GARA > Idatzia > > Kultura

Victor hugo Y pasaia: Viaje a las raíces de una unión que aún prevalece

Al término de desgarradores senderos procedentes del monte Ulia, se avista una garganta de agua que ingiere parte de un calmado Mar Cantábrico. A sus pies, una pequeña hilera de casas preside el bucólico entorno de Pasai Donibane, casi intacto desde que el novelista Victor Hugo recalase en este acogedor pueblo pesquero que todavía conserva los originales aromas del romanticismo.

p048_f01_290x176.jpg

Ariane KAMIO

Se acercó sin quererlo y se quedó. Inició un paseo desde el monte Ulia en Donostia y, sin darse cuenta, se posó frente a la costa de Pasaia. Así es como el escritor francés Victor Marie Hugo (Besanzon, 1802 - París, 1885) conoció Pasai Donibane, un lugar donde permaneció durante algunos días y que dio de qué hablar en sus posteriores creaciones. A pesar de que en aquella época, en 1843, no existía lugar de hospedaje en la localidad, decidió quedarse en casa de una familia pasaitarra que hoy día acoge la casa dedicada al dramaturgo. «Victor Hugo. Un viaje a la memoria» es una exposición permanente que se muestra en la Casa Victor Hugo de Donibane y cuyo fin es enseñar al visitante por qué acoge su identidad el edificio y de dónde viene su historia. A pesar de que la casa tenga su origen en el siglo XVII, no fue hasta 1902 cuando se dio a conocer como tal. En esa fecha, dos diputados franceses que viajaron hasta Donibane descubrieron que en aquella casa se alojó Victor Hugo y, según sus escritos, decidieron abrir un pequeño museo dedicado a él. Desde entonces, un largo recorrido de labores de recopilación trasladan esta casa a nuestros días. Aquellos diputados trajeron hasta la localidad costera varios objetos recopilados en París, pero que poco tiempo después serían trasladados a la Escuela de Niños a consecuendia de la I Guerra Mundial. En la década de los cuarenta, Antonio Orueta retomó las labores de recopilación y adquirió la casa hasta que en 1964 fue declarada monumento de interés artístico. Trece años más tarde, Kutxa compró el edificio (hoy en día es propiedad de la entidad bancaria), lo restauró y creó un nuevo museo utilizando los objetos reunidos a lo largo de las décadas anteriores. Desde 2001, la Agencia de Desarrollo Comarcal Oarsoaldea se encarga de gestionar el museo. Este organismo recuperó en una subasta varios elementos pertenecientes a la casa y al propio Victor Hugo que dan un valor añadido a la exposición. Todos estos agentes han intervenido para que la historia que se creó entre este pequeño edificio arrinconado en la bahía pasaitarra y Victor Hugo pudiese llegar hasta el siglo XXI.

Su estancia, al detalle

No se sabe si fue una fuente de inspiración para sus obras posteriores -el paisaje bucólico de la zona encajaba con los patrones del romanticismo-, pero Pasaia y sus descripciones ocuparon varias líneas de sus escritos en los años siguientes. Las detalladísimas explicaciones sobre su estancia y el paisaje del entorno abren una puerta al conocimiento cercano de cómo pasó sus días el escritor en Pasaia y de cómo se sintió en un lugar donde se funden el mar y la montaña: «(...)De pronto, como por encanto, el decorado cambió y apareció ante mí un espectáculo maravilloso. Una cortina de altas montañas verdes recortando sus cimas sobre un cielo resplandeciente. Al pie de las montañas, una fila de casas estrechamente yuxtapuestas (...). Una vida, un movimiento, un sol, un azul, un aire y una alegría inexpresables. He aquí lo que tenía delante (...). La bahía se alegra con las navecillas de las barqueras que van y vienen sin cesar y se dan voces de un extremo al otro del golfo con gritos que se asemejan al canto del gallo. Una vez en tierra, tomé la primera calle que se me presentó. Aquí, una nueva sorpresa. Nada es más risueño y más fresco que el Pasaje visto desde el lado del mar. Nada es más severo y más oscuro que el Pasaje visto desde el lado de la montaña».

La nueva exposición, cuya entrada es gratiuta, recoge un cúmulo de objetos pertenecientes a Victor Hugo o, en su defecto, que formaron parte del mobiliario de aquella casa donde se alojó. Un pasillo en la entrada de la primera planta invita al visitante a viajar hasta los primeros años del siglo XX, cuando se inauguró la primera exposición en el lugar. Unas antiguas fotografías ilustran aquel momento mientras, al fondo del corredor, un voluminoso busto del artista vigila antentamente la entrada al histórico edificio. «La casa donde estoy tiene dos pisos y dos entradas. Es curiosa y rara donde las haya y lleva a su más alto grado el doble carácter original de las casas de Pasajes; es lo monumental con lo rústico. Es una chabola mezclada y unida a un palacio. ¿Qué decís de este conjunto? ¿Es eso triste, rebulsivo, terrible? Pues no. Es maravilloso».

Su vida en la casa

La estancia central, ocupada por una mesa redonda en el centro y un piano de madera al fondo, acoge la mayoría de los enseres recuperados hasta el momento, comenzando por fotografías y pinturas, hasta dos plumas con las que el dramaturgo plasmó sobre el papel sus preciados testimonios. Asimismo, la sala se convierte en la principal arteria distributoria de la casa, desde donde se inicia el camino al conocimiento de los diferentes aposentos del edificio. A su llegada a Pasaia, al no existir ningún lugar de hospedaje, Victor Hugo se alojó en aquella «peculiar» casa que en aquellos años estaba ocupada por una mujer (la dueña), sus dos hijas, su sirvienta Iñacia, «hermosa muchacha vasca de pies descalzos»y el nieto de la primera, un chiquillo de 18 meses. A cambio de cinco francos por día, este asombrado y, al mismo tiempo, enamorado visitante disfrutó de una atención completa a lo largo de toda su estancia. Según escribió, «esta es una casa como no se ve en ninguna parte» donde «una luz resplandeciente penetra y llena esta singular morada». El museo conserva todavía intactas la cama y la estantería originales que todavía aún guardan sigilosamente el recuerdos de Victor Hugo sentado junto a la ventana observando el mar, el viaje de los barcos, y la caída del sol. Es allí también donde disfrutaba de los mejores productos frescos de la zona, y su gastronomía volvió a crear sensaciones sorpresivas en el escritor francés. «Pepa me trae unas ostras arrancadas aquella misma mañana de las rocas de la bahía, dos costillas de cordero, una lubina frita, que es un pescado delicioso, huevos al plato azucarados, una crema de chocolate, peras y melocotón, una taza de muy buen café y una copa de vino. Ese es mi almuerzo».

Las verdes montañas que intentan abrazar a un mar que se abre ante los ojos de una bahía resguardada de los golpes del océano fueron dos de los elementos que mayor pasión causaron en Victor Hugo. A ello hay que añadirle el trabajo compartido entre hombres y mujeres en lo referente al mar, a la pesca y a sus labores adyacentes. El escritor quedó atónito ante la ida y venida de los veleros por la bahía, la partida de los grandes navíos al mar abierto, y el trabajo de las mujeres en el puerto reparando el material estropeado en los barcos y atendiendo a las personas que se acercaban a Pasaia desde Donostia o lugares cercanos motivados por algún interés económico. «La población de este burgo no tiene más que una industria; el trabajo en el agua. Los dos sexos se han repartido el trabajo según sus fuerzas. (...) El hombre tiene el mar. La mujer se queda en el golfo».

A pesar de que su visita no se prolongó más que diez días, lo cierto es que su corta estancia se sigue recordando 166 años después y Pasai Donibane continúa conservando un carisma especial que se empapa de aquel delicado romanticismo que llegó hasta la bahía por una mera casualidad, por un paseo iniciado en los desgarradores senderos del monte Ulía de Donostia, desde donde se avista el mar. «El mar es de un verde clabuco. Se hace cada vez más oscuro. El cielo, se apaga».

 
Ficha

Horario: Todos los días de la semana, de 11.00 a 14.00 y de 16.00 a 18.00.

Entrada: Gratuita.

Más información: www.oarsoaldea-turismo.net

La afición por la pintura, una faceta casi desconocida
Ya es sabido que Victor Marie Hugo es conocido en todo el mundo por su aportación a la literatura y, más exactamente, al movimiento romántico predominante en el siglo XIX. No obstante, el escritor galo también hizo sus aportaciones en la pintura y, sus acuarelas, que recrean varios rincones de Pasaia, muestran cómo era la localidad durante la época en la que visitó Euskal Herria. En el museo se muestran las reproducciones de dos pinturas recuperadas de la Biblioteca Nacional francesa y en ellas se ve, por ejemplo, una torre situada en el actual embarcadero, gracias a la cual hoy en día se conoce cuál fue su aspecto. Según explicaron desde el propio museo, su obra pictórica fue considerada por algunos artistas como propulsora del movimiento surrealista. Además de los cuadros, también existe la posibilidad de contemplar una colección fotográfica que ha sido digitalizada para la ocasión, así como un álbum con unos dibujos que se muestran en el Museo San Telmo de Donostia y que pertenecen a una colección dedicada a los trabajadores del mar. Estos dibujos fueron pintados 23 años después de su estancia en Pasaia, un dato que refleja la importancia que tuvo aquella visita en la confección de su obra artística.A. K.
Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo