«Me gusta que a los oyentes se les atragante el humo del cigarro por la sorpresa»
PIANO Y VOZ DEL PROYECTO MARA
«Unibertsoa gu» es el nuevo álbum de Mara. Uno de los discos más singulares de la temporada. El sonido sin diques del laudioarra Igor Arzuaga, ex Une Latzak, ex Exkixu, ex Mikel Urdangarin… Músico sensible capaz de mezclar el humo de las tabernas con el piano de cola, de estremecer el punk bajo sus ágiles dedos de pianista y showman.
Pablo CABEZA | BILBO
Igor Arzuaga es músico de conservatorio, pero también intuitivo y popular. Nació en Bilbo por asunto de papeles, pero es de Areta (Araba), donde creció y vive desde 1976. Con siete años ya empezaba a tocar el piano gracias al ambiente familiar. «Mi madre es profesora de música en mi casa de Areta. Recuerdo que el piano me llegaba a la barbilla y que yo tocaba la nota fa. No me preguntes por qué, pero yo sabía que aquello era un fa. Luego me han hablado del oído absoluto y de vainas semejantes, pero a mí eso me da lo mismo, pues es una forma de medir el coeficiente intelectual. Sigo compartiendo mis partituras con mi madre; es una crítica severa, pero así pienso que nadie puede ser más duro y me anima, aunque no le hago mucho caso, la verdad, sobre todo a la hora de las correcciones». Igor toca piano, guitarra, bajo, armónica, trikitixa y... lo que desee.
Arzuaga debutó en grupo con 16 años en Egitina, orientados hacia el folk. Pero recuerda que compuso su primera canción con 13 años, que aún toca. En el 92 era el bajo de Une Latzak, entre el rock y la actitud punk. Colaboró con Exkixu en su segundo disco en el 95, donde tocaba trikitixa y guitarra. En 1998, participó junto con Eñaut Elorrieta, de Ken 7, en la grabación del primer disco de Mikel Urdangarin. Ha trabajado en la popular Keska taberna de Laudio, gestionado una librería donde se reunían poetas y músicos... y es Mara desde hace unos cuantos años, aunque sus proyectos y experiencias pasan de la veintena. Mara (Igor) cautiva con su sensibilidad al piano, con sus cercanas y brillantes letras, su capacidad para mezclar lo sublime y lo familiar. Mara es una sola cosa: «Unibertsoa gu», pero también otros mil pedazos que están y no están en lo grabado ni en lo conocido. Es cada nota del piano y las que no pulsa. Es su solemnidad y su aire de mataviudas. Es un cruce de caminos del que no se sale. Es sencillo y artista. Imprevisible y próximo. Clásico y magnético. Sus dedos tienen lírica, belleza; sus pies, ritmo. Apuesta por el neo-folk, pero «Unibertsoa gu», su segundo álbum, es también rock, pop, punk... y can can.
Usted parece un sátiro de la música culta
Puede ser. Yo mismo me pregunto qué es la música culta, si es algo más que un disfraz hecho de abrigo de visón para que las señoritas de bien se paseen por el Euskalduna. Yo me disfrazo, pero quién sabe si mi público se disfrazará... Si las composiciones que hago las interpretara el coro Easo o un combo con alumnos de Musikene, quizá no sería tan sátiro, quizá sería un mártir.
Derrocha sensibilidad, pero no quiere que se perciba.
Es cierto que guardo parte de la intimidad para momentos básicos. A esos momentos yo los llamo terapia o autoayuda. A veces necesito recogerme en mis composiciones como un intérprete se oculta tras un nocturno de Chopin. La música que edito es la parte más desenfadada, el vals, el tango...
Usted disfrutaría escuchando la sutil música del sello ECM.
No tengo ni idea. Escucho menos música de la que hago, lo cual también quiere decir que últimamente no salgo mucho de copas. Es más, si saliera no tendría posibilidad de escuchar sino «más de lo mismo», excepto en algunos bares... Aquí hay como «una forma de hacer», que se reduce a lo tranqui o a lo cañero. Por lo tanto, ya estoy etiquetado. No obstante mis directos son diferentes. Fíjate que la idea de Mara surge en un gaztetxe y de momento nadie ha encontrado la razón exacta de este porqué. Para mí es un fenómeno, pero comprenderás que responda a tu pregunta desde otro punto de vista.
¿Le interesa Eric Satie o se decanta por la actualidad?
La verdad es que un amigo me dejó unos cedés de Eric Satie que apenas he escuchado. Me cuesta mucho interesarme por la música, más aún por estilos que luego no me ayudan sino a catalogar cada acorde que toco al piano. ¡Ah!, esto es influencia de tal, esto de Pascual...
¿Y cuánto de cerca puede estar de las «Sonatas para piano» de Ludwing Van Beethoven?
Por aquí empiezo a pillar bola. Qué más quisiera yo. Es frustrante interpretar genialidades así, es como querer pintar en el pupitre del instituto un cuadro de Van Gogh.
Después de todo, es posible que le seduzca más el humo de un bar, el beber de los clientes que tanta sutileza.
El humo lo pongo yo, es un defecto. Ha habido algún que otro concierto en el que me he seducido por mi propio beber. El piano está borracho y tal. No me gusta desfasar, uno tiene ya una edad. Me gusta que rían mis chorradas entre trago y trago, es cierto; me gusta que enciendan un cigarrillo y que se les atragante el humo por la sorpresa.
¿Cuánto tiene de Tom Waits, de Mikel Laboa, de la austeridad de Xabier Lete?
De Xabier Lete no me gusta cómo escenifica las canciones con las manos, los gestos que hace; son muy suyos, eso es cierto, no como cuando sale el Ibarretxe por la tele. A mí me gusta tener las manos ocupadas, de lo contrario bailaría con el micrófono, me enrollaría con el cable. La verdad, intentaría ser el Mikel Laboa de «Lizardi», el Tom Waits del «Black rider». Y sí, el Xabier Lete de las noches de insomnio, cuando parece que el ser de aquí empieza a ser cuestión de ver la tele: Que si... «Del país de los vascos», «Sautrela»... Ya sé que ahora todo es diferente y no quiero faltar a nadie.
Qué me dice de Manolo Cabezabolo... Le veo a él cantando «El perro corredor», su única letra en castellano.
Es un texto de un libro de animales. No conozco a Manolo Cabezabolo personalmente, creo en el espíritu punk not dead y, sin embargo, me da vergüenza admitir que me considero mejor letrista que él.
¿Con los temas de corte tradicional pasados por sus dedos de pianista qué pretende?
Lo mismo que Mocedades. Ellos cantaban «Maitetxu mía», que es un zortziko, igual que el tema que abre mi disco. Pretendo crear un público si no nuevo, sí original en su conjunto, que integre el folk como algo que aún está por hacer. No quiero reinventar nada. Yo intento ser un filtro, una nueva corazonada de que algo queda vivo en ese agujero negro llamado cultura.
No dudo de que usted podría cantar más académico.
Hace tiempo me dijeron que la música que hacía no estaba mal, pero que la voz era una mierda. Yo me mosqueé, pero según se me fue pasando me empezó a apetecer cantar como me saliera, sin tener que atinar por caminos diferentes al mío propio. Ahora canto a gusto, con no desafinar me quedo contento y si desafinara sería porque estoy silbando. Quiero decir, que me enseñó a silbar mi abuela. A ella le homenajeo. Es muy dulce ver cantar canciones a una persona octogenaria, no sé si os habéis quedado.
«Recuerdo que el piano me llegaba a la barbilla y que yo tocaba la nota fa. No me preguntes porqué, pero yo sabía que aquello era un fa. Luego me han hablado del oído absoluto»
«Yo mismo me pregunto qué es la música culta, si es algo más que un disfraz hecho de abrigo de visón para que las señoritas de bien se paseen por el Euskalduna»
Artista: Mara.
Título: «Unibertsoa gu».
Actuaciones: Hoy, en el gaztetxe de Urretxu y 26 de marzo, en Jimmy Jazz de Gasteiz junto a Matt Elliott.
Publica: Politburó Recording Fiasco. Ver Myspace.
Contactos: www.igorarzuaga.com.
«No quiero reinventar nada. Yo intento ser un filtro, una nueva corazonada de que algo queda vivo en ese agujero negro llamado cultura»
Da la impresión de ser tan profundo como juergista de taberna. ¿Es una pose, una interpretación artística?
Me gusta apoyarme de espaldas a la barra, así se pueden echar piropos a las chicas y estar atento a quién entra luego, por si hay que salir. Cuando estuve en Milán, se partían los morros con una facilidad enorme. A mí, sólo esa posibilidad ya me da miedo, entonces es el momento en el que me vuelvo y cuando me centro. Nadie habla de música hoy en día. La interpretación artística es una pose per se. Intento no reinventarme demasiado si no es sentado al piano, de lo contrario el problema sería personal y no artístico y cuando me siento al piano sé que me reinvento, intentando ser original, diferente para conmigo mismo.
P. C.
«Ahora canto a gusto, con no desafinar me quedo contento y si desafinara sería porque estoy silbando, que me enseñó mi abuela. A ella le homenajeo»