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Elecciones en Sudáfrica

Jacob Zuma parte como favorito en los comicios más disputados desde el fin del apartheid

15 años después del final oficial del apartheid, Sudáfrica afronta hoy sus cuartas elecciones democráticas. El Congreso Nacional Africano (ANC), recién salido de una catarsis interna que le costó el puesto al anterior presidente, Thabo Mbeki, se perfila como el gran favorito, con más del 60% de intención de voto, aunque su candidato, Jacob Zuma, se enfrenta por primera vez a una formación surgida de una escisión interna, el Congreso Nacional del Pueblo (COPE).

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Dabid LAZKANOITURBURU

Sudáfrica celebra hoy unas elecciones que deberían poner punto final a una reciente etapa marcada por las turbulencias políticas en el seno del partido en el poder, el Congreso Nacional Africano (ANC), y que servirán para elegir al tercer presidente electo desde el fin del apartheid hace 15 años.

Más de 23 millones de electores están llamados a renovar la Asamblea Nacional y los parlamentos provinciales en las cuartas elecciones generales desde la llegada de la democracia multiracial y la elección de Nelson Mandela en 1994.

Coronado por la legitimidad heredada por su lucha, política y armada, contra el sistema de segregación racial iniciado en 1910 por la minoría blanca y consolidado por los afrikaners (descendientes de los primeros colonos europeos protestantes) desde 1948, el ANC vuelve a ser el gran favorito en las encuestas, con más del 60% de intención de voto. Su candidato, Jacob Zuma, se perfila como el más que probable presidente de la primera economía del Continente Negro.

Perseguido judicialmente durante los últimos ocho años por acusaciones de fraude y corrupción, tuvo que esperar hasta hace dos semanas para ser exonerado por la Fiscalía General, que dio por viciado el procedimiento seguido en su contra por «abuso de poder» por parte del jefe de la investigación.

Zuma, quien también tuvo que hacer frente en 2005 a una acusación de violación, ha denunciado todos estos años un complot político en su contra de la mano del anterior presidente, Thabo Mbeki.

Mbeki, mano derecha del histórico Nelson Mandela (el viejo) y su sucesor en la Presidencia de Sudáfrica desde 1999, se granjeó la antipatía de las bases y de los sectores más combativos del ANC con su gestión económica liberal y su olvido de las cuestiones nacionales en el altar de sus ínfulas en la arena internacional, sin olvidar sus históricos tropiezos en torno a cuestiones tan sensibles a los africanos como la pandemia del sida.

Organizaciones troncales del ANC como la federación sindical COSATU (Congress of South African Trade Unions), el Partido Comunista Sudafricano (SACP) y las potentes organizaciones juveniles y de mujeres del movimiento de liberación hicieron causa común para forzar la renuncia de Mbeki y su sustitución al frente del liderazgo del país por Zuma, quien alardea públicamente de su pasado de luchador. No en vano inició muy joven su militancia política en las filas de Umkhonto we Sizwe, la organización armada que se enfrentó al criminal apartheid, lo que le costó cárcel en Robben Island, la isla prisión en la que Mandela estuvo encarcelado 27 años.

Un presidente zulú

Además de iniciar todos sus mítines con canciones contra el apartheid como el famoso Umshini Wami (Dame mi metralleta), Zuma reivindica su condición de zulú, lo que le distingue de sus predecesores, todos miembros de la etnia xhosa. No duda para ello en presentarse con la tradicional vestimenta zulú de piel de leopardo.

Su condición étnica confiere a su más que probable presidencia del país un elemento integrador ante las periódicamente tensas relaciones entre xhosas y zulúes -históricamente alimentadas por los colonos blancos-.

A ello hay que sumar la empatía que genera en los sectores más desfavorecidos.

Frente a ello, Zuma despierta temor entre buena parte de la minoría blanca, que cree ver en él el despertar de viejos fantasmas con ánimos de revancha tras décadas de opresión de la mayoría negra.

El propio Zuma ha alimentado una imagen de «iletrado» -por contraposición al intelectualismo elitista de Mbeki- lejana a la realidad, como muestra su papel clave durante la difícil -y en muchos aspectos inacabada- transición democrática o en procesos de paz de países africanos como Burundi.

Disensión interna

Fue precisamente la pugna personificada en Mbeki-Zuma y su desenlace la que forzó una escisión interna y la presentación, por primera vez en estos comicios, de una corriente surgida del ANC, el Congreso del Pueblo (COPE). «Con la aparición, de COPE, se puede considerar que estas elecciones serán las más concurridas desde 1994», señala el analista Aubrey Matshiqi, quien añade, convencido, que «la única alternativa creíble al ANC deberá surgir de su seno».

Escorado a la derecha del movimiento, y pese al ímpetu de sus primeros meses, el partido parece haberse desfondado y los analistas le auguran entre un 7 y un 10% de votos. Y es que muchos perciben que votar al COPE es votar a la clase política desprestigiada en los últimos años.

Tanto esta formación como la «blanca» Alianza Democrática -a la que las encuestas auguran una repetición del 12% de hace cinco años- han aireado el fantasma de un cambio de la Constitución si el ANC logra repetir sus tradicionales resultados que le otorgan 2/3 de los escaños.

Supuesta amenaza que Zuma niega tajante y que la realidad política sudafricana desmiente. El analista Adam Habib destaca la salud de las jóvenes instituciones democráticas del país, que han resistido crisis como la del último año: «Las elecciones son libres, la oposición hace campaña sin trabas y los medios de comunicación investigan sin censura a los responsables políticos», añade.

Frente a ello, el país sigue afrontando retos gigantescos en materia socio-económica. La pobreza (43% de la población), el paro (40% de la población activa) y la criminalidad (una media de 50 homicidios diarios) se antojan tan endémicos como el sida (5,5 millones de seropositivos). El ANC reivindica sus realizaciones estos 15 años, pero sigue siendo la transición inacabada. Y está, en buena parte, en el origen de la última crisis en el seno del movimiento.

RESultados

La Comisión Electoral Central anuncia para el sábado o domingo los resultados definitivos, aunque espera anticipar resultados parciales a lo largo de la jornada de mañana.

Un voto para ver el final de la pobreza

Tomar tres comidas al día es un lujo que la familia Hosephi no pude darse desde hace meses. En la localidad de Nenga, en la espléndida costa sureste de Sudáfrica, ella sufre la cotidianeidad de millones de pobres en las zonas rurales.

«La situación nos sobrepasa», relata Novathile Josephi, madre de cuatro niños que sobrevive con las ayudas oficiales a las familias. «Con las ayudas no vamos muy lejos, no más que una semana», deplora esta mujer de 46 años, que recibe 240 rands al mes (20 euros). «Esperábamos que las cosas irían mejor con la llegada de Mandela y de la democracia en 1994, pero seguimos en la miseria», denuncia.

Ello no le impedirá volver a votar por el ANC, «por un partido que nunca nos dejará caer. Sigo teniendo la esperanza de que un día, las cosas cambiarán», sentencia antes de alejarse con un bidón de 20 litros de agua recogida de una acequia que comparten los vecinos y los animales.

Según un informe oficial, 1,34 millones de campesinos siguen sin acceso al agua potable, aunque la cifra ha bajado considerablemente en los últimos 15 años. «Lo único que ha hecho el Gobierno es construir baños, pero ¿cómo vas a ir al wáter si no tienes nada para comer?», ironiza un vecino .

En Nenga, la mayoría de sus 15.000 habitantes están en paro. Sólo algunos «privilegiados» trabajan en la estación balneario próxima de Coffee Bay. La localidad sigue esperando el desarrollo que sí ha llegado a la mayor parte de las ciudades sudafricanas.

Según la ONG Formación y Educación, los dos tercios de los sudafricanos pobres viven en el medio rural y son en su inmensa mayoría negros. Alrededor del 435 de los 48 millones de habitantes del país viven con menos de dos dólares al día. En estos 15 años, con mayor o menor ímpetu, el Gobierno ha lanzado muchas iniciativas para mejorar la suerte de este sector de la población. No obstante, los esfuerzos son insuficientes.

15 años dan lo que dan en materia de mejora de las condiciones socioeconómicas de la población, menos en el contexto continental. Pese a ser su primera potencia económica, Sudáfrica no deja de ser África. GARA

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