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Contundente derrota ante el Real Madrid

Demasiadas adversidades

El Athletic cayó goleado en un encuentro claramente mediatizado por la lamentable actuación de Muñiz Fernández. Los rojiblancos consiguieron neutralizar los dos goles madridistas en el primer tiempo pero, con uno menos, sucumbieron tras el descanso.

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ATHLETIC 2

REAL MADRID 5

Amaia U. LASAGABASTER | BILBO

Partido de derroches en San Mamés. Derrochó puntería el Real Madrid, errores Muñiz Fernández, fidelidad la afición rojiblanca -atronando con el «beti zurekin» mientras el 2-5 lucía en el marcador- y coraje el Athletic. Pero todo el del mundo no habría sido suficiente para hacer frente a las adversidades que se encontró anoche.

En un partido loco y claramente mediatiazado por la actuación arbitral, los rojiblancos fueron capaces de neutralizar el 0-2 con el que se plantaba su rival en el minuto 34. Pero la segunda parte, con un jugador menos sobre el césped, Muñiz empeñado en liarla y el Real Madrid deseoso de sanar sus heridas, se les puso demasiado cuesta arriba.

El primer tiempo fue una auténtica locura. No por el fútbol, que escaseó; pero sí, a cambio, por los goles, las broncas, los manotazos, las tarjetas... Ni en un restaurante hindú se encuentra tanto picante como el que hubo en San Mamés.

Y no hubo que esperar lo más mínimo para que el estadio se convirtiese en una caldera. Quién sabe, quizá Muñiz Fernández quiso repetir lo que vivió su paisano Mejuto González hace diez días, pero lo cierto es que cinco minutos le bastaron para que la temperatura se acercase a la que se alcanzó frente al Sevilla. Con la ayuda inestimable de sendos manotazos de Lass y Huntelaar, que quedaron sin castigo, a los que se añadieron las tarjetas a Iraola y Koikili -con esta última, al menos, el colegiado acertó-.

Se aceleró la afición, se aceleró el equipo y sufrió el Real Madrid. Por lo menos hasta que el cuadro merengue consiguió frenar un poquito el partido. Y, sobre todo, hasta que Robben descubrió las facilidades que la amarilla de Koikili le otorgaba en banda izquierda. También las encontró, en el minuto 22 -justo después de que Toquero también se llevase su correspondiente manotazo, este de Heinze, para más inri dentro del área, y por supuesto sin castigo-, Sneijder, para enviar un balón que su compatriota condujo hasta el área para anotar el 0-1.

Llegaron los peores minutos para el Athletic -y pudieron ser peores, teniendo en cuenta que esta vez fue Aitor Ocio el que se benefició de la ceguera de Muñiz-, culminados a diez minutos del descanso por el segundo tanto madridista. Lo anotó Heine, al cabecear una falta sin la más mínima oposición.

En cualquier otro escenario, ese gol habría sido definitivo. Pero no en San Mamés, y menos aún anoche. El Athletic tiró de rabia y en sólo dos minutos volvió a meterse en el partido, aunque, manteniendo el tono desquiciado de la noche, buenas y malas noticias llegaron de la mano. Porque Yeste -en sus botas nació el gol, con un duro disparo, que rechazó Casillas y remató David López, antes de que Heinze marcase en propia puerta- no tuvo tiempo ni de celebrarlo. Se encaró con Casillas, que le recriminaba que hubiera seguido jugando mientras Sneijder se dolía tendido sobre el césped, el guardameta madrileño aprovechó para sufrir un ataque de cuentitis y a Muñiz Fernández no le costó esta vez llevarse la mano al bolsillo en busca de la tarjeta roja.

Además de la constante pitada de San Mamés, habitualmente benévolo con Casillas, hubo castigo divino. Ya en el descuento del primer tiempo, Llorente cabeceó una falta y el guardameta cantó, permitiendo que el balón entrase pegado al palo.

Con los rojiblancos, los del campo y los de la grada, de subidón, el segundo tiempo prometía. Pero en dos minutos, Raúl sirvió y Huntelaar lanzó un jarro de agua fría, al que esta vez no pudo sobreponerse el Athletic. Y eso que sobraron casta, coraje y ganas. También siguió sobrando Muñiz, que no cejó en su recital -Ion Vélez y Luci Martín también vieron la roja por protestar desde el banquillo, una mano de Pepe dentro del área que quedó sin amonestar, al igual que las continuas faltas de Ramos o el sopapo de Heinze a Javi Martínez...-.

Y el Real Madrid siguió a lo suyo, disfrutando con el bálsamo que tanto necesitaba e incluso anotando el, esta vez sí, gol de la tranquilidad, al culminar Huntelaar un nuevo contragolpe. Todavía faltaba media hora para el final, pero con un hombre menos sobre el césped y desquiciados con el árbitro, a los bilbaínos no les bastó con el coraje para reconducir la noche. Que incluso empeoró, al alcanzar el Real Madrid la manita con un penalti transformado por Higuaín en la recta final.

Para entonces el partido ya estaba muerto. A los rojiblancos les toca ya pensar en la próxima y última escala de su Everest liguero. Si no hay Muñiz de por medio, puede que esta vez sí haya algo que celebrar.

 

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