Informe sobre los recursos hídricos del planeta
«El problema es que hemos matado la salud de las fuentes naturales»
Profesor del departamento de Análisis Económicos en la Universidad de Zaragoza, Pedro Arrojo (Madrid, 1951), lleva dos décadas centrado en la investigación de la Economía del Agua y fue presidente de la Fundación Nueva Cultura del Agua. En 2003 recibió el Premio Goldman por su campaña de oposición contra los embalses y trasvases previstos en el Plan Hidrológico español.
¿Estamos ante un problema de recursos o de gestión?
Siempre he dicho que, si cogemos el zoom a nivel global, es un problema de gestión. Vivimos en el Planeta Azul y hay agua en abundancia, incluso agua dulce más que suficiente para una vida dignísima. El problema es que hemos matado la salud de los ecosistemas, de las fuentes naturales de agua. Donde antes se podía beber, ahora te envenenas o enfermas. Cuando se habla de más de mil millones de personas sin acceso a agua potable no hablamos de gente que se muera de sed, porque si fuera eso podíais preparar ya el titular para dentro de una semana: «1.200 millones de personas se acaban de morir de sed». El problema es que esa gente bebe agua y tiene agua alrededor, pero contaminada. Por eso digo que es un problema de gestión. Insisto, no es éste un planeta que vaya a quedarse sin agua.
¿Son reales los avisos de que puede ser causa de conflictos bélicos?
Pero es que eso es una realidad ya y lo ha sido antes. Sólo hay que ver el argumento que bloqueó en su momento los acuerdos de paz en Palestina: no fueron los altos del Golam ni el tema territorial, sino el agua. Y en muchos casos es el motivo de políticas de “conmigo o contra mí”, como en España. Pero en el fondo no hay un elemento de racionalidad egoísta, sino que es un encubridor de otros conflictos. Igual que mandarnos a la guerra porque otro país ha manchado el honor de la patria o la bandera no es más que un pretexto emotivo, el agua es también un pretexto emocional que puede ser usado como bandera de guerra o política de confrontación. Y por ello el agua puede justificar guerras en el futuro, aun cuando desalar agua del mar nos cueste muy poco. ¿Cómo es posible que se pueda ir a matar, entonces, por agua? Manipulando la emoción.
¿Y hasta qué punto es un peligro la creciente privatización?
Es una tentación muy suculenta. Cualquiera pagaría por el agua y, en la medida en que estamos haciendo escasa el agua de calidad –insisto, no el agua, sino la de calidad–, ésta se transforma en tentación de negocio. Llevamos ya un par de décadas con el Banco Mundial, que es público, condicionando los préstamos para el tema del agua a que previamente los países en desarrollo privaticen los sistemas de abastecimiento y saneamiento. Y eso en nombre de que son más fiables las empresas privadas europeas que los propios gobiernos. Ha sido un enorme error que ha trasformado a los ciudadanos en clientes; para los que tenemos dinero no pasa nada, pero los que son pobres se quedan fuera del derecho al agua de calidad.
¿El futuro, entonces, no invita al optimismo?
Con el tiempo, los errores se pagan. El modelo de globalización presidido por el becerro de oro del libre mercado está en crisis y, en el tema del agua, cada vez más expertos reconocen que el énfasis privatizador ha sido un error. Éste es un momento para ir haciendo un cambio de agujas para este tren y eso se evidenciará en un futuro. Esto es un reto público; no lo resuelven los mercados. ¿Que si hay dinero? Lo hay para salvar a los bancos, y con un poco de eso se tendría para alcanzar los Objetivos del Milenio. Esto es un reto político, de prioridades.J.V.