ANÁLISIS Islam y Magreb
Hacia la transnacionalización de un movimiento
El autor analiza los principales cambios en el movimiento islamista más radicalizado de Argelia, en su forma de actuar y en sus objetivos, así como la extensión de su influencia en los países vecinos del Magreb, más allá de las fronteras argelinas.
Txente REKONDO Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)
En Argelia se está produciendo la expresión más violenta y organizada de este fenómeno, pero en Marruecos también hay constancia de una mayor organización entre pequeñas células, mientras que en Túnez, la política del Gobierno, que ha intentado acabar sin miramientos con cualquier expresión de ese tipo no ha sido capaz de imponerse definitivamente. Y todo ello sin olvidar la compleja situación de Libia o los recientes acontecimientos de Mauritania, donde el movimiento islamista ha permanecido en silencio tras el golpe de Estado, dando lugar a un sinfín de especulaciones. Además de las volátiles fronteras de Malí o Níger, donde se ha constatado una importante actividad en torno a ese movimiento islamista.
Un hecho clave para entender esa transformación, que algunos analistas han definido como «la transnacionalización de la violencia doméstica», es el cambio de nombre del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) en Argelia, que en enero de 2007 pasó a llamarse «Al Qaeda del Magreb Islámico», lo que supuso la oficialización de un nuevo rumbo de ese movimiento, que manifestó su adhesión a la ideología y estructura de Al Qaeda, al tiempo que anunció su intención de operar más allá de las fronteras argelinas.
Factores internos y externos han influido de forma decisiva en la formación de estos movimientos. Si hace unas décadas fue la guerra de Afganistán la que sirvió de base para la formación de un movimiento jihadista internacional, en esta ocasión ha sido la invasión y ocupación de Iraq la que ha podido alimentar en cierta medida un movimiento de características similares, aunque sin el beneplácito de los gobiernos locales ni de EEUU.
Acontecimientos políticos, socioeconómicos y culturales también han influido en la formación de esos grupos radicali- zados. El desarrollo urbano y el deterioro de las condiciones económicas han llevado a un importante sector de la población a optar por integrarse en esos grupos; el papel del Ejército, como garante del orden y del sistema le ha convertido, al menos en Argelia, en objetivo prioritario para estos movimientos, y el papel de los gobiernos locales en torno a la religión los ha impulsado.
En Argelia, antes de la formación del GSPC, fue el Grupo Islámico Armado (GIA) el que lideró la respuesta del islamismo violento contra el Ejecutivo. Sus posteriores escisiones y divisiones derivaron en la formación del GSPC, que centró sus ataques en las fuerzas de seguridad, al tiempo que defendía las ideas e «interpretaciones salafistas» como base de su ideología, y anunciaba su intención de derrocar el Gobierno argelino para «establecer un Ejecutivo basado en los principios islámicos». En 2001, ésta era la mayor amenaza armada para las autoridades.
En los últimos años el GSPC ha iniciado una serie de cambios sustanciales que han desembocado en otro nombre y en una estructura más compleja y extensa, así como en la ampliación de sus objetivos y métodos.
Uno de los cambios organizativos es la división de Argelia en diferentes zonas de operaciones, lo que los expertos llaman «el sistema de zonas», que permite al GSPC operar de una u otra forma según el lugar. Sin embargo, las recientes transformaciones y el objetivo de impulsar su lucha más allá de las fronteras argelinas ha traído consigo la reestructuración en cuatro focos geográficos -el centro (Argelia), el este (Túnez), el Sur (Sahel) y el oeste (Mauritania)-, ampliando su territorio de actuación y también de reclutamiento.
En el aspecto operativo también se han producido cambios importantes. Junto a los ataques contra miembros y puestos de las fuerzas armadas, se han realizado acciones más indiscriminadas, y también se ha recurrido, cada vez con más frecuencia, los ataques suicidas, algo inédito en el largo y sangriento conflicto argelino.
Entre los nuevos objetivos están los trabajadores e intereses extranjeros en el país. Las llamadas contra «los franceses y sus aliados cruzados» se han sucedido desde enero de 2007, lo que supone, en cierto modo, una vuelta a los objetivos que en su día tuvo el GIA.
Asimismo, el alineamiento con Al Qaeda va a suponer un cambio de objetivos nacionales a una perspectiva regional, aumentando su peso en todo el norte de África, al tiempo que Al Qaeda podrá utilizar las redes de ese grupo en Europa para sus propios intereses. Si bien la participación de ciudadanos de Marruecos, Túnez y otros países no es importante todavía cuantitativamente, si se ha detectado su presencia en diferentes grupos en la región y en Europa o Iraq.
Por ahora, se ha tenido constancia de la utilización de los llamados campamentos móviles en diferentes puntos de esta extensa región, que han servido para la formación militar y política de grupos o individuos de los estados de la zona. También se han producido enfrentamientos armados en las fronteras de Malí y Túnez, y en Níger y Chad, lo que muestra la extensión transnacional, al menos en materia geográfica, que pudiera estar adquiriendo el movimiento.
Las detenciones y muertes de dirigentes y cuadros, las divisiones internas y la presión policial no han podido acabar con la organización islamista, que continúa siendo una amenaza real y muy seria para la estabilidad del conjunto de la región y, sobre todo, para los intereses extranjeros. Los ataques contra el sector energético (la construcción de un oleoducto transahariano de Nigeria a Europa), pueden aumentar en el futuro.
Marruecos sigue siendo un polvorín a punto de estallar. El uso de células muy pequeñas ha sido la característica principal de las organizaciones islamistas más radicalizadas, pero la intervención de Al Qaeda del Magreb Islámico y su nuevo rumbo, unido a las malas condiciones socio económicas de parte importante de la sociedad puede suponer un importante radicalización en el país y un aumento de la vulnerabilidad de la monarquía.
Túnez sigue reprimiendo cualquier formulación islamista, pero ha sabido utilizar la economía para evitar que los sectores más desfavorecidos opten por alinearse con el islamismo más radical. Sin embargo, son amplios los sectores más jóvenes (estudiantes universitarios) los que mostrarían cada vez más su frustración ante la imposibilidad de participar en política.
En el resto de estados, las condiciones políticas y económicas, unidas a determinados factores externos, pueden determinar la dirección futura de sus movimientos islamistas.