Cantidades enormes de dinero de los contribuyentes se están poniendo en manos de los principales bancos y empresas financieras por parte del Banco Central Europeo y la Reserva Federal en EEUU. (...) Los voceros del libre mercado dijeron en el año 1990 que el comunismo había muerto con la caída del muro y la desintegración de la URSS. El capitalismo era el mejor porque había vencido por KO del contrario. Menos de veinte años después, incluso sin la existencia de su enemigo, el sistema de mercado parece tambalearse él solito, como si no fuese capaz de soportar su propio éxito.

Si un ciudadano no paga su crédito, el banco se queda con su piso. Si un banco no paga su crédito, viene el Estado con el dinero de todos y le cubre sus deudas. ¿No decían que el sistema de mercado se autorregula solo? ¿Que la libre competencia deja los precios en su justo lugar? El petróleo ha bajado más de un 30% en dos meses, y el coste de la gasolina permanece igual.

Si una empresa no funciona, quiebra, pero si es un banco importante hay que sostenerlo por el bien general. ¿Quién decide cuál es el bien general? (...) La decisión depende de órganos que son totalmente independientes de senados, parlamentos o políticos cualquiera. El BCE y la Reserva Federal pueden tomar las decisiones que mejor les parezca. Chocante democracia. (...)

Uno, en su aldeana ingenuidad, piensa que los créditos que nos concedan a partir de ahora no serán tan difíciles, puesto que este dinero ha salido de unas arcas públicas. Pues todo lo contrario, se congelan los préstamos, y los que se concedan con las máximas garantías serán mucho más caros. Que haya sido la avaricia de los propios bancos la causa principal de esta debacle no viene al caso.

Las ganancias son para mí, las pérdidas se reparten entre todos. (...)

No hay dinero para eliminar enfermedades ni para alimentar pobres. Pero si quiere salvar a unas firmas que han especulado hasta la saciedad con bienes ajenos, dígame cuánto quiere (...).