propiedad del Gobierno venezolano.
El 61.3% de la población de unos 2.5 millones en el condado de Miami-Dade es latina, y el 50.9% de la población total es inmigrante. Los blancos «no hispanos» sólo representan 18.3 por ciento de la población. Pero ahora, por primera vez, los cubanos ya no son la mayoría de los latinos en Florida.