El, Cément, le guiñó un ojo mientras sonreía, intentando ligar con ella. Ella, Gwen, cinco minutos después de conocerse, le invitó a acompañarle a buscar las bebidas para invitar a sus amigos. Era el día de su cumpleaños, y Gwen le contó que su madrina le había regalado el bonito vestido que llevaba puesto. Él, Marc, le explicó que había creado un blog sobre el Biarritz Olympique, su equipo favorito. Ella, Martine, le observaba con interés, sin quitarle ojo de encima y la sonreía cada vez que le miraba. Él, Igor, le contó cómo había hecho el espejo que decoraba la habitación de una de sus compañeras de piso; su novia en realidad, según explicó con una sonrisa.

Personas con sentimientos, preocupaciones y limitaciones como todas. La diferencia es que las suyas son más fácilmente reconocibles, más evidentes, y en algunos casos más difíciles de gestionar. «Siempre hemos tenido claro que no tenemos que ponerles barreras añadidas a nuestros hijos e hijas. Por el contrario, debemos dejar que sean ellos los que nos marquen el límite que pueden alcanzar en su formación», afirman al unísono Dominique Idiart y Ladix Arrosagarai, padres de hijos con discapacidades y también presidente y ex presidente de Integrazio Batzordea, que trabaja en favor de la integración en las ikastolas y que cumple diez años en 2009.

Son estos padres y madres, asociados con otros progenitores, los que han conseguido hacer avanzar la situación, tal y como afirma Arrosagarai: «Está claro que si las cosas avanzan es porque los padres se mueven. Estamos muy atrasados, y los padres estamos cubriendo necesidades que deberían de estar a cargo de las instituciones».

«Allí empezaron hace 50 años»

«En Hego Euskal Herria muchas infraestructuras ya han sido creadas, porque allí la lucha empezó mucho antes. Allí empezaron hace 50 años y aquí los padres empezaron a movilizarse hace 20», explica Arrosagarai. Esta movilización determina el desarrollo de los servicios; las infraestructuras han ido respondiendo a las necesidades, y es por ello que los menores de edad cuentan hoy en día con diferentes opciones para integrarse en el sistema educativo, pero a partir de ahí la situación se complica.

Existen dos tipos de formas de escolarización: en centros especializados o a través de la integración en las escuelas e ikastolas. La integración también se puede llevar a cabo de dos maneras diferentes: la colectiva y la individual. En las ikastolas de Seaska se lleva a cabo la integración individual, en la cual el alumno con discapacidades acude a las clases con el resto de los compañeros, adecuándose a las posibilidades y necesidades del niño. La integración colectiva se lleva a cabo de maneras diferentes según la edad de los alumnos. La educación primaria se adquiere en Clases de Integración Escolar y tuvo su primer centro en Ipar Euskal Herria en 1990 y la secundaria se obtiene en las Unidades Pedagógicas de Integración.

«Las clases de integración empezaron a crearse hace unos veinte años, pero durante mucho tiempo fue algo muy reducido. Hubo una sola clase durante muchos años, y la educación secundaria no comenzó hasta hace cinco», declara Arrosagarai. La ley de 2005 obliga a los centros escolares a integrar a los niños con discapacidades. Las estructuras se han tenido que adecuar a la demanda, lo cual ha hecho que se haya avanzado mucho en estos últimos años. También se ha dado un claro giro hacia la integración. En los centros de especializados hace tan solo tres años había grandes listas de espera; ahora, en cambio, en algunos centros hay sitios de más. En estas clases los alumnos, además de la de los profesores, cuentan con la ayuda de los llamados Auxiliares de Vida Escolar, para ayudar al niño a ser autónomo, entre otras cosas. También existen varios servicios de reeducación, como la ortofonía o la psicomotricidad.

Mayores de edad

Una vez que las personas con discapacidades terminan su época de escolarización, la situación se vuelve más complicada, ya que el Estado no está obligado a crear las estructuras necesarias para acoger a estas personas. Es por ello que las existentes están totalmente desbordadas. De hecho, en el Centro de Educación Motriz de Uztaritze varios de los «alumnos» superan ya los 18 años, pero siguen siendo aceptados ante la falta de un lugar en el que ser acogidos.

En Ipar Euskal Herria existen dos ESAT o Establecimientos Especializados de Ayuda a través del Trabajo, pero no responden a la demanda existente. Dependiendo de la capacidad de cada persona, también existen los empleos adaptados en empresas corrientes o en hospitales como el Nid Marin de Hendaia.

La asociación EVAH (Espacio de Vida para Adultos con Hándicap) está llevando a cabo un gran trabajo en lo que se refiere a la independencia de los discapacitados, ya que ha creado recientemente un apartamento adecuado a las necesidades de estas personas en las que se funciona «como dentro de cualquier otro piso compartido. Cada cual tiene las tareas que corresponden a sus posibilidades», detalla el coordinador Iñaki Zaldunbide. La asociación también cuenta con un centro de día en Baiona y tiene un proyecto para crear otro piso en Hazparne el año próximo, y uno más en Bunuze. La asociación se creó en 1995 gracias a la iniciativa de una madre que buscaba una solución para su hija. Hoy en día, EVAH responde a las necesidades de 24 personas.

En estos momentos se están desarrollando varios proyectos para integrar a estas personas en el mercado laboral o tan sólo en un ámbito social más allá de su entorno. Entre ellos se encuentra la asociación Chrysalide, que quiere crear un restaurante para que las personas con hándicaps puedan trabajar.