La cumbre de Trinidad y Tobago marcó el final del «consenso de Washington»
Quince años después de que todos los mandatarios del hemisferio, a excepción de Cuba, sumaran sus voces al coro conducido por Washington y Wall Street en la primera Cumbre de las Américas para cantar al unísono que el libre comercio era el camino al futuro, el concepto no fue mencionado por el presidente Barack Obama en Trinidad y Tobago.
David BROOKS | «La jornada»
Aunque no fue declarado de manera formal ni explícita por los 34 mandatarios, en la V Cumbre de las Américas se marcó el fin del atinadamente bautizado como «consenso de Washington». Ausente de la agenda estaba la llamada Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), justo el concepto centro del consenso con el cual se inauguró la Cumbre de las Américas en 1994 en Miami. Su fin empezó en el sur hace años, con la elección de cada vez más gobiernos opuestos de manera explícita que, en diferentes grados, se oponen a las políticas neoliberales, pero en esta ocasión fue el propio Washington el que anuló su consenso.
Igual que en el sur, las cosas han cambiado en este país, y esos cambios se aceleraron al detonarse la peor crisis económica en décadas, que destruyó el frágil consenso en torno al modelo neoliberal en EEUU, impulsado desde tiempos de Ronald Reagan y fomentado por las presidencias de George Bush, Bill Clinton y George W. Bush.
Obama se comprometió a renegociar el TLCAN, en particular sus aspectos laborales y ambientales, y durante su campaña electoral criticó otros -el aún no aprobado con Colombia-, en respuesta a la amplia oposición al libre comercio en varios estados clave, como Ohio y Pensilvania. En las encuestas electorales, mayorías de hasta el 70% estimaban que sus familias habían sido afectadas de forma negativa por acuerdos de libre comercio, y se oponían tanto al TLCAN como a otros acuerdos por sus efectos sobre el empleo en EEUU y por preocupaciones relacionadas con la calidad de los productos importados.
Varios expertos en relaciones internacionales coinciden con que el libre comercio se ha convertido en un mal término y señalan que no sólo se manifiesta por los cambios políticos y económicos en América Latina, sino también dentro del mismo EEUU.
Y Obama regresó de la Cumbre de las Américas tras reiterar un mensaje de cooperación mutua para enfrentar la crisis económica y otros retos que afectan a todos los países del hemisferio, porque esta vez la fórmula mágica de hace 15 años no está entre las recetas.
Sin embargo, aunque no se está dando prioridad a las políticas de libre comercio, tampoco hay intención por parte del Gobierno de Obama de hacer algo muy radical en esta cuestión. No es que hayan desaparecido es las fuerzas empresariales y financieras que favorecen estas políticas, junto con sectores que se han beneficiado de ellas, sino que ya no tienen tanta influencia en Washington. El representante de Comercio de EEUU del Ejecutivo, Ron Kirk, indicó que no hay intención de renegociar el acuerdo del TLCAN con México para fortalecer las normas laborales y ambientales, tal como Obama planteó en campaña. «El presidente ha dicho que evaluaremos todas nuestras opciones, pero creo que pueden ser abordadas sin tener que reabrir el acuerdo», afirmó Kirk, quien agregó que en la Cumbre de las Américas, Obama y sus homólogos de México y Canadá opinaron que no era necesario, por ahora, renegociarlo. Kirk, conocido defensor del libre comercio, también aseguró que se evalúan acuerdos de libre comercio, aún no ratificados, con Colombia y Panamá.
Pero Barack Obama se enfrenta a algo mucho más importante, que incluye reexaminar las políticas comerciales: redefinir el capitalismo estadounidense. Algo que ya fue expresado tanto en la Cumbre de las Américas como durante su gira previa por Europa.
«The New York Times» resumió lo ocurrido tras la caída del Muro de Berlín. Durante dos décadas el modelo capitalista estadounidense gozó de un creciente dominio en el mundo sin hacer frente a alternativas que lo desafiaran, y progresó hacia algo que los conser- vadores percibían como una forma más pura de libertad económica y que los liberales consideraron un fundamentalismo de libre mercado mal guiado. Ahora, mientras buscan lecciones entre los escombros de los excesos de ese periodo, EEUU y otros países se enfrentan a la incertidumbre sobre qué estructuras y valores económicos deberían definir el próximo capítulo del capitalismo.
Ya no existe algo que pueda llamarse consenso de Washington, ni en Washington.
El ex vicepresidente de EEUU Dick Cheney calificó de debilidad el saludo de Barack Obama a su homólogo Hugo Chávez en la Cumbre de las Américas. Señaló que el apretón de manos entre ambos «no fue útil» y podría llevar a los adversarios de EEUU a pensar que están frente a «un presidente débil» que «no va a poder defender enérgicamente los intereses de EEUU». Indicó que «millones de personas en toda Sudamérica aprovecharán la situación si ven que un presidente de EEUU está haciendo amistades con Daniel Ortega o Chávez».
Criticó la actitud de Obama en su gira europea y su visita a México, «donde pareció ofrecer disculpas de manera profusa». Afirmó que EEUU ha sido un líder en el mundo y «no creo que haya mucho de qué disculparnos. Es importante que un presidente hable de manera directa y franca con nuestros amigos europeos y eso no se logra si está ocupado en ofrecer disculpas por la conducta pasada».