Si uno es muy selecto procura enterarse muy bien antes de asomarse al aparato de qué es aquello que quiere ver. «Aparato» vendría a ser la tercera pantalla: el ordenador. Es mucho más cómodo que la televisión. También se enciende y apaga a voluntad del usuario pero su oferta a la carta nos permite cambiar de opinión cada vez que pinchamos uno u otro apartado o simplemente escribimos lo que queremos ver. «Bronca entre Basagoiti e Ibarretxe». Si es que la ha habido, no se impacienten, nos la servirán de mil amores a través de mil y una entradas. Es lo que tiene Youtube. Hoy la televisión se programa de cara a este fenómeno ya que es imposible darle la espalda. Los virales, contravirales, blogs, mentiras y verdades, invenciones y falsedades hacen de la televisión un producto mucho más apetecible a través de la red que sin ella. Para qué perder el tiempo viendo un programa cargado de anuncios a una velocidad ralentizada como la propia realidad si con dos vocablos puedes seleccionarla a tu antojo y poder degustarla como único primer plato sin tener que aforar todo el menú. El caso de Wyoming y su becaria fue un ejemplo de control de hasta dónde pueden llegar las millas permitidas de navegación dentro de nuestros ordenadores. Además compendios como «lo más visto» o «lo más oído» nos traen hasta la mesa los productos más deseados. Bien sean tomates Raf, bien alcachofas podemos saber lo que están comiendo nuestros semejantes para cocinarlo nosotros y en alegre uniformidad engordar las obesas líneas del consumo televisivo a favor de un canal u otro. En mi comunidad (por cierto Patxilo ¿será presidente de la comunidad como el señor Cuesta o lehendakari de tod@s l@s vasc@s?) el punto del orden del día más debatido en la última reunión fue -tachán-tachán-: la televisión. Mis vecinos están acomplejados porque no podemos alcanzar la Sexta y otros canales. Bien les digo yo: ¿y el ordenata?, ¿para qué le* queréis?.

*la mayoría son leístas (que no leídos) y no quiero ofenderlos, vamos quiero ser una más entre iguales.