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Raimundo Fitero

¡Boom boom!

Hay personajes televisivos que van entrando de manera suave, como el cuchillo en la margarina, y acaban produciendo un estallido de descomunales repercusiones. En ese espacio tan peculiar, por entretenido, desprendido y entrometido, que se llama «Fama, ¡y a bailar!» que emite el canal más desestructurado en su programación de todos los generalistas con pretensiones de primacía, como es Cuatro, tenemos la versión más genuina de la nueva Paula Vázquez, una polivalente presentadora que ha hecho unas declaraciones gloriosas: «ahora me ofrecen programas que puedo defender». Así que antes presentaba programas simplemente para cumplir un contrato, se sobreentiende. Lo malo, para ella, que los debía defender también.

Pues bien, en «Fama», que ya lleva unos meses en la parrilla los concursantes son efímeros, pero parte del plantel de profesores son los que dan continuidad y hay varios realmente comunicativos, telegénicos, con personalidad y que siguen el guión de una manera muy rígida. Probablemente siguiendo un reparto de roles para crear tensiones y el juego maniqueo imprescindible para que las audiencias se cuelguen, se identifiquen, se creen empatías o antipatías. Pero en este caso aparece un personaje singular, que ha ido creciendo de manera autónoma, como si fuera un género dentro del concurso espectáculo: Rafa Méndez.

Es este tipo grandote, con melena larga, que habla en un particular spanglish, aunque parece ser canario, con palabras que han hecho fortuna en el concurso y han pasado al uso común de la calle. «amazing», que es difícil detectar debido a su pronunciación, y que viene a ser una manera de decir increíble, o cuando le dice a algún concursante, «tienes cara de ñu», para demostrar que lo gusta su actitud. Pongamos que son cosas más o menos espontáneas que van tejiendo una personalidad, pero en las últimas semanas tiene un espacio propio que se llama algo así como «la chica boom boom», y ahí entramos en todo ese mundo que roza lo correcto, lo machista, lo curioso y lo de perpetuar unas actitudes sexistas muy poco recomendables. Es un aparente juego inane, pero contamina todo el resto. Y no aporta nada positivo ni espectacular.

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