Fede de los Ríos
El poder de la Política o la política del Poder
Vienes al mundo enteramente constituido y si más adelante, conforme pasan los años, te empeñas en ser constituyente, el Estado y su Constitución con la inestimable ayuda de jueces y policías te constituyen de lo lindo
Trampa para bobos», así define el filósofo Michel Onfray las elecciones. El sufragio universal, reivindicación revolucionaria en su día. En los tiempos de dominación de señores y monarcas elegidos por Dios naturalmente -como no puede ser de otra manera-, los revolucionarios exigían sufragio libre y directo. Eran tiempos de represión y de guerra abierta para doblegar la voluntad de los más. No mejores que los actuales pero sí más claros. No disponían los poderosos medios de comunicación creadores de opinión como actualmente. Estaban los curas y sus predicaciones siempre a su servicio, pero sólo domingos y fiestas de guardar. Ahora propagadores de mentiras invaden a cada instante nuestros hogares; en su centro les levantamos una capilla que pronto cambiaremos de analógica a digital. Las ondas de las radios transmiten la estupidez de opinadores mientras transportamos nuestro cuerpo de casa al trabajo y viceversa; ellas hacen posible que nuestra mente permanezca invariablemente autista. La antigua lobotomía quirúrgica resultaba muy cara produciendo, en muchos de los casos, efectos colaterales no deseados: a algunos los volvía improductivos.
A la sumisión de las voluntades lo llamaron «contrato social» y eso, nos dicen, es la base de la civilización democrática. Cobró, pues, rango de Naturaleza. Si nada más nacer por estos pagos, el simple contacto de tu cabeza con un frío y líquido elemento te convierte en católico, apostólico y romano, no es menos cierto que nada más nacer en estos lares el registro civil te convierte en ciudadano español que goza de obligaciones y derechos otorgados por el contrato social que has firmado con tinta de tu placenta.
No dejaron que leyeras la letra pequeña, la que acompaña la parte trasera de los contratos. Vienes al mundo enteramente constituido y si más adelante, conforme pasan los años, te empeñas en ser constituyente, el Estado y su Constitución con la inestimable ayuda de jueces y policías te constituyen de lo lindo.
Algunos tardaron en aprenderlo pero ahora ejercen de alumnos aventajados. Dícense políticos porque usan exclusivamente vías parlamentarias para defender los intereses de «los más desfavorecidos». Concepto vaporoso, melifluo y productivo donde los haya. Si los desfavorecidos (referido, imagino, a las clases populares y no a los feos) se defendieran solos, la existencia de almas bellas como los doctos pacificadores no tendría sentido.
Como en algunos y algunas recién llegados al parlamentarismo, para el bien del pueblo naturalmente, adivino una suerte de ignorancia con relación a ciertos conceptos, me atrevo humildemente a aportar la definición de «política» que hace un manual de Ética de 4º curso de la ESO: «La política se refiere a un conjunto de actividades realizadas por individuos, grupos e instituciones que tienen como finalidad la organización del conjunto de la sociedad. Abarca tanto los actos de quienes ejercen el poder como de los que aspiran a él. La actividad política puede ser legal o ilegal, pacífica o violenta».
Ese día, al parecer, no fueron a clase.