Bengoetxea - Beloki 18

Irujo-Goñi III 22

Los cuatro gladiadores navarros ya calentaban en la cancha, todos con la clara predisposición de buscar la gloria en la arena del coliseo guipuzcoano más importante. La tarde prometía emociones fuertes, espectáculo a raudales, y la imagen del frontón, que recordaba a la de las grandes ocasiones, inyectaba más ingredientes a lo que estaba por llegar. Nadie quería fallar. El sudor -sustituyendo la sangre que brotaba de los cuerpos de aquellos que luchaban por sobrevivir ante el César- estaba llamado a ser un bien necesario para cualquiera que quisiese llegar antes al cartón 22. No hay gloria sin sufrimiento, y mucho menos en la pelota.

Los antecedentes, poniendo el ojo sobre lo acontecido en la primera fase del campeonato, daban ventaja a Irujo y Goñi, pero ni el contexto era el mismo, ni los protagonistas estaban en la misma situación.

Durante el primer tramo del encuentro el protagonismo recayó sobre las igualadas. Los abundantes errores, y también los aciertos, contribuyeron a que hubiera hasta 6 empates en los primeros minutos. Había demasiado en juego, y nadie estaba dispuesto a regalar nada.

Los cuatro rindieron a un altísimo nivel. El gourmet de Leitza hizo gala de su exquisitez una y otra vez, brindando a los aficionados con preciosos tantos, a modo de finas delicatessen. Su zaguero también rayó a un excepcional nivel. Rubén volvió a dar muestras de su gran inteligencia, golpeando con sosiego y buscando la pared en todos los pelotazos. En el bando azul era Irujo quien llevaba el mando. El de Ibero jugó con cabeza, y cuando se veía incapaz de penetrar la dura defensa de Oinatz, agotaba sus opciones intentando ahogar a Beloki. Pero esa comodidad con la que jugaba Irujo era debida al juego que desplegó Fernando Goñi en los cuadros traseros. El de Zubiri fue quien mantuvo viva la chispa de la pareja azul, y su derecha fue un constante martillo para un Rubén Beloki, que a pesar de su partidazo, acabó pagando el duro esfuerzo del tramo inicial.

Pero ya se sabía que el botón de «on» estaba en manos de Irujo. El 16-16 fue la gota que colmó el vaso del temperamental delantero. Llegados a ese punto, decidió romper de una vez el partido. El chef de Ibero, compitiendo con el de Leitza, le echó al encuentro un buen chorro de fuerza, una cucharada de ganas y cuatro gotas de gritos automotivadores. Lo demás vino rodado. 18-22, y directos a la final.