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CRITICA Cine

«Por fin viuda»

 

Mikel INSAUSTI

El segundo largometraje de Isabelle Mergault es una comedia heroica que muestra lo difícil que es para una mujer burguesa romper con los prejuicios de clase, y lo que es peor, con la presión familiar. Michèle Laroque se pasa toda la película luchando titánicamente, como Buster Keaton se enfrentaba a los elementos o Harold Lloyd al vértigo, contra un enemigo todavía peor si cabe. El qué dirán puede llegar a ser invencible, máxime en un entorno social cerrado donde las apariencias resultan fundamentales y es obligado guardar las formas. El catárquico final en el que la heroína se libera da un respiro al espectador, como si la protagonista hubiera superado un calvario más dificultoso que el de las pruebas de Hércules. Y es que el humor costumbrista, cuando explora los peligros cotidianos, llega a volverse terrorífico, por más que «Por fin viuda» ilustre una pesadilla vodevilesca y de efecto cómico.

Isabelle Mergault recupera con bastante acierto el espíritu de la comedia popular a lo Louis de Funes, en la que los secundarios adquirían una importancia vital. En «Por fin viuda», dejando a un lado a los protagónicos Michèle Laroque y Jacques Gamblin, el resto conforman un reparto coral, una especie de comparsa que actúa como un tercer personaje. Son todos aquellos que no dejan en paz a esa pareja que intenta encontrarse a solas, sin oportunidad material para conseguirlo. Bien sea por instinto sobreprotector de unos, o por la pura hipocresía de otros, la cuestión es que no dejan el más mínimo espacio a la intimidad. Oficialmente, la mujer que acaba de enviudar ha de ser consolada, sin que nadie se pare a pensar si realmente quería al difunto o si hay otro hombre en su vida. Lo tragicómico es que ella se ve incapaz de llevar la contraria a sus allegados, que se empeñan en que necesita compañía, cuando en realidad desea escapar y correr al lado de su amante.

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