Eto'o, Villa, Messi, Casillas... y, como mucho, una docena más de futbolistas acaparan titulares, campañas publicitarias, camisetas, traspasos multimillonarios, posters y cualquier otro aspecto relacionado con la famosa Liga de las estrellas. Pero veinte plantillas dan para mucho y entre el aproximadamente medio millar de jugadores de Primera, no todo son supernovas. Hay más estrellas en el cielo, como se ve cada domingo en todos los campos de fútbol -aunque lo que no aparece en televisión parezca no existir- y como también se pudo comprobar ayer en Los Pajaritos. Sobre todo de la mano del Numancia, colista de Primera, sí, pero digno competidor de la que está considerada una de las mejores ligas del orbe. En los despachos, con una de las economías más saneadas del desolador panorama futbolístico y sobre el césped, con jugadores que sólo aparecen en los medios cuando marcan en el Bernabéu, pero que son capaces de ofrecer fútbol de Primera cada semana. Pero la otra Liga también llegó de la mano del Athletic y, sobre todo, del jugador que consiguió reactivar a su equipo cuando peor se pusieron las cosas. Un jugador que, como muchos de sus rivales de anoche, ha llegado a la máxima categoría tras recorrer vestuarios de todo pelo, que por eso mismo ha tenido que esforzarse más que otros en demostrar que merece defender la camiseta rojiblanca y que, cómo es la vida, en las últimas semanas es despedido al grito de «ari, ari, toquero lehendakari». Como las estrellas.