Elecciones del 1 de marzo
La incoherencia por bandera
En su canción «Lentejuelas» el grupo navarro Barricada denunciaba la hipocresía de un personaje en un estribillo memorable: «las lentejuelas brillan demasiado, ya no alucinas a nadie. Alguien te mira, está equivocado, tu rollo es puro montaje». Como en la canción, la credibilidad de la clase política está por los suelos, y una de las causas es la falta de coherencia en sus discursos y en sus prácticas. Votar por un cambio que no se va a dar, o votar para evitar ese cambio y con ese voto ayudar a que llegue, puede agotar la paciencia que le queda a la sociedad vasca respecto a su clase política No sólo por coherencia sino también por utilidad, miles y miles de personas darán con su voto dorado la confianza y el soporte necesario a la izquierda abertzale para dar los siguientes pasos
Iñaki SOTO
La coherencia es una gran virtud en una persona y, por ende, la incoherencia un defecto difícil de sobrellevar -por el resto, se entiende-. Asimismo, la coherencia es un valor central de las política y de los políticos y, por ende, la incoherencia un error que se debe evitar o, en su defecto, ocultar.
En mi opinión, parte de la desafección de la población por la política proviene precisamente de la incoherencia mostrada por la clase política. Si antes la moda era considerarse «apolítico» -que es como decir «ahumano»-, hoy en día en nuestra sociedad los «antipolíticos» forman una masa social considerable y, lamentablemente, estructural. No es, por lo tanto, una moda. Más bien parece una tendencia.
La reducción de la política a la labor de políticos profesionales y a su actividad institucional ha generado una progresiva delegación de responsabilidades y poder por parte de la ciudadanía. Una delegación que es cómoda a corto plazo pero que a medio plazo se paga cara, tal y como estamos viendo en la cuestión de la crisis o como han visto los norteamericanos con la Administración Bush, por poner dos ejemplos distintos. Por otro lado, las prebendas, las corruptelas, el nepotismo y la ostentación de poder, personificadas en los políticos y en su clase, han generado un estado de opinión muy crítico con esa casta. Una consideración social muy extendida que, también es cierto, sólo estalla en condiciones extremas, como ocurrió por ejemplo en el corralito argentino, con millones de personas exigiendo en la calle «que se vayan, todos».
Está claro que no es ésa la situación actual. Pero votar por un cambio que no se va a dar, o votar para evitar ese cambio y con ese voto ayudar a que llegue puede agotar la paciencia que le queda a la sociedad vasca. Analicemos, por lo tanto, algunas de las incoherencias que se están destapando en la campaña.
En el caso del PNV, desde que unos profesores universitarios patentasen el péndulo como instrumento para el éxito político, a nadie sorprende que los jelkides hagan de la incoherencia virtud. Pero eso no significa que a partir de cierto grado no genere tensiones. El EBB actual se rige más por el dedo que mueve la tabla Ouija que por los campos electromagnéticos internos del partido y de su base social. El PNV ha pasado del «no imponer, no impedir» a un «admitir la realidad, pero no asumir sus consecuencias» que muestra una debilidad estratégica insalvable a medio plazo -que no a corto-. Por ejemplo, el PNV acepta el fraude electoral, pero no cuestiona los resultados del mismo.
Al mismo tiempo, si hace años Arzalluz denunciaba ya el «déficit democrático» del Estado español, y desde entonces todo ha sido involución, se puede inferir que para gran parte de las bases jelkides estamos muy cerca de la «democracia cero» que denuncia la izquierda abertzale. En esa línea, el propio Ibarretxe admitió que la prohibición de la consulta legitimaba de una manera u otra a ETA cuando dice que hoy por hoy no existen condiciones para lograr objetivos políticos legítimos por vías políticas. Y es que la retórica que pretende hacer además pedagogía corre el peligro de tropezar con la realidad.
Por su parte, el PSOE es consciente de los límites de su estrategia actual, pero también de las ventajas que le ofrece a plazo corto. Quizá en Ferraz mezclen las dos cosas, pero sería poco inteligente pensar que sus delegados vascos no son, algunos y en alguna medida al menos, conscientes de ello. No cabe duda de que para Patxi López resultaría duro afirmar como afirmó que la izquierda abertzale es un «interlocutor necesario» en este país; también que quizá se sienta más cómodo en su papel actual. Los beneficios inmediatos de la estrategia del apartheid son claros para el PSOE: ata en corto al PNV y corta en largo a la izquierda abertzale. Pero también es cierto que incluso esos beneficios son mayores en perspectiva negociadora, como bien saben quienes tomaron parte en el último intento, que si se entiende la negación de la realidad en términos estratégicos, como plantean algunos securócratas.
EA no peca tanto de incoherencia como, sobre todo, de falta de unidad interna, de pulso político y de cierta dosis de valor. En un Estado como el español a un político abertzale el valor se le supone. Pero, como en la guerra, siempre hay quien tiene muy claro qué deberían hacer otros aunque por si acaso él no abandone su palacio de invierno. Y es que, a pesar de la brisa que ha levantado estos días, en las calles de Euskal Herria hace tanto frío que es suficiente con meter un palito en un vaso de agua para sacar un polo. Ahora bien, para que ese polo pase la prueba de gusto de la población, para que no tenga el mismo regusto a palo rechupado de un helado de piscina en verano, al agua hay que sumarle contenido políticos altos en compromiso y bajos en grasas saturadas.
Los dirigentes de Aralar -tanto quienes provienen de la izquierda abertzale como quienes reivindican no haber militado nunca en ella y reafirman su pedigrí «democrático» por provenir, por ejemplo, de Euskadiko Ezkerra- defienden que su posición política además de más efectiva es también moralmente superior. Pero la obscenidad no es, precisamente, un valor moral en cultura alguna. Las palabras de Patxi Zabaleta acusando a la izquierda abertzale de victimismo y de recibir la «ayuda» (sic) de los aparatos represivos del Estado a través de la política de ilegalización dejan entrever, además de un profundo resquemor ante la indiferencia que a estas alturas deja entre sus antiguos camaradas, una degeneración progresiva de un discurso que se presentó como igual en contenidos pero distinta en las formas, pero que se va progresivamente transformando en vacío de contenidos y, como ya he dicho, obsceno en las formas. Sin compromiso, ni lucha, ni solidaridad... pero sobre todo sin estrategia frente al enemigo y con una estrategia tan explícita frente al que fuera amigo, no será fácil cumplir las expectativas creadas -ni las estadísticamente generadas por el enemigo ahora ni las creadas antaño-.
Así, el «tú a tú» que reclamaba Zabaleta no se dará el domingo no sólo porque la izquierda abertzale acude ilegalizada a las urnas, sino porque aun en estas condiciones el peso político de unos partidos y de otros en Euskal Herria sigue siendo radicalmente distinto. Y eso lo saben -aunque por «coherencia» no lo admitan- desde el PNV y el PSOE hasta EA y Aralar.
No cabe duda que entre los votantes de «nulo» el valor de la coherencia será uno de los más destacados a la hora de ejercer el no-derecho a un sufragio libre y universal. En todo caso, la política no es reducible a uno sólo de sus valores, aun cuando sea el de la coherencia. Menos aún en un contexto electoral, por muy excepcional que sea. Por ello es necesario explicar la utilidad de cada voto invocado.
En ese sentido, la izquierda abertzale sigue teniendo pendientes varios debates estratégicos e ideológicos, que tendrá que dar en unas condiciones de profunda desigualdad. También tiene pendiente definir cuáles van a ser los parámetros en los que quiere definir la siguiente fase política, parámetros que sin lugar a dudas condicionarán e incluso se puede augurar que marcarán el próximo ciclo y sus previos estadios transitorios. Dentro de la gran masa de personas abertzales y de izquierdas que pueblan todos y cada uno de los rincones de Euskal Herria, tanto quienes voten dorado como quienes no lo hagan están pendientes de esos debates.
De hecho, pienso que no sólo por coherencia sino también por utilidad, miles y miles de personas darán con su voto dorado la confianza y el soporte necesario a la izquierda abertzale para dar esos pasos.