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Raimundo Fitero

Convicción

En ese programa de La Sexta que ofrecen en la noche de los domingos, «Vidas anónimas», se encuentran reportajes, personalidades, individuos que nos hacen comprender que vivimos en una sociedad que tiene bastantes más capas de características muy diversas de las que en un principio nos pueden señalar en los anaqueles de la sociología aplicada. Así podemos ver a una culturista que se machaca el cuerpo, que compite en alto nivel y que resulta ser una colaboradora aficionada de la Cruz Roja después de estar en un gimnasio modulando los cuerpos de quienes siguen sus pasos. O como la otra noche escuchar a alguien decir con toda la rotundidad: «me gusta ser puta».

La convicción con la que pronuncia la frase esta persona nos coloca ante una realidad, ella está convencida de que le gusta su trabajo, y entonces aparecen nuestros prejuicios con una batería de preguntas capciosas. ¿Es verdad, mentira, imposible, una manera de recomponer su autoestima? ¿Por qué dudamos de alguien que hace esta aseveración y nos parece normal que a alguien le guste ser policía, empleado de banca, árbitro de fútbol o crítico de música clásica? Seguimos con el estigma inquisitorial, en el dogma del pecado carnal y lo peor es que ahora se apuntan a demonización de la prostitución quienes aseguran hacerlo desde una perspectiva de progreso. En Washington los que se hicieron esa foto de familia lo dejaron claro. El mundo se rige por la relación entre la oferta y la demanda. ¿Quién lo duda?

En Cuatro sigue Iker Jiménez con su «Cuarto Milenio» que cada vez se asemeja más a un concurso de parodias de periodismo imaginativo. La convicción con la que algunos de sus invitados, presentados bajo titulaciones rimbombantes, nos presenta asuntos perfectamente reconocibles desde el sentido común y la física recreativa como fenómenos paranormales empieza a ser un ejercicio patológico. Yo siento una especie de morbosidad que me lleva a una risa provocada por el patetismo de algunas de las supuestas investigaciones y por la utilización de un lenguaje tan huero que parecen pompas de jabón. Lo fantástico es el tono del presentador. ¿Le compraría usted un coche usado a Iker?

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