Crónica | Juicio al diálogo político
La calle reflejó cómo afrontan el proceso las tres partes encausadas
Qué callados están los del PNV. La otra vez chillaban más», comenta una simpatizante abertzale. Y es que si alguien se dejó ver y oir ayer frente al Palacio de Justicia bilbaino fueron los militantes que arroparon a Arnaldo Otegi. Aplausos también para Ibarretxe y silencio para López.
Joseba VIVANCO
Dos horas antes del inicio del publicitado juicio, la Ertzaintza limitaba con vallas el acceso por la entrada principal al Palacio de Justicia de la capital bilbaina. Entre tanto, las primeras cadenas de televisión en llegar -más de una veintena larga siguieron los hechos desde el exterior- se apostaban frente al edificio, aprovechando el mirador que ofrecen los jardines Albia. La temperatura en el centro de la ciudad es de 4º, pero la sensación de frío es mayor.
Bilbo comienza a desperezarse. A las siete de la mañana había puesto el despertador una veterana militante peneuvista que a las ocho monta guardia en la zona, ikurriña en mano y chapa con el rostro de Ibarretxe en la solapa. «Quería haber estado antes, pero no me he levantado hasta las siete y veinte», se lamenta. «Hay que estar», justifica su presencia. «Dónde están los del PSOE? Como ellos no vienen nunca, pensé que vendrían antes... Como no están acostumbrados», comenta irónica.
Los suyos, los del PNV, se empiezan a arremolinar en la delantera de Sabin Etxea, al otro lado de la calle del edificio de Justicia. «¡A ver cómo viene el de la próstata!», pregunta en alto la veterana jelkide que sigue estoica con la única ikurriña a la vista. «¡Y al otro pobre le echan 900 euros! Como decía mi madre, encima de puta, poner la cama», se desahoga.
En la delantera del Palacio de Justicia lo que se observa es la lectura mayoritaria de ``Deia''s; al otro lado del edificio, por la puerta trasera del mismo, lo que se lee son GARAs. Son las 8.30 y en esta otra parte de los juzgados empieza a concentrarse un nutrido grupo de personas, pero esta vez de la izquierda abertzale. Lo hacen tras una pancarta en la que se lee: «Salbuezpen egoerari Stop!. Euskal Herriak autodeterminazioa». Aguardan, ikurriñas en mano, la llegada de los cuatro dirigentes independentistas presos, imputados junto a Arnaldo Otegi.
Entre tanto, frente a Sabin Etxea, decenas de simpatizantes jelkides aguardan impacientes la salida del lehendakari. Apenas cincuenta metros más allá, le espera el banquillo. Faltan quince minutos para las 9.00 y arrancan los primeros aplausos. Aparece Juan José Ibarretxe, con su habitual semblante serio, escoltado por José Antonio Ardanza e Iñigo Urkullu, y seguido por altos cargos de su partido y su gobierno, además de su esposa y una de sus hijas. Aguarda unos minutos para recibir los aplausos de sus seguidores -en menor número, eso sí, que en anteriores ocasiones-. Ibarretxe se funde en un abrazo con Urkullu y escucha el grito de un simpatizante: «¡Aupa, Juanjo!».
Media hora después, aparecen los presentantes del PSE que serán juzgados: Patxi López y Rodolfo Ares. Lo hacen en compañía de sus esposas y una decena de cargos del partido. En absoluto silencio y sin detenerse, acceden al interior.
Mientras, al otro lado del Palacio de Justicia, alguien pregunta, «¿todavía no les han traído?». Así es. Son las 9.20, entran a toda velocidad dos coches y de repente los beltzas desalojan. «¿Igual iban ahí?», pregunta una de la congregadas. Parece que sí. «¡Qué fuerte!», se lamenta. Ni se han enterado.
En ese instante, por la calle adyacente Arnaldo Otegi se dirige hacia el juzgado arropado por su abogada, Jone Goirizelaia, y compañeros de fatigas como Tasio Erkizia, Ainhoa Etxaide, Rafa Díez, Arantza Urkaregi... También le acompaña el dirigente de Sin Fèinn Alex Maskey. Llegan entre fuertes aplausos y gritos de «Euskal Herria aurrera!».
Al otro lado los simpatizantes peneuvistas guardan silencio. Otegi se detiene unos minutos, lo que da tiempo para que arrecien los gritos de «Batasuna aurrera» e «Independentzia», que son los mismos que le despiden al entrar camino del banquillo. «¡Aupa Otegi!», grita una mujer. Son las 9.30.
Los focos apagan sus luces aquí afuera. Ahora, alumbran allí adentro.
El movimiento pro amnistía denunció ayer las agresiónes a manos de un guardia civil que han padecido en fechas recientes los mahaikides Joseba Permach y Joseba Zinkunegi en los traslados entre las prisiones de Salamanca y Langraiz.
En el caso de Joseba Permach, la nota detalla que cuando llegó a la cárcel alavesa de Langraiz para unas diligencias judiciales en el TSJPV de Bilbo, este guardia civil le abofeteó, al tiempo que le insultaba y trataba de humillarle. El movimiento pro amnistía destaca que la agresión tuvo lugar delante de la Ertzaintza, lo que considera especiamente denunciable.
En cuanto a Joseba Zinkunegi, el guardia civil le agarró de la mano y le obligó a colocarla en la parte del motor del vehículo policial hasta que acabó quemándose.
Según la nota pública del movimiento pro amnistía, este mismo guardia civil ha protagonizado en los últimos meses actuaciones similares contra otros presos políticos vascos. Por ello, denuncia la impunidad que la Guardia Civil y los funcionarios de prisiones tienen para tratar a los presos vascos de cualquier manera.