¿Colaboración o impunidad de nuevo?
Ayer, precisamente el día en el que se cumplían 25 años de la muerte de Ramon Oñederra a manos de los GAL, se conoció un nuevo caso de secuestro de un ciudadano vasco, ocurrido en las cercanías de Donapaleu, en Nafarroa Beherea. El secuestro de Juan Mari Mujika ocurrió la semana pasada y se prolongó durante alrededor de dos horas. Mujika fue abordado por tres personas que le conminaron a acompañarlos a comisaría. Una vez en el coche de sus captores, éstos se identificaron en español como poli-cías. Muy posiblemente, en la operación tomaron parte tantos presuntos agentes españoles como franceses. Entre chanzas y amenazas lo llevaron a una cabaña en las cercanías de un lago, donde los secuestradores presionaron al vecino de Domintxaine con amenazas dirigidas contra él y su familia, a la vez que le hacían una oferta de colaboración.
La excepcionalidad de los hechos es evidente y para encontrar casos de esta gravedad hay que retrotraerse a la época de la guerra sucia. Sin embargo, es cierto que en los últimos tiempos cada vez hay más denuncias contra la impunidad con la que las Fuerzas de Seguridad españolas se mueven en Ipar Euskal Herria, siempre con el permiso y la colaboración de sus homólogos franceses. Y conviene también recordar que los orígenes de esa colaboración se remontan a aquella época negra. José Amedo, precursor en este tipo de casos, argumentaba al salir de la cárcel -sin haber cumplido su condena- que los GAL, a pesar de las críticas que han recibido, lograron su principal objetivo: cambiar la política del Estado francés respecto a los militantes y refugiados vascos. La colaboración entre policías comenzó en los subsuelos, y fue el Estado francés el que tapó aquella etapa con una gran losa de mármol y mucho barniz. Sobre ese piso se asienta la colaboración que reivindican hoy en día Rubalcaba y Alliot-Marie.
La Justicia gala ha dicho que investigará este secuestro. No podía ser de otra forma porque ha sido denunciado en el Tribunal de Baiona. Pero para investigar de verdad hay que levantar primero ese «suelo francés».