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Arriaga demuestra con su primer film que pudo dirigir la triología de Iñárritu

El mexicano Guillermo Arriaga, guionista de «Amores perros», «21 gramos» y «Babel», ha demostrado con su filme «The burning plain», proyectado ayer en la Mostra de Venecia, que bien pudo haber dirigido él mismo esa trilogía que firmó como director su compatriota Alejandro González Iñárritu. Por su parte, el director Barbet Schroeder, con su cinta de suspense, consiguió la unánamime condena de la la crítica presente en el festival italiano.

Antonio LAFUENTE | VENECIA

«The burning plain», que tiene como protagonistas a Charlize Theron y Kim Basinger, es la primera película de Guillermo Arriaga como director desde su público divorcio laboral de Iñárritu, quien le acusó el año pasado de querer reclamar para sí la autoría de «Babel» y «21 gramos». La pregunta ahora es si Arriaga será capaz de hacer algo más como director.

«Dirigir ha sido el momento más feliz de mi vida profesiona», confesó ayer Arriaga en la rueda de prensa posterior a la proyección de la película. Arriaga comentó que «Alejandro González Iñárritu es un buen director» y que «ha hecho buenas películas», tras lo cual dijo haber estado «muy protegido» en el rodaje de «The burning plain».

Al igual que hiciera en las anteriores cintas de la trilogía de Iñárritu, Arriaga vuelve a tratar en «The burning plain» el tema de la muerte, «una obsesión», según dijo durante la rueda de prensa, en la que contestó en inglés a la única pregunta formulada en español.

Un nuevo puzzle

En su ópera prima como director, Arriaga crea un puzzle ante el espectador con piezas de cuatro historias que van encajando a medida que avanza la película hasta que al llegar al final no le sobra ninguna. La historia analiza el vínculo misterioso que une a varios de sus personajes separados en el espacio y en el tiempo: Mariana (Jennifer Lawrence), una joven de 16 años que busca recomponer el matrimonio de sus padres en una ciudad junto a la frontera de México; Sylvia (Charlize Theron), una mujer de Portland que hace un viaje emotivo durante el film para afrontar un pecado del pasado; Gina (Kim Basinger), que tiene un amor clandestino; y María (Tessa La), cuyo padre sufre un accidente de avión.

El director mexicano emplea así la misma técnica narrativa de «la deconstrucción del tiempo» que ya empleó en la citada trilogía. Una técnica narrativa que hace que el espectador siga con ansiedad el desenlace, pero no que se haga cómplice, ya que está obligado a aceptar la realidad de la historia. Ese es el juego de Arriaga, que en el pasado aseguró que prefiere definirse más como «escritor de cine» que como guionista. Si el espectador acepta el juego, la película gusta; si no, llega un momento en que la trama es difícil de creer, especialmente cuando emigrantes, friegaplatos y camioneros mantienen relaciones sexuales con espectaculares mujeres con aspecto de estrellas de Hollywood.

En ese aspecto, en el de estrella, se mostró ayer Theron, que se permitió bromear durante la rueda de prensa con el presentador de un programa de humor. Theron dejó aparte su lado comprometido, el que mostró el año pasado cuando durante la presentación de «In the Valley of Elah» pidió la retirada de las tropas estadounidenses de Irak. Ayer enseñó su cara más frívola al confesar que tiene novio y que le gustan las piñas.

También ayer se proyectó la película «Inju, la bête dans l'ombre», del director Barbet Schroeder, una cinta de suspense, que fue condenada de forma unánime por la crítica en Venecia.

La película trata sobre Alex Fayard, un autor de éxito de novelas policíacas que viaja a Japón e intenta conocer a un misterioso colega suyo, el mejor escritor del género en ese país, pero del que nadie conoce la verdadera identidad.

LA MUERTE

Al igual que hiciera en las anteriores cintas de la trilogía de Iñárritu, Arriaga vueve a tratar en «The burning plain» el tema de la muerte, «una obsesión», según dijo en la rueda de prensa ofrecida ayer.

Bertolucci intenta completar «La Rabbia» de Pasolini

El realizador Giuseppe Bertolucci presentó ayer en la Mostra de Venecia «La rabbia. Ipotesi di ricostruzione della versiona originale del film», la osada empresa de completar la película que Pier Paolo Pasolini rodó hace cuarenta y cinco años.

En 1963, Pasolini realizó «La rabbia», un documental poético sobre el mundo contemporáneo que, pensado originalmente como un largometraje, quedó reducido a cincuenta minutos debido a que, por temor a la polémica, fue convertido en un filme a dos voces, una de izquierdas y otra de derechas. El proyecto inicial del realizador de «Accatone» (1961) ha sido ahora retomado por una ambicioso proceso de documentación llevado a cabo por la Cineteca de Bolonia, la distribuidora Istituto Luce y el grupo editorial Minerva Raro Video. Así, se han creado dieciocho nuevos minutos tomando como base cartas del cineasta y fragmentos de guión que, con motivo de la conmemoración de los treinta años de la muerte del subversivo cineasta, se han recuperado. «No hemos querido, obviamente, ponernos a la altura de Pasolini, pero sí hacer llegar de la manera más escrupulosa posible lo que era un trabajo suyo inédito», explicó con modestia Bertolucci en rueda de prensa ayer en Venecia. Y es cierto que el anexo de «La rabbia», que ahora se muestra no consigue transmitir el poder reflexivo que, finalmente y por voluntad propia, Pasolini condensó en menos de una hora, ayudado por la voz poética de Giorgio Bassani y la narración en prosa de Renato Guttuso.

«Él aceptó el trato de una manera poco traumática, dándose cuenta de que si no toleraba el contrapunto de la derecha a su visión del mundo nunca se estrenaría su filme», explicó Carlo di Carlo, que trabajó con Pasolini en el proyecto original y presenta también en Venecia el documental «Antonioni su Antonioni».

En una proyección multitudinaria, precedida del cortometraje «Padre Selvaggio» (1965), «La rabbia» volvió e mostrar a los espectadores la perspectiva, según él mismo, «sin hilo cronológico, quizá tampoco lógico» de la época de Pasolini, que él describía como «una nueva prehistoria». Desde Marilyn Monroe a Juan XXIII, pasando por Argelia, Hiroshima o Roma y alrededor de conceptos como belleza, libertad y riqueza, el filme, a ritmo del Adagio de Albinoni, plantea desde la perspectiva actual una nueva duda: la de si Pasolini fue un visionario o, simplemente, los problemas del siglo XXI eran previsibles desde hace cuarenta años.

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