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Fede de los Ríos

Ellos la producen, nosotros se la reciclamos

La principal función de los falsos envoltorios es el entretenimiento de la población en lo que llaman sistema reciclaje, consistente en colaborar a que la basura vuelva a ser envoltorio de cosas para que vuelva a transformarse en basura en cuanto los adquiramos

Los productos que consumimos se asemejan cada día más a las muñecas matrioskas. Cuando tras arduo esfuerzo logras quitar envoltorio, ayudado por diferentes herramientas de corte, prometiéndotelas feliz de descubrir el contenido, aparece una nueva capa; y detrás de ella otra y otra de materiales diferentes. Al fin llegas al núcleo, a la cosa en sí y descubres que el contenido difiere en mucho de lo fotografiado en la envoltura. Te sientes un gilipollas. Y no un gilipollas cualquiera, sino un gilipollas reiterativo, porque el hallazgo de la mierda del contenido te vuelve a asombrar. Y por un momento recuerdas que esa experiencia se pierde en la noche de tu tiempo. Toda y cada una de las promesas que te hicieron los vendedores de productos fueron incumplidas. Tanto si el producto anunciado era de orden material como del espiritual. Ya de pequeño descubriste que el madelman de la misión polar, tan anhelado después de verlo luchar en el anuncio del televisor, se mueve menos que el Don Nicanor tocando el tambor regalo del aitona. Trae un rifle y los esquís, sí, pero el trineo con el perro y el oso polar de la fotografía de la caja han desaparecido.

Con lo sagrado, el mismo fraude. El que suscribe lo descubrió a la edad de doce años en los Hermanos maristas. Vanguardistas como pocos, empezaron a celebrar lo que se llamó misa ye-yé, donde los cánticos eran acompañados por el sonido de guitarras eléctricas. Anunciando que la comunión se recibiría en forma de un trocito de pan y un sorbito del cáliz. Como católico, sabía que el vino contenido en el sagrado vaso, gracias a la consagración, se transustanciaba en la propia sangre del crucificado, de una manera real y no metafórica. Noches sin dormir imaginando que al primer sorbo de aquella sagrada sangre iba a vomitar hasta los churros de la primera comunión. Nada de ello ocurrió. La ingesta de aquel líquido tan dulce introdujo en mí la primera sospecha de que mentira y religión son consustanciales, al tiempo que me inclinaba hacia la adoración de otro dios más alegre, veraz y gratificante como Baco.

Volviendo al tema de los falsos envoltorios que una vez abiertos se transustancian, esta vez sí, en basura que todo lo ocupa, no sólo sirven de falso señuelo, no. Su principal función es el entretenimiento de la población en lo que llaman sistema reciclaje, consistente en colaborar a que la basura vuelva a ser envoltorio de cosas para que vuelva a transformarse en basura en cuanto los adquiramos. Cómo si no íbamos a pasar mejor nuestras horas de ocio.

Todo es acostumbrarse. Se compran recipientes y bolsas de colores diferentes. Una vez leídas las 250 páginas del manual del buen ciudadano, procedemos a la clasificación de los desechos. Hecho lo cual, tomando las bolsas con ambas manos y, a la manera de Txantxillo, iniciaremos nuestro arduo peregrinar en busca del contenedor apropiado para cada una. De no hacerlo así, seremos señalados por el resto de la comunidad como responsables del deterioro del planeta y condenados al ostracismo.

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