Raimundo Fitero
Otra vez la violencia
Voy a hacer una barbacoa en condiciones» aseguran que dejó dicho en un chat el muchacho alemán que realizó una masacre en un instituto cargándose a más de una docena de personas y después, aseguran, se suicidó en un parking. Ese mismo día, o al menos en ese mismo espacio de comunicación, se hablaba de un ex taxista de setenta y cuatro años que al sentirse mal atendido en un ambulatorio de la provincia de Murcia, fue a su casa, tomó un arma de fuego y entró a tiro limpio para protestar y se cargó a una médica e hirió gravemente a un conductor de ambulancia. En algún lugar público de EE.UU. había sucedido otra masacre de alguien desesperado y en un punto de una población de México habían aparecido cinco neveras portátiles con las cabezas de otros tantos asesinados.
El párrafo anterior es una resonancia informativa del mundo en el que vivimos, en el que las acciones de guerra en Irak han desaparecido de nuestros informativos, en los que Irlanda vuelve a aparecer por unos atentados, y en el que llevamos demasiados telediarios sabiendo de las circunstancias de la desaparición y más que probable muerte de una muchacha, Marta del Castillo, al parecer a manos de un ex amante. Existe violencia, mucha violencia, en todos los renglones de la pirámide, en vertical, transversalmente, por géneros, por clases, por deterioro de todos los conceptos. Existe mucha violencia que se genera en los consejos de administración, en las decisiones gubernamentales e institucionales internacionales, en los centros educativos, en las fobias ideológicas, en el consumo desmedido, en la familia por falta de tiempo para escuchar al otro, del poco roce, del cariño subastado y no generado de manera espontánea. De la violencia global a la desesperación individual.
Me encantaría encontrar una mediana explicación, un alivio. Tuve un cortocircuito con «Políticamente incorrecto» en donde desenterraron a los dinosaurios, Oliberi, Corcuera, el de la patada en la puerta, sí, o Rabanera, que estuvieron pausados, como fuera del tiempo, sin memoria. El resto de mi vida televisiva solamente me provocaba más desazón. Espero a Berto.